Fotomatón: Igor Paskual

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«Paul McCartney es más rompedor que Lennon, aunque no lo parezca; su problema es que nunca supo dar titulares a la prensa»

 

Igor Paskual (ya saben: ex Babylon Chat, guitarrista y compositor de Loquillo y solista con, por el momento, un disco) publica estos días su primer libro, «El arte de mentir», ocasión que no desaprovechamos para pedirle que se siente delante del fotomatón, y sonría a la cámara.

 

Foto: KIKE LLAMAS.

 

Nombre completo, fecha y lugar de nacimiento.
Igor Paskual del Valle. 13 de diciembre de 1975. San Sebastián.

¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
Muchísima música clásica, cosa que hoy en día agradezco a mis padres, porque es un mundo apasionante. Como mi madre estaba enamorada de Cortázar y Leonard Cohen, pues al canadiense lo tengo desde entonces asociado con recuerdos infantiles y, por supuesto, hasta los trece o catorce años me pareció un muermo. También se oía mucho al Dúo Dinámico, a Los Brincos, que me flipaban, y a Los Pekenikes, que aún me siguen pareciendo uno de los mejores grupos que ha habido en este país de largo. Junto con Gabinete Caligari, un grupo auténticamente español. Mi abuelo materno, que vivía con nosotros y es la rama asturiana, escuchaba mucho a Antonio Machín, al que había visto actuar, y al Presi, un cantante de tonada asturiana.

Si no te hubieras dedicado a la música, ¿qué te gustaría haber hecho en tu vida?
Me hubiera gustado ser futbolista. Muchísimo. Pero no hubo manera. Y no pido tanto, solo marcar un gol, un solo gol, en Atotxa, así que imposible. En un plano más realista, y dentro de mis aptitudes, creo que sería un buen arqueólogo o, mejor aún, profesor de Arte; obviamente no en la enseñanza secundaria: mi paciencia es muy limitada.

Un consejo para quienes aspiren a vivir de la música.
Hay que plantearse tres preguntas: ¿Tienes algo propio que contar? ¿Crees que el mundo tiene que escucharte? ¿Estás dispuesto casi a todo por conseguirlo? Si la respuesta es afirmativa, adelante. El problema es que normalmente nadie suele contestar a la primera pregunta con sinceridad.

¿Cuál fue el primer disco que compraste?
Uno de Chuck Berry o de Eddie Cochran; no sé cuál fue primero, pero creo que el de Berry.

¿Y el último?
«Hotel Shampoo» de Gruff Rhys. Bueno, no, ese fue un regalo fantástico. El último que pagué fue uno de Roy Orbison.

Selecciona tres discos esenciales de tu colección.
«Appettite for destruction», de Guns N´ Roses. «Chet Baker sings», de Chet Baker. «Dwightyoakam.net», de Dwight Yoakam.

Un disco doble al que no le sobra nada.
«The river», de Bruce Sprinsteen. Ahí está todo el recorrido emocional posible por el que un ser humano que está madurando se puede enfrentar. Con ese disco puedes llorar tanto como mover el culo. Y en España, al margen de los míticos dobles directos de Miguel Ríos y Loquillo, y por seguir con obras de estudio, me parece buenísimo «Autobiografía» de Duncan Dhu; dos autores plenos de inspiración, complementarios, cantando sin imposturas y muy bien arreglado. También es buenísimo el «In bitter pink» de Los Bichos, aunque flojea un poco hacia el final.

Cita un músico al que te gustaría producir o editar un disco.
A Izzy Stradlin. Además, creo que me necesita porque, aunque sigue facturando buenas canciones y discos, creo que está un poco acomodado. De aquí me gusta mucho César Pop, y le vendría bien que yo le produjera para quitarle esa influencia nefasta del mundillo cantautoril, aunque lo más seguro es que él terminase produciéndome a mí y así me quitaría bastante tontería, que también la tengo.

Un grupo o un cantante a quien rescatarías del olvido.
A Ginger y a su antigua banda The Wildhearts. Y, en general, todo el rockabilly, doo woop y rock and roll de los años cincuenta, incluyendo a Ricky Nelson.

 

Elige y razona tu elección:

Serrat/Aute.
No conecto con ninguno. El trémolo de Serrat me resulta, por desgracia, odioso y, aunque suene a sacrilegio, prefiero el ‘Mediterráneo’ de los Rebeldes al suyo. Me deja frío, justo lo contrario que me ocurre con el ‘Asturias’ de Víctor Manuel, por poner un ejemplo de alguien de su generación. Y Aute, no sé, me cae bien pero es demasiado izquierda rijosa de colegio francés para mi gusto. Eso sí, ‘Al alba’ es un temón.

Sabina/Robe Iniesta.
Sabina escribe muy muy bien pero no me siento nada cercano a su mundo de putas vocacionales, cubatas y esposas frígidas. En Argentina me decían, «sos una mezcla entre Johnny Thunders y Sabina» y… ¡lo decían como un elogio!, en plan «sabes contar una historia». Y yo daba las gracias, claro, porque allí Sabina es un Dios… Te preguntan todo el rato: «¿Conocés a Joaquín? ¿y a Santiago Segura?». De Extremoduro nunca escuché una canción entera. Todos me aseguran que Robe es un gran letrista, pero esa forma de cantar me supera y no he conseguido adentrarme en ningún disco. Y eso que lo he intentado muchas veces. Estoy rodeado de fans de Sabina y de Extremoduro, ¡son muchos y apasionados!

Radio Futura/Los Planetas.
Radio Futura son muy grandes. Y que hayan conseguido vender muchos discos con una propuesta así me parece algo de otro mundo. Le debemos mucho a Auserón, incluso cuando en muchos de sus artículos se pone innecesariamente oscuro, como si eso fuera un marchamo de intelectualidad, pero, al menos, sabe de lo que habla. Enrique Sierra y su hermano también tenían mucho rollo tocando. El mundo Los Planetas/»Rockdelux» no me interesa nada. Resulta curioso cómo los oyentes y lectores de ese mundillo se consideran intelectualmente superiores al resto cuando son el público más influenciable y menos crítico que hay en España. Ese es un mérito que hay que reconocerle a Santi Carrillo: conseguir que un montón de borregos se crean listos. Enhorabuena.

Nacho Vegas/Quique González.
Dante, en la «Divina comedia», situaba en las profundidades del infierno a los que «están sumidos en la dulzura de la melancolía» y tenía bastante razón. Al margen de lo que diga Dante, ninguno de los dos me transmite el entusiasmo o la alegría de vivir que necesito en mi dieta musical. Demasiadas nubes negras y agobios innecesarios… problemas ya tengo yo bastantes. A ver, a Nacho le quiero un montón y admiro el trabajo y la constancia de ambos, pero pertenecen a esa tendencia tan en boga de privilegiar o encumbrar cierta tristeza y no es lo mío.

Jacques Brel/Serge Gainsbourg.
Los dos, quizá más Brel porque lo descubrí por Bowie y lo tengo muy asociado a Scott Walker, que me encanta, pero me gustan mucho los dos.

Frank Sinatra/Elvis Presley.
Los dos también. Lo de Sinatra es descomunal, canta flotando en el tiempo, no sé cómo lo hace. Y Elvis, Elvis es lo más… No puedo elegir. Los dos.

Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
Gana Marvin porque, como Sam Cooke, tenía una entrepierna en la garganta. A Bruce lo admiro mucho, no solo es «The River», sino también algo tan depresivo como «Nebraska». Me gusta cómo se cuestiona su carrera, cómo se enfrenta a sus dudas y la exhibición de fuerza descomunal, casi sobrehumana, como si fuera un héroe griego. Pero en directo no «swingea» las canciones, sino que las machaca, las aplasta y el resultado es que queda demasiado rock and rock y muy poco rock and roll.

Tom Waits/Lou Reed.
A Tom Waits le preguntaron hace años «¿Cómo te sientes cantando letras sobre putas, borrachos y desheredados y que luego solo compren tus discos los chicos universitarios blancos de clase media-alta?» No supo responder. Hasta que no responda tendré un problema moral con Tom Waits. Su música es interesante y cuando le vi en directo me gustó mucho, pero en casa apenas lo escucho. Lou Reed tiene «Transformer» y «Coney Island baby», que están muy bien, pero tiene esa cara de cabrón amargado que no se la aguanto. Es como Mourinho o esos músicos que tocan como enfadados. ¡Alegra esa cara, chico! ¡Tienes un buen trabajo! ¿Sabes qué pasa? Que la expresión de la felicidad aún no está bien considerada entre muchos críticos y parte del público; los artistas piensan que van a tener más credibilidad si ponen cara de agobiados. Ahora todo el mundo pierde el culo por parecer más triste que el de al lado. A Uganda los mandaba yo, para que tuvieran verdaderos motivos para poner cara de mierda.

Michael Jackson/Prince.
Prince está al borde de la genialidad y es un guitarrista que me encanta, pero detesto tener que seleccionar su excesivo e irregular  material. Es como Wagner: «muy bien, Richard, pero a cada ópera le sobran dos horas». Jackson, hasta «Bad» incluido, es una sobrada. Me gusta mucho, mucho. Y de pequeño le oías cantar ‘Ben’ y salía el sol de lo bonito que era.

The Rolling Stones/The Velvet Underground.
Los Stones, aunque la Velvet tiene ese primer disco que casi es el principio de todo y eso la convierte en imprescindible. Lo que pasa es que después de John Cale perdieron la gracia. Los Stones me gustan mucho, incluso el «Voodo lounge» es un discazo. Lástima que sean tan malos en directo, excepto Jagger, que es una bestia y un cantante muy infravalorado, por cierto. Molan, pero de los grandes grupos británicos creo que están por detrás, no solo de los Beatles o los Who, sino también de los mismísimos Kinks.

Paul McCartney/John Lennon.
Paul. Uno de los mejores conciertos que vi en mi vida. Lo que más me gusta de Paul no son sus baladas sino su parte rockera. Nadie canta rock and roll como él. El 14 de junio de 1965, después de grabar la voz de ‘I´m down’, se fue a por ‘Yesterday’, lo que es algo sobrehumano. Y antes había cantado ‘I´ve just seen a face’. ¡¡¡No está mal para un chaval de 23 años!!! Cuando murió su primera mujer, Linda,  no grabó un «Tears from heaven», que hubiera sido lo más lógico, sino que sacó «Run devil run». En esa gira promocional dio una entrevista que es básica para saber qué es el rock and roll. John me encanta y sus dos primeros discos en solitario son maravillosos, pero los de Paul no le van a la zaga. McCartney es más rompedor que Lennon, aunque no lo parezca; su problema es que nunca supo dar titulares a la prensa.

Bob Dylan/Neil Young.
No soy muy fan de ninguno de los dos pero, en los setenta, Dylan escribió canciones brutales y encima estaba fenomenal de voz.

Elvis Costello/Paul Weller.
Los Jam son descomunales. Quizá sea uno de los grupos que más escucho últimamente. Y Style Council es de lo mejor que parió Inglaterra en los ochenta. Paul Weller tiene uno de los mejores repertorios que posee un artista vivo, aunque haya bajado un poco el nivel en los dos últimos discos en solitario. De Costello me gustan cosas: mucho el «Brutal youth» o el que grabó con Allen Toussaint. Como autor tiene ese disco que le compuso a Wendy James, o ‘Girls talk’, esa canción que en voz de Dave Edmunds cobra nueva vida pero, a diferencia del 90% de mis amigos, no soy un entusiasta suyo. Y es que MacManus tiene toda la pinta de ser como ese amigo sudoroso que, cuando entra una tía en un bar se pone nervioso; eso me enferma. Paul Weller será de Woking, pero tiene mucha clase.

Miles Davis/Jimi Hendrix.
Miles me alucina. No todo lo que ha hecho, porque desconozco gran parte de su obra y porque ha grabado discos con unas coordenadas tan particulares que parece que está hablando para sí mismo. A Hendrix le reconozco su papel revolucionario pero, excepto Jimmy Reed, no me gusta mucho el blues eléctrico, ni siquiera BB King. ¡Y ya no te digo Eric Clapton! Con Jimi Hendrix me pasa como con Picasso: sé que son muy buenos y que han influido a media humanidad, pero no me llegan.

Camarón/Enrique Morente.
No estoy preparado ni mental ni emocionalmente para escuchar flamenco. Es una música tan atávica, tan relacionada con la tierra, que no me puedo enfrentar a ese tipo de arte como si nada. De la misma manera que no se debe ir a Machu Picchu o a Stonehenge con las bermudas y la cámara de fotos haciendo el primo. Hay que entrar en eso con una cierta base. El flamenco es una cuenta pendiente y, si algún día me meto en ello, querré saber todo lo posible, su historia, sus palos… Todo.

 

Un equipo de fútbol, un político, una ciudad para vivir.
Real Sociedad, aunque soy socio del U.C. Ceares (Gijón). De políticos me quedo con Kepa Aulestia y Juan Mari Bandrés. La ciudad, Gijón: es perfecta, sobre todo si te gusta comer y beber bien, el mar rugiente y la música. Es muy buena ciudad si, además, tienes hijos como es mi caso. La gente que tiene hijos en Madrid, de verdad, no sé cómo lo hacen, deberían condecorarlos.

Un álbum de homenaje a otro artista que te gustaría poner en marcha.
Al mejor compositor español de todos los tiempos: Jorge Ilegal. Pero es un artista muy difícil de homenajear, es casi imposible encontrar a alguien que interprete esas canciones en esa tesitura y con la ternura y violencia necesarias. A mí, con que Jorge salga de los bares, deje de meterse en peleas y de hacer el idiota, me sirve. Aún espero otro discazo de Ilegales. Tino Casal sí que merece uno, pero hecho por rockeros. Si se le homenajea desde el petardeo, entonces no se aportaría nada.

El disco que detestas y que despierta alabanzas entre los críticos.
Cualquiera de Van Morrison o de Wilco. De aquí, toda esa escuela barcelonesa de gafas de pasta y pinta de eunucos. Hasta Melendi me resulta más creíble que The New Raemon.

¿Vinilo o cedé?
Casete. Es el formato con el que me eduqué y lo echo en falta. El cedé ha sido cómodo, pero fue un atraco a los fans de la música, una vergüenza. Todo lo que le está pasando a la industria discográfica es, en parte, un castigo de Dios por habernos engañado con las supuestas bondades del compact disc.

La película que nunca te cansas de volver a ver. El libro que nunca te cansas de releer.
«The wall», de Alan Parker, y el libro, sin duda, «De profundis», de Oscar Wilde. Aunque creo que el que más veces he leído es el «Nuevo testamento», sobre todo Mateo.

¿Por qué disco te gustaría que te recordaran?
Por algún directo que espero grabar algún día. O por una especie de ópera en la que estoy escribiendo el libreto con el compositor Juan Carlos Casimiro.

Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los ascensores, ¿qué discos seleccionarías?
El ambient o música para aeropuertos es un cuento que se inventó Brian Eno cuando se asustó del silencio que había en el aeropuerto de Colonia. Si hubiese aterrizado en Barajas, te aseguro que nunca se le hubiera ocurrido hacer este tipo de música. En España hay un exceso de ruido de fondo, así que cuando, por fin, alguien se decide a contar algo importante, resulta imposible hacerse escuchar. En los ascensores y en otras muchas partes debería de haber silencio. La última vez que me alojé en el Hotel Palafox de Zaragoza, en el ascensor sonaba, precisamente, la canción ‘Hotel Palafox’, que publicamos en «Balmoral» [disco de Loquillo].

¿Eres de los que opinan que su último disco siempre es el mejor?
En mi caso es empíricamente comprobable.

Anterior entrega de Fotomatón: Damien Lott.

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