Gran pantalla, de Biznaga

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DISCOS

«Doce detonaciones que hacen las delicias de los monaguillos del punk, aunque dulcificado con melodías asimilables para todos»

 

Biznaga
Gran pantalla
SLOVENLY RECORDINGS, 2020

 

Texto: SARA MORALES.

 

Lo han clavado. Y no solo por desmontar la creencia de que el punk en España murió con Eskorbuto, sino porque con esta nueva docena de trallazos desafían a una realidad a la que era necesario plantarle cara de una vez.

Gran pantalla es el tercer asalto de esta banda madrileña que nació en 2012, que dos años después debutó soterradamente con Centro Dramático Nacional y que hace tres continuó con Sentido del espectáculo. Pero ha sido ahora, en este extraño 2020 que nos está tocando vivir, donde han encontrado el lugar exacto y el momento preciso que estaba reservado para ellos y su imponente correctivo.

Desde allí, desde el podio que ocupan ahora como renacentistas de la subversión de asfalto, andan aplastando (y reprochando) la inercia del comportamiento humano en estos tiempos de sumisión y automatismo motivado por el auge de las redes sociales, la sobreexposición individual y un abrumador torrente de información que termina desinformando entre tanto ruido. Han ejecutado la radiografía del escenario social al que asistimos de un modo tan realista y tan veraz que duele, que machaca, que espanta… Y en el que no nos gustaría nada vernos reflejados a pesar de que, por supuesto, ahí estamos todos.

En plena era de la comunicación y la tecnología avanzada, nuestro mundo late enfermo y herido de muerte en integridad. Se asiste a la vida más comunicados entre nosotros que nunca, más instruidos que nunca, pero a la vez —y paradójicamente— más lejos los unos de los otros que nunca, travestidos de esa felicidad aparente que se vende (y se compra) a través de la Gran pantalla. Y mientras nos empeñamos en publicitar nuestras satisfacciones y orgullos personales, desde una soledad latente que cuesta reconocer, andamos asistiendo a la dictadura del gigante tecnológico que nos engulle, nos atrapa, nos obsesiona, nos convierte en dependientes y nos falsea.

Así comienzan y terminan conceptualmente Biznaga este tercer trabajo grabado y mezclado por Raúl Pérez en los estudios sevillanos de La Mina, masterizado en Berlín por Tim Warren y alabado al fin por la industria y el público, en doce detonaciones que hacen las delicias de los monaguillos del punk, aunque dulcificado con melodías asimilables para todos. Una incontinencia verbal, a ritmo esquizoide y pop revoltoso, que reparte cera en versos perpetuos: «La pantalla es Dios» y «La democracia es vigilancia, yo soy solo información» en «2k20″, «El algoritmo tiene todas las respuestas» en «Motores de búsqueda avanzada» o «Libremente se esclaviza, disciplina exhibicionista, las visitas monetizan, calderilla y dopamina» en «Libertad obligada».

El carácter más sereno de reminiscencias post punk, que enfatiza temas como «Error 404» y «Adorno», nos arrastra hasta fracasos diarios arraigados en el materialismo. Y en la impermeable lucha contra las consecuencias de una existencia capitalista, individualista y opresiva, la banda campea con azotes como «Producción de sentido 24/7», «No-lugar» y la neurótica «Atentado».

Una Gran pantalla que se sostiene entre los «Usos» y «Abusos» del sistema, como reflejan sendas pistas instrumentales con voces procesadas a modo de distopía contemporánea, que abre con unas «Ventanas emergentes» por las que entra el aire de la insubordinación y se cierra con la redonda «Último episodio» para terminar de respirarlo.

Cuando estalló el punk a mediados de los setenta, este se afanó en abordar la pérdida de fe en el progreso a través de sus bandas y canciones. Hoy, casi tres décadas después, asumiendo que el progreso ya nos ha devorado a todos, esa pérdida de fe se centra en el ser humano y sus ciudades desoladas. Y no solo por lo que estamos presenciando estas semanas a consecuencia de la pandemia, sino también por ese vacío abrumador aun estando atestadas de gente. Biznaga han sabido retratarlo en un disco que palpita taquicárdico y refleja una realidad a la que jamás asistiríamos de haberlo sabido.

Anterior crítica de discos: Better hurry up, de Caleb Caudle.

 

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