¿Hay alguien en casa?, de Mucho

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DISCOS

«Un choque frontal de sinceridad empapado de electrónica, bálsamo para cicatrizar heridas y trazar una nueva ruta hacia uno mismo»

 

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Mucho
¿Hay alguien en casa?
KARTOFFEL KOLLEKTIV, 2019

 

Texto: DAVID PÉREZ.

 

Martí Perarnau IV vuelve a ponerse en órbita con Mucho en ¿Hay alguien en casa?, su disco más personal, desnudo y sincero hasta la fecha.

Una decena de canciones para aceptar la derrota, pero nunca rendirse ante un fracaso. Pelear a la contra en un viaje hacía un mundo nuevo, con la omnipresente soledad como única compañera. Como explica el propio Martí:“Nos venden que cada vez estamos más conectados, pero en realidad vivimos en el vacío de la soledad. Este disco es una celebración y a la vez una introspección hacia el interior de uno mismo, que habla de mis miedos y de todo lo que tengo dentro, que es sanador y autobiográfico”.

La tripulación abandona el barco, pero el capitán se queda y, lejos de hundirse, levanta el vuelo con las alas de una libertad creativa que no entiende de miedos ni barreras. Tras experimentar con los sintetizadores en su anterior Pidiendo en las puertas del infierno (2016), Perarnau no solo sube la apuesta, sino que quema las naves en una noche de luces de neón y bolas de espejos interminable. Las canciones de ¿Hay alguien en casa?, giran con alma de sesión pinchada por un DJ demiúrgico, desplegando una banda sonora que se alarga, indivisible e hipnótica, en la madrugada hasta el amanecer.

La búsqueda de uno mismo comienza el año de su nacimiento, con la canción inicial “1985”, un despegue sideral introspectivo, en el que las luces multicolores que se le reflejaban en el cristal del casco del astronauta de 2001, una odisea en el espacio, nos resplandecen en los ojos al ritmo que marcan los sintetizadores y la voz etérea de Perarnau, con esa primigenia pregunta que aparece y desaparece una y otra vez: “Si tratar de entender no fuera tan divertido, no tendría que saber nada”.

La madeja electrónica sigue desliándose y pronto encontramos uno de los males que adolece esta sociedad de consumo, en “El enemigo ahora vive en todos nosotros”, un chute de estrés en vena que compartimos sin parpadear, olvidando lo verdaderamente importante: “Quizá os habéis preocupado demasiado en ganar rápidamente en lugar de forjar un estado permanente de esplendor, las cosas necesitan tiempo”.

Ya sabemos dónde está el enemigo, y seguimos sumergiéndonos en “Nunca pegarías a un hombre con gafas”, donde las cajas de ritmos y el sampleo termina de inundar los surcos con atmosferas luminosas y envolventes, mientras Perarnau bucea a corazón abierto y buscándose, nos encuentra al otro lado del espejo.

Si el piano se abre paso a fuego lento y el falsete de Martí brilla fuerte en la autocrítica y mordaz “Ahí te quedas, Perarnau”, muy bien acompañado a los coros por Ricky Falkner (pieza clave en la grabación y producción del disco), la tormenta social nos devora sin pausa en la genial “Putochinomaricón”, una rave que nos centrifuga el cerebro en una ruta guiada por lo peor de cada casa, a ritmo de bacalao y fraseo afilado.

Y aunque McFly nos diga con voz distorsionada que ya no hay nadie en casa en “¿Hay alguien en casa, McFly?”, o E.T. haga acto de presencia (universo ochentero latente en toda la obra) en “Teléfono, mi casa” y parezca que no hay salida en la noche, siempre responderá al otro lado del auricular una voz o habrá una ventana encendida y alguien abrirá la puerta.

Martí Perarnau IV, tras perderse, ha dado con la clave en ¿Hay alguien en casa? para continuar y encontrar algo verdadero. Un choque frontal de sinceridad empapado de electrónica, bálsamo para cicatrizar heridas y volver a trazar una nueva ruta hacia uno mismo, primera pieza clave para llegar a ese planeta lejano en el que, huyendo de la velocidad de plástico reinante, volver a mirarnos a los ojos mientras el sol nos pilla bailando.

Anterior crítica de discos: Sky blue, de Townes Van Zandt.

 

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