Homegrown, de Neil Young

Autor:

DISCO

«Homegrown viene a ser el reverso oscuro del famosísimo Harvest (1972)»

 

Neil Young
Homegrown
WARNER, 2020

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Si el ritmo de producción actual de Neil Young es rápido, hace décadas lo era incluso más. Eso le está permitiendo compaginar lanzamientos nuevos con otros en los que rescata discos enteros que en su día no llegó a publicar. Es decir, los fans de Neil Young tienen que dedicarse casi exclusivamente a él para estar al día de todo lo que edita. Y merece la pena, que nadie lo dude. ¿Ha existido una mala década para él? Me temo que no. Ya sabemos de grandes obras de los sesenta y setenta, pero hasta en los difíciles ochenta mantuvo el tipo para salir de ellos con el triunfal Freedom (1989), además de todos los discos a revisitar que fue dejando durante una década que no fue benévola con los rockeros adultos. A partir de ahí, reivindicación absoluta y discos magníficos cuya valoración va en función de las apetencias del oyente, porque pegas no se le puede poner ninguna a todo lo que ha editado desde Ragged glory (1990) hasta el mismísimo día de hoy, ni tampoco a todo lo inédito que lleva rescatando desde que hace catorce años inaugurara sus Archive series.

Homegrown (2020) llevaba años grabado, concretamente desde 1975. ¿Por qué decide Neil que un disco que en su día mantuvo inédito debe ver la luz del día ahora? Ni idea, pero quizá tenga que ver la perspectiva y el propio paso de los años. Lo que entonces era una cosa, ahora parece otra. Hay menos pudor a la hora de mostrar al mundo canciones, según cuentan, basadas en la separación de la que fuera madre de su primer hijo. Homegrown viene a ser el reverso oscuro del famosísimo Harvest (1972). El sonido es muy similar, básicamente country folk en el que se fermentan versos dolorosamente brutales y quizá hasta demasiado sinceros. No cuesta entender que Young se echara atrás. Al final, en lugar de este vio la luz el espectral Tonight’s the night (1975), que tampoco era una fiesta precisamente, pero Young se exponía menos y como disco era infinitamente más sólido. Algunas de las canciones de Homegrown se han dejado oir en recopilatorios y en directo, aunque esta es la primera vez que el álbum se muestra tal y como se concibió.

No es Homegrown un disco para escuchar si uno se encuentra un poco abatido. Fijaos en el pedal steel que suena en “Separate ways”: te aprieta el corazón, y Young remata con una cadencia apesadumbrada. “Try” es la siguiente, un intento por mantener viva una relación que se muere para ser aniquilada en la breve “Mexico”. Eso sucede en las tres primera canciones, luego llega “Love is a rose”, que cambia la desesperación por la aceptación. Sorprendentemente, toda esta profundidad salta por los aires con las innecesarias “Homegrown” (una oda fumeta) y “Florida” (un spoken word surrealista). ¿Por qué romper así la narrativa? ¿Qué necesidad había? Ninguna. Lo único que se consigue es sacar al oyente de la experiencia, y el retorno a ella con la decadente “Kansas” vuelve a boicotearse con una chorrada como la prácticamente instrumental “We don’t smoke it no more”, en la que da gusto escuchar a los músicos desparramar con tranquilidad, pero que vuelve a ser muy prescindible.

“White line” vuelve a poner las cosas en su sitio, y su armónica vuelve a dejarte el corazón del revés antes de que Young cante como ocurrió con el pedal steel de “Separate ways”. La primera versión que el mundo conoció de ella fue la versión eléctrica incluida en Ragged glory, pero esta es la original, acústica, más sentida, triste hasta decir basta, pero esperanzadora. “Vacancy” consigue elevar el ritmo sin romper la narración. La letra es un tanto agresiva, una anteposición entre quien era la mujer amada y en quién se ha convertido (o uno piensa que se ha convertido). Es de las mejores del disco, ayuda a redondearlo con facilidad. Igual que las dos que lo cierran, las hermosas “Little wing” (nada que ver con Hendrix) y “Star of Bethlehem”, de nuevo lentas, acústicas, a la búsqueda de la esperanza esbozada en “White line”.

¿Ha merecido la pena que Homegrown vea la luz? Absolutamente sí, pese a los tres pegotes que Young endosa en el medio. Sin ellos, o sustituidos por otras piezas, este disco habría sido casi tan bueno como el ya mencionado Tonight’s the night u On the beach (1974).

Anterior crítica de discos: Corazón roto y brillante, de Chucho.

 

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