Francisco Silvera, la memoria punk y otros apuntes necesarios

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«La industria ha fomentado la basura más rentable y la música melódica más tonta, haciéndola pasar por juvenil y moderna, y así nos va»

 

Con su último libro publicado, Los Camaleones. Memoria punk, Francisco Silvera pone el foco sobre cuestiones vitales en el funcionamiento de la industria musical, en la inercia de la propia cultura y en el estado de salud que sufre la escena, antes y hoy. Este es un buen momento para hablar sobre todo ello, a colación de estas páginas. Manuel de la Fuente se pone manos a la obra.

 

Texto: MANUEL DE LA FUENTE.
Fotos: IGNACIO M. JIMÉNEZ DÍAZ.

 

En 2013, preparando un curso de la Menéndez Pelayo en Valencia sobre rock y cine, llegó a mis manos un libro raro de uno de los ponentes, Álbum blanco (Sevilla, 2011); era una novela compuesta por una serie de capítulos que constituían una antología de canciones de The Beatles (el título tenía sentido, aunque era una cita de Lorca), y estaba escrita en dos planos: una historia oscura, nada musical, literatura; pero cada capítulo trataba de recrear el ambiente sonoro de la canción citada, su tono emotivo e incluso sus argumentos en las letras. Al final había una sección aparte, “Variaciones”, donde el autor, Francisco Silvera, justificaba y comentaba su selección, llegando a profetizar el Nobel de Dylan.

Silvera había hecho algo interesante, sin pretender ninguna revolución, si bien su carácter excéntrico (nació y vive en Huelva, donde ejerce de profesor de filosofía) lo había relegado a una atención mediática en absoluto acorde a la claridad, profundidad y rigor de su obra. Aquel libro mereció mejor suerte. Literariamente obtuvo algún parabién en forma de reseña o recomendación, pero el mundo beatlemano no se dio por aludido (a pesar de su supuesto coleccionismo militante) y voló también bajo el radar de las revistas musicales.

 

Hablando con Francisco Silvera

Ahora me encuentro del mismo autor con Los Camaleones. Memoria punk (Úbeda, 2021). Veo que lleva el subtítulo Libros de música, IV y sabiendo que el citado era el primero, aprovecho para preguntarle por este salto. «Tengo en marcha un proyecto de libros inspirados por piezas musicales, Álbum blanco fue el primero, el segundo se titula La geometría del tiempo y tengo acabado un tercero, Libro de tientos. También tengo muy avanzado un quinto volumen, son colecciones de cuentos basados en composiciones; Los Camaleones andan por aquí, pero nadie tiene interés alguno por un trabajo de este estilo en España, no sé por qué, creo que en Estados Unidos o Reino Unido (incluso en algunos sitios de Sudamérica), cabrían para un determinado nicho de lectores. Aquí de momento no, pero se trata de perseverar y resistir como el Dúo Dinámico», me comenta con sorna.

 

«Estamos valorando sonidos que en los ochenta no contaban ni como música de basurero, mientras es imposible conseguir ediciones de discos como los de Alphaville, Los Ilegales, El Pecho de Andy, Carmina Burana…»

 

No es un novato Silvera ni anda falto de algún aura, la Asociación de Crítica Literaria Andaluza le señaló con uno de sus premios en 2019 y ha sido antologado con cierta frecuencia. Los Camaleones. Memoria punk es un milhojas narrativo, uno podría ir penetrando capa a capa localizando libros paralelos que suceden simultáneamente: ficción, memoria, historia, sociología, estética, crítica musical y rocanrol, rock de fondo. Para cualquier aficionado a la música es un libro de reivindicación del descaro punk y de la intención artística de fondo, más allá de la estupidez del peinado o la pose o el virtuosismo vacuo que han terminado triunfando; y también es una descripción de la Movida excéntrica, saliendo del madridcentrismo que ha ocultado las diferentes “movidas”, casi en cada pueblo ibérico, minoritarias y rebeldes, aunque se haya edulcorado su significado hasta convertirlas en parodia.

«Yo soy un gran admirador del rock progresivo, del folk de los años setenta, de la psicodelia o el rock and roll de los cincuenta; oigo con gusto mucha música reciente y actual, pero creo que el rock como transmisor cultural empezó a morir con los ochenta, quizá fagocitado definitivamente por la gran industria en una de esas contradicciones del capital que son de libro: en vez de mantener la fuente de ingresos diversificando el mercado, ha fomentado la basura más rentable y la música melódica más tonta, haciéndola pasar por juvenil y moderna, y así nos va», afirma el autor. «Dirán que es cosa de cómo se sepan vender los artistas, pero no lo creo, es cuestión de oferta editorial y de demanda del público: estamos valorando sonidos que en los ochenta no contaban ni como música de basurero, mientras es imposible conseguir ediciones de discos como los de Alphaville, Los Ilegales, El Pecho de Andy, Carmina Burana, Diseño Corbusier, Mar Otra Vez o los DRO. Guitarristas como Adrian Borland (con esos acordes llenos de disonancias, capaz de hacer baladas extrañas y preciosas como «Total recall»), Vini Reilly (y toda su inigualable producción como The Durutti Column, para el sello Factory), o grupos de pop geométrico y perfecto como The Monochrome Set, dadaístas complejamente simples como Five or Six, o la primera época de Eyeless in Gaza, precursores de Wilco como Rain Parade, grupos que han marcado el sonido del rock como The Chameleons… Todos ellos languidecen en el recuerdo mientras elevamos mitos incomprensibles y sin saber por qué. Mi libro no es de nostalgia, es reivindicativo, es punk, provocador y musical. No he sido músico profesional, pero sé lo que siente con una Gibson ES 330 retroalimentándose sobre un escenario, entiendo a Gary Clark Jr., y ese gusto por el sonido está presente en mis libros de música». En su novela El mar de octubre (Madrid, 2019), tenebrosa historia de bajos fondos de clase alta, algunos personajes coleccionan discos, visitan tiendas conocidas por toda la afición y uno de ellos pretende, incluso, llevar un gorro de piel que perteneció al Zimmerman mientras analiza la forma de tocar la batería de Nick Mason.

 

«Mi libro no es de nostalgia, es reivindicativo, es punk, provocador y musical»

 

En definitiva, Los Camaleones narra en primera persona la trayectoria de un grupo español a lo largo de las últimas décadas. Son unas memorias de una formación ficticia pero, como la buena literatura, lo que cuenta es más reconocible y real que los discursos políticos que plagan de supuestas verdades los programas informativos. Con un ritmo ágil y ameno, desgrana como pocas obras la amargura de esas formaciones que no forman parte del mainstream, que transitan por una época mientras asisten atónitos a etiquetas (como la “movida”) que ni reconocen ni les representan. Para guiar al lector, se incluye un revelador prólogo de Julián Hernández (Siniestro Total). Esperamos que el autor complete el ambicioso plan con el resto de libros. Ah, y para quienes hemos conocido al autor y lo hemos visto sobre el escenario (esto es, cuando se expresa y filosofa con la guitarra), solo puedo decir… ¡cómo toca Silvera!

Los Camaleones mantiene esa estructura de música y variaciones, una parte narrativa y otra de ensayo sobre las músicas citadas, reiterada en todos los títulos de esta serie. Decía Mariskal Romero, en una entrevista reciente a Francisco Silvera, que el libro le sorprendía porque le hacía pensar, hablando de punk y de rock, sobre las grandes cuestiones de la cultura y, al mismo tiempo, le redescubría una panoplia de grupos relegados que merecían un regreso a nuestras listas de reproducción. Quizá sería un buen momento para reeditar Álbum blanco, sacar los volúmenes de cuentos y hacerse con esta Memoria punk, y todas las músicas que lleva dentro: «Es pura diversión para los enfermos de la buena música que, a diario, descubren algo, como yo mismo», diagnostica Silvera.

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