Fotopress: Julio Valdeón Blanco

Autor:

«Si repaso mi colección de música negra la mayoría de los discos tienen más de cuarenta años. ¿Debería de preocuparme? Quizá, pero no encuentro a nadie que me emocione como lo hicieron Robert Johnson, Muddy Watters, Solomon Burke, Ray Charles, Sam Cooke»

 

Periodista y escritor, Julio Valdeón Blanco vive en Nueva York (desde allí colabora en «El Mundo»), escribe columnas de opinión en periódicos de Castilla y León y en las revistas «Leer» y «Ruta 66», también en EFE EME. Ha publicado cuatro novelas (la última es de 2008, «Verónica») y el imprescindible «American madness. Bruce Springsteen y la creación de ‘Darkness on the edge of town».

 

Foto: DOMINGO PAILLET.

 

Fecha y lugar de nacimiento.
1976, Valladolid.

¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
Gardel, Mozart, Labordeta, Paco Ibáñez, Concha Piquer, Verdi, los Beatles, Simon & Garfunkel, Juanita Reina, la banda sonora de «Canciones para después de una guerra», Stravinsky, Jorge Negrete, El Pali, Beethoven, Bob Marley, Joaquín Díaz… De todo, aunque abundaba la, digamos, crónica sentimental de España.

¿Cuál fue el primer disco que compraste?
«Money for nothing», recopilatorio de Dire Straits.

¿Y el último?
«It serves you’re right to suffer» (John Lee Hooker) y «Today!» (Skip James). A la última, vamos.

Selecciona tres discos internacionales esenciales de tu colección.
«Tell mamma» de Etta James, «The river» de Bruce Springsteen y «Sticky fingers» de los Stones. También podrían ser «Rust never sleeps» de Neil Young, «I’m your man» de Leonard Cohen y «Astral Weeks» de Van Morrison… Depende del día, de la hora, de lo que haya comido, bebido y fumado, etc.

Selecciona tres discos nacionales esenciales de esa misma colección.
«Honestidad brutal» de Andrés Calamaro, «Blues de la frontera» de Pata Negra, y «En vivo», el disco en directo de Chavela Vargas del 93. O bien «Taquicardia» de Vainica Doble, los «Boleros enfermos de amor» de Javier Corcobado y «19 días y 500 noches» de Joaquín Sabina. O bien…

Un disco doble al que no le sobra nada.
«Blonde on blonde», de Dylan.

Un grupo o cantante a quien rescatarías del olvido.
Moris. No exactamente olvidado, pero casi.

¿Cuál fue el primer concierto al que asististe?
Camarón. Apenas tenía doce años. En consecuencia dudo haberlo apreciado como merecía.

¿Y el mejor concierto que has visto?
Cachao, en el Blue Note, hace cuatro años. Sublime ejercicio de pasión a cargo de un anciano incontenible.

Elige y razona tu elección:

Serrat/Aute.
Serrat, el de los setenta, con un cancionero que a estas alturas no vamos a descubrir. De todas formas ninguno forma parte de mi santoral.

Sabina/Calamaro.
Calamaro es el mejor escritor/interprete de rock and roll en español de la historia. Punto. O mejor: su década de los noventa, con y sin Los Rodríquez, más el añadido de «El salmón», marea. Si tuviera que elegir a un solo músico, y ahorrarnos el cuestionario, elijo a Andrés. Incluso, ay, aunque sus últimos discos rocen el ejercicio de estilo. A Sabina le perdonaba (casi) todo. Ya no. Ha dilapidado la senda abierta con «19 y 500 noches». Ahora es, oh, escritor, poeta, columnista. Si te codeabas con Bambino o José Alfredo Jiménez no entiendo a qué viene abandonarlos, porque prefieres figurar junto a los comentaristas de guardia y tribuna, abandonando la caza de la cancion perfecta por el poema agrario sobre el BOE. Los caminos del ego son inescrutables. Pena, penita, pena.

Nacha Pop/Los Planetas.
Nacha Pop fueron enormes. Los Planetas me aburren un poco. También bostezo con My Bloody Valentine o Los Pixies. No es mi rollo. Prefiero mil veces a Burning. A Mártires del Compás. A Pata Negra, Dogo y los Mercenarios, Carlos Berlanga, Ariel Rot o José Ignacio Lapido.

NachoVegas/QuiqueGonzález.
Cada día tolero peor a los raritos, tanta sensibilidad a flor de piel, el lobo feroz que ejerce de tal. Me quedo con Quique González, al que tanto reprochan desde la trinchera moderna su sobredosis de referencias americanas. Qué vamos a hacer, el country no es cool.

La Mala/La Bien Querida.
La Mala, puro barrio, tan insolente y cañera, me provoca incontenibles bostezos. No es mi mundo. El disco de La Bien Querida apenas lo he escuchado.

Jacques Brel/Serge Gainsbourg.
Brel, aunque de Gainsbourg fascina el hechizo canalla. El mismo, mira por donde, que los guays nunca perdonaron a Sabina cuando era Sabina.

Frank Sinatra/Elvis Presley.
Sinatra… Qué cabrón, ¿cómo podía cantar así? Claro que por afinidades estéticas debiera de elegir a Elvis, el de Sun y también el del 68. En realidad, no puedo. Ambos.

Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
Disculpen la herejía, pero Motowon nunca me enamoró del todo. Dame Stax, Atlantic, Muscle Shoals, el soul de los sesenta, de calle. Respecto a Springsteen, bueno, mi devoción no equivale a ceguera. Cuando firmó un contrato con un adelanto de cien millones de dólares laminó su futuro, artístico, se sobrentiende.

Tom Waits/Lou Reed.
Tom Waits, si bien «Transformer», «New York», etc., apabullan.

Michael/Jackson/Prince.
A Prince lo escuché mucho en su día. Todavía me parece asombroso. Jackson bailaba, sí, y tiene grandes discos, pero vivía del pasado. Tanta coreografía, tanto grito, tanto leer/escribir sobre su médico, familia y deudos, agota a cualquiera.

The Rolling Stones/The Velvet Underground.
¿Pasión, latido blues, aromas de country añejo, chulería y rock and roll, o perfume a vanguardia y malditismo ilustrado? Los Stones. Hay quien hubiera matado por haber visto a los Ramones, Televisión, Patti Smith, etc, en el CBGB. Yo hubiera preferido asistir a un bolo de los Stones del 72.

Bob Dylan/John Lennon.
Es injusto comparar con Dylan. No me refiero solo a su etapa mágica de los sesenta. Pienso también en los setenta, «Blood on the tracks», la gira posterior, «Street legal», «Slow train coming», uf. O en los últimos veinte años, «Oh mercy», «Time out of mind», «Love & theft», «Modern times»… Por supuesto, los Beatles son los Beatles. Fuera de ellos la dicotomía Lennon/Dylan no se sostiene.

Neil Young/Elvis Costello.
La coherencia, clase, cultura y brillo de Costello me enamoran, mas mi corazón pertenece a Neil. Es el puto amo. Canciones como ‘After the gold rush’, ‘Will to love’, ‘Tonight’s the night’, ‘Like a hurricane’, ‘Ambulance blues’, ‘Pocahontas’, ‘Cocaine eyes’, ‘Love and only love’, ‘From Hank to Hendrix’, ‘I’m the ocean’, ‘Light a candle’ o ‘Hitchhiker’, y dejo mil fuera, viajan cosidas a mis tripas. Hasta que toque apagar las luces.

Youssou N’Dour/Fela Kuti.
Soy más de Alpha Blondy.

¿Por qué decidiste dedicarte a la crítica musical?
Por compartir descubrimientos, certezas, pasiones, fobias, enamoramientos, subidones, cabreos, dudas. Crecí hechizado leyendo a otros. Vibrando con los discos y también con los discos contados. Aquella brillante frase de Zappa, escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura, es una «boutade». Sacrifica la verdad por el injusto y colorista latigazo.

¿Quién fue tu maestro periodístico?
Si nos atenemos a la crítica musical, Diego A. Manrique, claro, que me enganchó para siempre con la «Historia del Rock» que coordinó en el 86. Por no hablar del «Ambigú» que estás en los cielos y ojalá vuelva. También Ignacio Julià, o Jaime Gonzalo, siempre a su bola, omnívoro en su apetito cultural, visceral y brillante, o la Patricia Godes que escribía de soul, tan sarcástica y combativa como bien informada, etc.

Un equipo de fútbol.
Cuando era un forofo, de pequeño, el Real Valladolid, con el que tanto sufrí. Hoy, aunque solo sea por las estupideces que leo a diario, que si el tiqui-taca aburre, que si Messi es un genio porque le inyectaron la hormona del crecimiento, aunque solo sea como antídoto contra la demagogia, soy, más que nunca, del Barcelona… España es un país asombroso, de puro sectario.

Un político.
Manuel Azaña, Salvador Allende, Nelson Mandela.

Una ciudad para vivir.
Nueva York, Madrid, Gijón.

El disco que detestas y que despierta alabanzas entre tus compañeros.
Muchos del actual r&b. Si repaso mi colección de música negra la mayoría de los discos tienen más de cuarenta años. ¿Debería de preocuparme? Quizá, pero no encuentro a nadie que me emocione como lo hicieron Robert Johnson, Muddy Watters, Solomon Burke, Ray Charles, Sam Cooke (Sam Cooke, ¡por dios!), o James Brown. En Estados Unidos los jóvenes afroamericanos asocian el soul y el blues con la marginación. Con la miseria. Entiendo que quieran disfrutar de las prerrogativas económicas de los blanquitos ricos. Competir con las divas prefabricadas en la incubadora Disney. Celebro que ganen pasta y la disfruten. Pero la amnesia, el triunfo, han traído incorporada una lluvia de mierda.

¿Vinilo, CD o mp3?
Si miro a mi alrededor y veo lo que abunda en casa, CD. El vinilo es mucho más bonito, y también más incómodo.

La película que nunca te cansas de volver a ver.
Tantas… «Las uvas de la ira», «Centauros del desierto», «Retorno al pasado», «Perdición», «La ventana indiscreta», «Hannah y sus hermanas», «El gatopardo», «Casablanca», «Derzu Uzala», «Spirit away»…

El libro que nunca te cansas de releer.
Otro imposible. «Los ejércitos de la noche», «Poeta en Nueva York», «Diario de un joven malvado», «Cien años de soledad», «Mujeres», «El gran desierto», «Los santos inocentes», «A la sombra del tiempo perdido» (en pequeñas dosis, o no haría nada más), «Suave es la noche», «Ada o el ardor», «Dublineses», «Galíndez», «París era una fiesta»…

Una serie de televisión.
«The wire», «Deadwood», «The Sopranos».

Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los supermercados, ¿qué discos seleccionarías?
Procuro comprar por internet. Como sale más caro, cuando voy al súper, aquí en Harlem, llevo el iPod. De todas formas lo peor no es el súper, donde a veces suenan Stevie Wonder, etc. Lo peor son las zapaterías de la 14, y las boutiques lujosas, y los grandes almacenes, todos empeñados en lobotomizarte a base de chunda-chunda, ya sea en plan molón, tipo Sónar, o en la onda macarra. Ambas variantes me provocan pensamientos tétricos, delirios con forma de hongo atómico, cositas así.

Anterior entrega de Fotopress: Miguel Ángel Bargueño.

Artículos relacionados