Ha muerto Toni Valentí («Tío Toni»), «el palmero de las gafas» que acompañaba a Peret

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Texto: JUAN PUCHADES.

En la madrugada de hoy, 3 de agosto, ha muerto en Barcelona el carismático Toni Valentí (Antonio Valentí Carbonell) a los 75 años, como consecuencia de un cáncer de pulmón. Fue conocido popularmente en todo el país como el «palmero de las gafas» desde sus días como acompañante de Peret, al que estuvo vinculado profesionalmente desde los años sesenta. En los últimos tiempos, en los ambientes rumberos, era conocido como Tío Toni.

Toni Valentí nació durante la Guerra Civil, el 15 de octubre de 1938, en Palma de Mallorca. Cuando tenía dos años, su familia se trasladó a Barcelona, instalándose en el número 26 de la calle de la Cera, en pleno barrio del Portal. Enclave que sería cuna de la rumba catalana y al que Toni siempre permanecería vinculado. Allí, siendo niño, conoció a Peret, a Chacho y a quienes acabarían por ser los primeros palmeros de la rumba: Huesos, Polla, Cerdo. Con ellos compartía juegos infantiles y pasión por la música.

A finales de los años cincuenta, o en el arranque de la década de los sesenta, debutó en el teatro Apolo de Barcelona con el grupo Los 5 Diabólicos del Rock and Roll, donde más que rock and roll tocaban rumba. En aquella velada el grupo compartió escenario con Luisita Esteso, Mario Visconti y Estrellita de Palma. Pero, en realidad, y como era habitual entre los gitanos del barrio, salía a vender tejidos, en ocasiones junto a Peret: «Íbamos a vender con la maleta en el tranvía o en el autobús —rememoraba durante una entrevista que mantuvimos en 2010—, y en la maleta hacíamos compás y tocábamos palmas. Todo el día estábamos así, era nuestro hobby. Ensayábamos a cada momento, en su casa, en la calle, en el autobús». De ese modo cobrarían forma las celebradas palmas de la rumba catalana.

En el otoño de 1963 viajó a Montevideo, para seguir vendiendo telas e intentar hacer fortuna, allí llegó poco después Peret y juntos viajaron a Buenos Aires. Toni se quedó en la capital argentina, ciudad que adoraba, más de un año. Él mismo, para el libro «Peret. Biografía íntima de la rumba catalana», me confesaba que regresó millonario. Al poco de su vuelta a Barcelona se sumó al trío de Peret en calidad de palmero y corista, debutando en Roses (Girona). Aunque para poder actuar tuvo que inscribirse como cantante, el Sindicato Nacional del Espectáculo (Sindicato de Artistas) no tardó en crear un epígrafe concreto para que se registraran Toni Valentí y Huesos: «palmeros», dentro del grupo de los percusionistas.

En 1965 grabó por vez primera con Peret, en el disco que incluía su primer gran éxito nacional, el que despertaría furor en todo el país: «Belén, Belén». Una grabación importante, por tanto, que se completaba con ‘La copa de vino’ y otros dos éxitos indiscutibles: ‘Voy voy’ y ‘Cumaco San Juan (El gitano Fino)’. Desde ese momento, Toni acompañó a Peret, siendo el palmero fijo hasta comienzos de los años ochenta (en muchas grabaciones se le puede escuchar jaleando a Peret, animándolo desde atrás, y haciendo segundas voces): estuvo en el Midem de Cannes en 1967, cuando Peret actuó para la industria internacional del disco –entre Sonny and Cher, Donovan, Udo Jurgens, Gigliola Cinquetti y Joe Dassin– dejando pasmada a la prensa y los directivos del sector musical, lloviéndole los contratos para actuar por toda Europa y América. Toni vivió de cerca, por tanto, los años de mayor éxito de Peret, con constantes actuaciones nacionales e internacionales, participando también en el rodaje de sus películas y figurando siempre en las intervenciones televisivas por medio mundo: «En Londres estuvimos en el show de Tom Jones –me comentaba– y me acuerdo que los músicos se quedaban alucinados con lo que hacíamos, porque no lo entendían». En esos espectáculos, se podía ver al constantemente alegre Toni luciendo sus llamativas gafas de concha, siempre tocando palmas y sin dejar de mostrar su eterna sonrisa.

Su excelente oficio como palmero, le llevó a grabar palmas para el sello Belter, en grabaciones de, entre otros, Antonio González y Lola Flores, y en Philips para Dolores Vargas. Con Joan Manuel Serrat grabó palmas en ‘Caminito de la obra’, su maravillosa rumba suburbial del año 1975 (incluida en el elepé «Para piel de manzana»).

En 1983, al abandonar Peret la música profesional por la religión, Toni también se retiró, se convirtió en miembro de la Iglesia Evangélica de Filadelfia, y abrió un bar en su barrio, que gestionaban un tío suyo y su hermano Paló (es el bar que aparece en la portada del álbum «Verdad» del dúo rumbero Chipén, de 1990).

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En los años noventa, con el regreso de Peret, volvió a su lado ocasionalmente, como en la clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Retirado de la música (el bar lo regentó más de veinticinco años), en 2005 se incorporó a Patriarcas de la Rumba, un grupo ideado por Antonio «Sicus» Carbonell (de Sabor de Gracia) que reunía a rumberos mayores que se habían curtido como palmeros o guitarristas: Juan Calabuch Pubill (Tío Joanet), José Cortés Jiménez (Tío Pepe) y Rafael Salazar (Tío Rafael), además del propio Toni y su hermano, el mítico Paló; ahí todos grabaron por vez primera como solistas. Patriarcas de la Rumba dejó dos discos: «Cosa nostra» (K Industria, 2005) y «Vuelven como fieras» (Rumba Classics / K Industria, 2007). Con ellos, Toni reencontró la ilusión de subirse de nuevo a los escenarios, girando por media Europa con una formación que obtuvo más reconocimiento internacional que nacional.

Patriarcas de la Rumba se disolvió en 2009, tras la muerte de Paló. En los últimos años, era habitual que Toni se sumara como invitado especial a los conciertos de Peret, interpretando temas propios como ‘Taki taki’ o ‘Vivir sin ti’ (ambos grabados con Patriarcas de la Rumba). Peret, en estas ocasiones, siempre lo presentaba como «El mejor palmero del mundo». También se implicó en Rumba Gitana, otro proyecto dirigido por Sicus Carbonell que lo juntaba con artistas mayores como Maruja Garrido, Chacho y La Maña.

La salud de Toni era delicada, años atrás había superado un cáncer de próstata, además la diabetes que padecía le había hecho adelgazar mucho, dándole un aspecto de extrema fragilidad. El cáncer que ha resultado fatal le fue diagnosticado hace poco más de un mes, pero no hubo tratamiento posible.

Durante aquella entrevista de 2010 en su casa, Toni, un ser encantador que confesaba «Yo trato de dar amor», me animó a acudir algún día a oírle cantar a la iglesia, donde asistía cada día. Las últimas palabras que recogieron la grabadora fueron «Mi alegría sería que un día en el escenario, pam, me cayera muerto, te lo juro». Por desgracia no ha sido así, como tampoco fue posible ver cumplido su mayor sueño profesional: grabar un disco solista.

Peret, que ahora mismo también está enfrentándose al cáncer, me comenta por teléfono que Toni «Para mí era un hermano, lo quería como a un hermano, pero también como a un hijo. Hemos pasado la vida juntos, trabajando pero también haciendo vida familiar. He hecho de todo con él, incluso lo acompañaba al médico, me lo consultaba todo. Para mí es una perdida desgarradora».

 

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