Extravagante: Cuélebre

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Extravagante:CuélebreCuélebre
Ave Fénix
LP: SOCIEDAD FONOGRAFICA ASTURIANA, 1983


Una sección de VICENTE FABUEL.


A pesar de su proximidad en el tiempo y como suele pasar cuando discos modestos aparecen fuera de los circuitos habituales, las andanzas de la banda Cuélebre son prácticamente desconocidas fuera de su Asturias de origen. Grupo de aluvión formado alrededor de variados y personales músicos casi nunca en similar onda, desde sus inicios en 1981 se constituyeron en singular formación en cuya hoja de ruta igual figuraba por un lado la recuperación del bable, las raíces neo folk asturianas o los textos políticos de autor, que por otro la conexión con el último pop del momento, y en todos los casos, como si esa mezcolanza estilística no fuese suficientemente indigesta, a menudo con un manejo de los teclados Fairlight netamente anacrónica. Dicho lo dicho, quizás se pregunten cuánto tiempo más han de esperar antes de mover el ratón. Si así lo hiciesen, no habría por qué tenérselo en cuenta, francamente, aunque quizás les sirviese esperar un poco dado que todos estos desvaríos creativos, tamizados tras esos 25 años trascurridos, permiten que emerjan dichosos otros aspectos –entonces menores y ahora saludables– de este controvertido grupo astur.

Sirva como ejemplo del batiburrillo conceptual que siempre rodeó a Cuélebre, que en su primer disco anduvieron tras el cantautor Avelino (López Díaz), colega en las primeras giras europeas de Paco Ibáñez, y personaje que abandonaría el grupo según funcionase sus andanzas en solitario y al que ocasionalmente volvería en cuanto éstas así lo demandasen, aunque el dato que mejor los define es que el grupo jamás repitió formación en ninguna de sus grabaciones. Filtrados ya los debes, el primero de sus haberes es el que arriba ven reproducido: su estupenda portada. Otra que tal, un brillante diseño neo psych de Adolfo García que para nada alertaba de lo que dentro escondía el disco, por un lado variados números en clave astur del teclista del grupo, perfectamente prescindibles; por otro –se reclama la atención debida– el debut de las personalísimas canciones de Pedro Basterrica, curioso, maldito y prácticamente desconocido personaje con importante y bizarra obra posterior en solitario sobre la que alguna vez haríamos bien en volver.

Pues en estos primeros años de carrera las canciones de Basterrica sonaban de dulce, pop radiante sobre melodías de tentación, con ese brillante regusto por el arte del estribillo que tenían los viejos artesanos del pop. Dígase claro ya, aquellas canciones eran tan puritito Guzmán (Solera) que a veces parecían clonadas. La desdicha de que a canciones tan frescas como “Tu cara frente al cristal”, “Un recuerdo” o “En la oscuridad” no se les haya dado nada que no sea la espalda, en justo reparto cabría imputárselo tanto a esos empalagosos arreglillos mencionados, como a los excedentes creativos de una década especialmente rica en propuestas pop. Finalmente, la ceguera mediátíca hacia los productos periféricos también hubo de colaborar lo suyo, de forma que, a mal hecho, no quedaría más reparación que una buena y oportuna reedición en condiciones.

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