Exhalación, de Ted Chiang

Autor:

LIBROS

«Sus narraciones alían intriga científica con asombro ante el ser humano»

 

Ted Chiang
Exhalación
Sexto piso, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Ted Chiang es el escritor de ciencia ficción más prestigioso en este momento. Crea expectación en cada uno de sus relatos, ha sido objeto de premios prestigiosos y su nuevo libro, Exhalación, ha sido recibido con un asombro que hace años que no se veía. Y todo ello con una obra tan corta que apenas llega a los veinte cuentos en tres décadas. Corren alegremente sentencias que afirman que es el mejor escritor de ciencia-ficción vivo, y este supuesto se ve apuntalado por algunos de sus relatos, variados en su ambientación: en unos el componente científico domina todo y en otros es una mera excusa para estudiar caracteres o actitudes humanas.

A este segundo grupo pertenece el que abre la narración, “El comerciante y la puerta del alquimista”, absolutamente borgiano por su ambientación árabe y por su laberíntica pero racional trama. La máquina del tiempo es aquí una puerta que permite avanzar veinte años en él, o retroceder, con el objetivo de buscarse a uno mismo y que es excusa para que el alquimista cuente pequeñas historias intercaladas a la manera de Las mil y una noches.

Dos de los relatos abordan —siempre hay tramas morales o filosóficas detrás, pero sin abstracciones, como fuente narrativa— la cuestión de la educación. El que da título al volumen es un relato de robots en el que estos adquieren conciencia —en su mundo no hay humanos— y concluyen traspasando su historia a una creación divina, la única que podría explicar la perfección de su cerebro. En “El ciclo de vida de los elementos de software”, las mascotas virtuales han alcanzado conciencia, ¿eso supone que se las ha de dar poder de decisión?; es más ¿supone que se las ha de humanizar?

Y relacionada con la educación está la libertad de escoger —el libre albedrío, que se ha dicho siempre— que se pone en tela de juicio. En “Lo que se espera de nosotros” un juguete hace inverso un segundo de tiempo, es decir, las consecuencias de algo que todavía no hemos hecho son anteriores a la causa, como si esa la única elección que nos estuviera destinada.

La cuestión de quiénes somos —uno piensa modestamente que somos nuestra memoria y nuestro lenguaje— se explaya en otros dos relatos. En “La verdad del hecho, la verdad del sentimiento”, un programa informático puede buscar cualquier episodio de nuestra vida, ahora que casi todo lo filmamos. Asistamos a él, quizás no coincida con nuestros recuerdos —¿cuál es la verdad? ¿Las cosas son cómo pasaron o cómo las recordamos?—, pero lo fascinante de este relato es que se estructura en contrapunto, y uno asiste con ello a otra forma de memoria. Un grupo de europeos estudia el lenguaje de una tribu de selvas lejanas y consigue inyectarles la escritura como método también de conservar la memoria. Es fascinante en él el estudio sobre la aparición de una lengua, su inesperado poder, pero también sus limitaciones y sus engaños.

Hay más relatos que parten de situaciones de avances tecnológicos aún teóricos para hablar del hombre actual, que es lo que sin duda va a quedar. Aún es pronto para encuadrar a Ted Chiang en los clásicos, entre aquellos que hablarán a las futuras generaciones siempre, pero lo que es evidente es que sus narraciones alían intriga científica con asombro ante el ser humano. Como Ballard, Bradbury o Philip K. Dick. Como la buena ciencia ficción.

Anterior crítica de libros: Soy camarero, de Jesús Soriano y Lucreativo.

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