Guille Mostaza y ABBA

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PUNTO DE PARTIDA

 

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“Las composiciones de Benny Andersson y Björn Ulvaeus siempre fueron incontestables, pero donde especialmente brilla este disco es en su sobria, moderada y acertada producción”

 

Guille Mostaza, músico, compositor y mitad del dúo Ellos, señala el último disco de ABBA como el trabajo que más le ha influido en su carrera, sobre todo sus progresiones de acordes y melodías. Probablemente, el disco que más ha escuchado en su vida.

 

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ABBA
“The Visitors”
POLAR MUSIC, 1981

 

 

Texto: GUILLE MOSTAZA.
Foto: AITANA LUIS.

 

 

“The visitors”, el octavo y último disco que sacó ABBA allá por noviembre de 1981, cambió mi manera de ver la música y de entender la vida. Ya estaba, como casi todo el mundo, familiarizado con las canciones más populares del grupo. A menudo, mi madre los ponía en casa cuando era pequeño, sonaban habitualmente en la radio del salón. De hecho, nunca han dejado de sonar.

Lo curioso de ABBA es que, debido a tales hits, se les consideraba como un grupo inocente, pulcro, luminoso y amable. La sombría producción y lírica de este disco no tenía absolutamente nada que ver con la realidad cuando instigas un poco en su biografía –el escándalo del desconocido padre de Frida, el terror a los escenarios de Agnetha, la muerte de su mentor y mánager, problemas con la bebida, crisis compositivas, discusiones, separaciones y divorcios mientras seguían compartiendo sesiones de estudio y actuaciones– . En el disco se ve a un grupo cansado de popularidad, buscando sonoridades nuevas y composiciones bastante alejadas de aquellos singles que tan bien les condujeron a la fama. Las letras tratan una fase radicalmente opuesta a aquella época del “Waterloo” o “Dancing Queen”. Hablan de muerte, de crisis de mediana edad, vidas tristemente ordinarias, maternidades en soledad, inviernos gélidos, soldados que dan la batalla por perdida, entes extraños que llaman al timbre de la puerta para llevarte con ellos, gente solitaria que intenta encontrar el amor en la sección de contactos del periódico, de abandono, de desayunos de apatía en pareja ante unas tostadas frías… Todo tiene un aire decadente que me parece tan mágico como real. Caretas fuera, esto es lo que estaba pasando dentro del propio grupo y nos lo estaban contando al oído.

Como guinda, fue su mayor fracaso comercial, siendo el disco que menos ventas acumula de toda su discografía. Fue el primer disco de un grupo en formato compact disc, en 1982, el principio del fin está también presente de esta manera. El single promocional fue ‘One of us’, ese medio tempo con mandolinas, letra de ruptura y probablemente una de las mejores líneas de bajo de la historia. Quizá sea la única canción que el gran público conozca de “The visitors”; de hecho, en aquel recopilatorio tan famoso, “ABBA gold”, es el único testamento de que este disco existió, ya que alguien decidió que ningún tema más de esta colección merecía estar entre lo mejor del grupo.

 

 

Las composiciones de Benny Andersson y Björn Ulvaeus siempre fueron incontestables, pero donde especialmente brilla este disco es en su sobria, moderada y acertada producción. Todo está en su sitio. Cada canción tiene su propia sonoridad, su universo particular, pero aún así el conjunto sigue siendo coherente y honesto. ‘Like an angel passing trough my room’ es el colmo del minimalismo: la voz de Frida y un sintetizador Synclavier a manos de Benny. Como única percusión, el sonido de un reloj. Cuando la escuché por primera vez me quedé helado, pensé en la valentía de tomar aquella dirección para un grupo de sus características y sus pocas ganas de complacer. ‘Head over heels’ abre con uno de mis riffs de sintetizador favoritos de siempre, esa manera de explicar la vida de una tipa transgresora, voluntariosa y avanzada atrapada en un matrimonio con un hombre aburrido y pusilánime es sublime, parece que están contándote una historia ligera y a veces hilarante, pero metida en el contexto del disco parece casi como una forzada sonrisa de dientes apretados que a los pocos segundos se convierte en mueca.

La portada me fascina. En ella aparecen los cuatro componentes, como suele ser habitual en su discografía, pero esta vez ni se tocan, ni se miran. Hay cuatro personas en el mismo habitáculo pero parecen estar en sitios diferentes. Ambos matrimonios –recordemos que aquí había dos parejas felizmente casadas no hacía mucho– estaban ya rotos y, obligados a compartir contrato discográfico y foco, posaron para tal portada como quien no quiere la cosa, como el que tiene que dejar que le hagan una foto para poder después marcharse. Y todo casi a oscuras. ‘The day before you came’, no incluida en el vinilo original pero luego rescatada en su versión del cedé, es la última grabación del grupo. En ella una desganada Agnetha cuenta sin ornamento ni artificio ninguno el monótono vagar de los días cuando no hay nada por lo que ilusionarse. Canta con una desidia poco habitual, con ganas de acabar con aquello. De hecho Frida declaró que ya estaba cansada de trabajar juntos y Michael B. Tretow, su leal y eficiente ingeniero de sonido, remarcó en una entrevista el frío e incómodo ambiente que se respiraba cada vez que todos coincidían en el estudio. Después de esta grabación el cuarteto decidió tomarse un descanso que nunca acabaría.

 

 

Probablemente sea uno de los discos que más veces haya escuchado en mi vida, sus progresiones de acordes y melodías marcaron muy fuertemente mi forma de componer, llevo más de media vida reivindicando el puesto en el que se merece estar. El sonido, la mezcla, los arreglos, las interpretaciones, todo hecho con una delicadeza arriesgadísima y bastante alejada de los parámetros comerciales de la época. Es el conjunto de todo eso lo que convierte esta grabación en uno de mis altares personales. Ese documentar la decadencia, de hacer del desplome un show digno de ser aplaudido y ese vano intento de intentar dulcificar lo amargo de manera tan bella es algo que no he encontrado en ningún otro disco. Hace poco más de un año, en una visita a Estocolmo, aquella ciudad sueca que vio despegar y destrozar el avión, estuve toqueteando el equipo original del estudio que ellos mismos se construyeron, Polar Music Studios, con el que se grabaron los tres y mejores últimos discos de ABBA: los instrumentos, los efectos, la mesa de mezclas… Al final acabé haciéndome con uno de los cables originales de aquella mesa, que ahora tengo en mi estudio a modo de fetiche. Cuando tengo que grabar algo que es realmente importante para mí uso ese cable pensando que aún queda algo de la energía que los cuatro suecos insuflaron en “The visitors”. A veces creo sentir que esto es verdad, que tengo un pequeño trozo de gloria en mis manos y que con él tengo el poder de invocar a mis dioses.
Si dispones de un rato escúchalo en su totalidad, es un disco para sumergirte en él con la máxima atención y sin que nada te entretenga, sin darle a la pausa ni pararlo. Ojalá te llegue y llene tanto como a mí.

 

 

Anterior entrega de Punto de partida: Santi Capote y Bananarama.

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