Gigantes y Molinos (8): Gigante Cáceres

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«Cuando ningún hippie había soñado con la paz y el amor universales él y sus amigos de la bohemia porteña organizaban jam sessions en casas abandonadas»

Cáceres. Juan Carlos Cáceres, un inconmensurable gigante de leyenda y discografía semioculta, adictiva para sibaritas sonoros. Con él, Sergio Makaroff cierra sus veraniegos «Gigantes y Molinos».

 

Una sección de SERGIO MAKAROFF.

 

Para terminar esta serie de recomendaciones veraniegas, un gigante: Juan Carlos Cáceres, más conocido como Cáceres a secas. Graba en Mañana, el sello de mi hermano. Eso no me causa ningún conflicto, ya que una compañía discográfica es el peor negocio del mundo. Esta en particular es un capricho de Eduardo, que gracias a su éxito con Gotan Project puede darse el gusto de lanzar discos de los mejores artistas emergentes del Río de la Plata. Estamos hablando del resurgimiento imparable del tango, la milonga, el candombe y la murga, los géneros resultantes de la fusión del legado africano con las sonoridades europeas, a caballo entre Argentina y Uruguay.

Cáceres es pianista, trombonista, compositor, cantante, pintor, profesor de Historia del Arte y conferenciante. Muchos jóvenes quisieran tener su energía arrolladora, su entusiasmo, su convicción.

Vive en París desde mayo del 68, pero antes, en su Buenos Aires natal, se había convertido en uno de los personajes clave de la escena beatnik y existencialista. Cuando ningún hippie había soñado con la paz y el amor universales él y sus amigos de la bohemia porteña organizaban jam sessions en casas abandonadas y copaban el ambiente de las humeantes caves de jazz. En uno de esos antros, el legendario sótano La Cueva, dio sus primeros pasos el rock argentino. Pero eso fue después de que Cáceres, Hugo Pratt y otros adelantados a su tiempo sembraran la semilla del inconformismo y la transgresión… para luego volar a las grandes capitales del mundo.

Cáceres está como una cabra, que Dios lo bendiga. Su pasión por revisar la Historia y reivindicar las aportaciones de los esclavos africanos del Virreinato del Río de la Plata lo lleva a arengar al personal con espíritu de barricada. Es el mismo arrebato con el que canta –ruge– su repertorio de magníficas canciones basadas en la herencia de ese mestizaje forzoso.

Le he puesto letra a algunas de las melodías que Cáceres compuso para su próximo álbum. Nuevamente, no me da ningún reparo comentarlo en EFE EME: las chances de que me haga rico con ese proyecto son minúsculas. Lo que ya conseguí –y nadie me puede quitar– es el orgullo y la alegría de firmar canciones con uno de mis artistas favoritos del mundo entero.

Y esa sensación –lo sabes tú bien– no tiene precio.


Anterior entrega de Gigantes y Molinos: Una de Cal y otra de arena.

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