Evaristo Páramos: «Si me quedaran tres meses, me gustaría estar en el equipo de Albert Pla»

Autor:

«Me he tenido que tragar mogollón mis palabras, que si volvían ellos yo no iba a volver nunca…»

 

Tras una larga ausencia, y coincidiendo con el cuarenta aniversario de su fundación, La Polla Records regresó a los escenarios el año pasado con la gira ¡Ni descanso, ni paz! Ahora lo hace con el disco en directo Levántate y muere. Carlos H. Vázquez habla con su líder, Evaristo Páramos.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: DANIEL FERNÁNDEZ.

 

¿Qué es ser un punki? ¿Tributa el punki? No, ¿no? Porque no hay nada más patriota que pagar impuestos, y los punkis, en sus cánones, no están muy a favor de los patriotismos. ¿Pero tienen cánones los punkis? Se supone que no siguen normas, ¿no? No sé, chico; yo ya no sé lo que es ser punki.

 

A las nueve y media de la noche, con la luz del flexo en casa y la noche en el campo, Evaristo Páramos, al que le llegaron a la vez los Sex Pistols y Moncho Alpuente, pasea por sus dominios. Dieciséis años después, La Polla Records anunciaba su regreso con la gira ¡Ni descanso, ni paz! y hoy publican el álbum en directo Levántate y muere (Cultura Rock Records, 2020). Evaristo bromea con que sus «esclavos» han echado más leña al fuego. No tiene ni perros ni esclavos, intentaba ser gracioso, pero una vez más —dice— no le ha salido bien. En realidad, está su hija pequeña acostándose, pero «en cualquier momento podría aparecer corriendo y gritando “¡papá!”», advierte. A sus casi sesenta, Evaristo ha sido padre por tercera vez. Y no ha sido «de penalti», sino de «jugada elaborada». Nada hay más punki que hacer lo que te dé la gana.

 

¿Esperabas ser padre alguna vez?
Hace muchos años no, pero luego sí. Ahora he sido padre otra vez.

 

¿Y te esperabas hacer una gira con La Polla Records?
Ni de broma. De hecho, me he tenido que tragar mogollón mis palabras, que si volvían ellos yo no iba a volver nunca… Y todo el rollo.

 

Giráis con Live Nation, nada menos. ¿Qué ha ocurrido?
Lo que ocurrió fue que, a cuenta de un colega de Barcelona, andábamos intentando recuperar los derechos de los discos y los derechos digitales, que no sabíamos ni qué era. Entonces, metidos en la pelea, acabamos hablando con Cultura Rock, que tiene contacto con Live Nation. Salió la idea de dar un «voltio», nos juntamos y dijimos «¡venga!». Y que digan lo que quieran.

 

¿Una gira es siempre lo mismo?
Sumé [Manolo García] y Abel [Murua] ensayaban juntos para pasar la tarde y tocaban cosas de Deep Purple. También estaba Malegüin [Teodoro Saez de Zerain Landazabal], que fue bajista al principio. Curiosamente, ellos ya estaban ahí. Llevábamos dieciséis años, yo me había cambiado de pueblo, no teníamos contacto… Después, cuando volvimos a hablar, vimos que nos habíamos hecho más mayores, que teníamos otro rollo, y decidimos salir a dar una vuelta. Casi ni lo discutimos.

 

¿La ruptura se originó más o menos cuando murió Fernandito?
Fue después. [La ruptura] No tenía nada que ver con lo de Fernandito [Fernando Murua Quintana]. De hecho, cuando él estaba mal pensábamos que había que echarle más cojones que nunca. Pero eso ya pasó. Dieciséis años, casi diecisiete van ya.

 

Tienes un treinta por ciento de pérdida de oído. Otro agravante.
Sí. Treinta y tantos en cada oído. Eso me dijo la chica que me hizo todo el rollo.

 

¿Cómo lo llevas? ¿Te proteges los oídos?
No, no, no, no. Para protegérmelos tenía un chisme que me ponía en las pruebas de sonido, pero ahora solo me lo coloco cuando los vecinos ponen reguetón. Escuchan lo que les gusta, porque el gusto no se discute, ¿eh? ¿Qué le voy a decir yo a nadie de invadir con ruido la casa del vecino? Imagínate lo que podían pensar las viejas de mi época cuando el chaval del vecino ponía a los U.K. Subs o a los GBH.

 

Se espantarían, supongo.
Pues a lo mejor un poco. Sobre todo a las horas que llegábamos a casa y como lo hacíamos. Estábamos en nuestra casa y todo lo que tú quieras, pero ya no se construye como antes.

 

Las paredes son de papel…
Y los coches también.

 

Siguiendo con el ruido, formáis la banda sin saber tocar.
No sabíamos tocar, pero teníamos muchas ganas. También es verdad que teníamos muy pocas gustos en común y al principio era una pelea de perros, como suele decir mi colega Txiki [Raúl Lasa], para hacer cada puñetero cacho de canción. Encima de no tener ni puñetera idea las discusiones eran tremendas.

 

«El cambio que ha habido es en las formas, en lo tecnológico, pero el objetivo es el mismo: dominar»

 

¿En qué momento llegó el consenso?
Más o menos a la mitad de la historia del grupo, o así. Empezaron a salir las canciones… A ver, lo que queríamos tocar ya estaba bastante más claro, pero uno llegaba con una idea y luego los otros cuatro se la discutían. Llegó un momento en el que cada perro meaba su árbol, entonces todo el mundo ya presentaba lo que sabía que más o menos a los demás tampoco les iba a disgustar. Si yo tenía la idea de hacer algo tipo Pink Floyd, que no la voy a tener, no la presentaba en el local, porque no iba a colar.

 

¿Para qué sirve la democracia en una banda?
En nuestro caso, para retrasarlo todo, hacer una evolución más lenta y darnos muchos años de vida. ¡Aunque cómo me jodía no ganar siempre! El famoso «líder» de La Polla, de líder no tenía nada. Perdí nueve de cada diez ginecólogos.

 

¿Crees en la disfunción eréctil?
¡Joe! ¿Lo tengo que decir en público?

 

Claro.
Sí. Supongo que es una cosa que ocurre, pero entonces encuentras otras cosas más interesantes.

 

¿Qué opinas de la eutanasia?
Es una decisión personal. Eso es lo que pienso. Pero hay personas que ya no controlan o no son capaces o no son conscientes de lo que les está pasando; por una enfermedad no pueden ni comunicarse. En ese caso, supongo que tendrá que decidir la familia, que puede ser una gente muy maja o pueden ser unos gilipollas del copón. Yo en eso no me meto. Pero supongo que sería así. Otra cosa es que la gente se lo tome por libre y diga de hacerle la eutanasia a todo el mundo.

 

Pero has dicho que nos están exterminando…
Sí. Es que realmente es un sistema de exterminio, de esclavitud… Supongo que [George] Orwell escribió 1984 por el comunismo soviético, pero me vale para todos lados. En todas partes lo que hay es una élite dominante y una mayoría aplastada que, si fuera consciente de su poder, podría darle la vuelta a la tortilla. Pero mientras estemos «pasmaos», nada. A mí, de pequeño, lo que me dejaban ver era el fútbol y la serie Kung fu, pero cometieron un error en los dos casos. No tenían que habernos dejado ver fútbol ni Kung fu. No sé… Supongo que tú tienes más cultura que yo, porque serás periodista o algo, ¿no?

 

Bueno…
Yo me he leído los libros de [Carlos] Castaneda, que me da igual lo que te puedan parecer, pero ahí vienen unos conceptos muy curiosos y rollos filosóficos, espirituales… Me he leído mogollón de libros de gente que ahora no recuerdo su nombre, porque siempre se me olvida el nombre del que escribe un libro; me gusta lo que pone. Esta gente pilló a las últimas tribus sioux, estudiaron a los indios… Eran personas que solo querían que quedara constancia y pilló a casi todas las tribus. Muy educados todos.

 

Johnny Rotten, que nació en Finsbury Park —«un barrio muy pobre al norte de Londres, un lugar parecido a como te imaginas Rusia hoy en día»—, dice que viene de la basura. Tú, que naciste en Tui pero vives en Oñate, ¿de dónde vienes?
Pues yo vengo de padres gallegos: uno de Pontevedra y una de Orense. De familias con muchos hijos y pocos posibles. Mis «viejos» iban a montar una pescadería, pero sacarse el carnet de conducir le suponía un problema a mi padre, porque creía que los coches eran un asunto muy peligroso, como luego se ha demostrado. Volvió a donde había trabajado de más joven, a Euskadilandia, para seguir con trabajos importantes: peón de albañil, minería, cantería… Ya sabes, trabajos con estudios.

 

¿Cómo se tomaron tus «viejos» que eligieras otro camino?
Muy mal. Era su gran esperanza gallega, su gran esperanza blanca. Ellos habían apostado a que yo mejorara sus expectativas, como hacían la mayoría de los padres de esa época: que su niño no tuviera que andar trabajando debajo de nadie, que tuviera una carrera, que fuera ingeniero o alguna cosa de esas… Que fuera algo importante para no tener que estar pringando toda la puta vida. Se suponía que yo valía para empollar, pero eso es un timo; me aprendía las cosas de memoria, pero no tenía ni puta idea de qué coño estábamos tratando. Podía aprenderme como un lorito las cosas, pero no era bueno para estudiar, aunque ellos pensaron que sí, porque sacaba notas interesantes. Cuando salí de las monjas y de los frailes con catorce años y fui al instituto de Vitoria, no tenía que aguantar a nadie, ni padres ni frailes ni monjas ni la madre que los parió a todos. Iba como un cohete: falsificaba las notas, la firma de mi padre… Mi libro de notas era el más delgado de toda la historia del instituto de tanto borrarlo, primero, para llevarlo a casa y, segundo, para llevarlo al instituto. Entonces se hacía por meses, no por trimestres.

 

¿Cómo ves tú, a través de tus hijas, el sistema escolar?
Que esté dentro de la normalidad al uso. Escuela pública y luego en casa las malas costumbres.

 

«Toda esta mierda es una puñetera ceremonia de la confusión»

 

Dice la letra de “Progreso y ciencia”: «Animales exterminados / y la Tierra haber explotado / Su cabeza haber inventado / trabajar estando sentado». Algo parecido a lo que cuenta “¡Ni descanso, ni paz!”: «La tecnología nos ha derrotado». No han cambiado mucho las cosas…
Sí, porque en realidad es lo que estamos viviendo. Siempre decimos que esto ha sido así durante toda la puta vida, porque nos referimos a todos nosotros, a la elaboración de nuestra puta vida. El cambio que ha habido ahora es en las formas, en lo tecnológico, pero el objetivo es el mismo, que es dominar: una cuadrilla de unos pocos que dominen a una inmensa mayoría para dominar el planeta o lo que carajo tengan en mente, porque hay que estar muy mal de la cabeza.

 

¿Cómo se domina a una mayoría?
Pues de muchas maneras: por la fuerza o por el engaño, por ejemplo. O una mezcla de ambas. Sobre todo con el miedo: miedo al dolor, a la muerte, a las enfermedades… Quiero que pongas, por favor, que todas estas opiniones que estoy dando parece que las esté diciendo el Papa, pero solo soy un capullo que dice lo que opina, ¿vale?

 

Vale. ¿De esta saldremos más fuertes?
Esto me va a costar una hernia, pero sería «con dos cojones», que es lo que diríamos en Salvatierra [risas]. Me parece que alguien, en alguna parte, ha dicho: «¿Qué enfermedad se contagia y no se puede evitar nunca?». Joder, la gripe. Ya está. Si quieres llegar más allá, sin pasarte a Miguel Bosé, puedes pensar que alguien ha decidido fabricar una gripe un poco más puñetera. Como en las películas de detectives, sigue la pista del dinero o del poder o del control. ¿Quién sale ganando con esto? Esos son. Ahí apunto directamente a las farmacéuticas, que aparte de matar gente con sus bonitos productos, eliminaron la brujería desde la Edad Media, que curaba a mucha gente. También los productos naturales para luego poner en las farmacias unos rollos mucho más light que curan menos. Aparte de eso, la farmacéutica es la primera industria por encima del armamento en beneficios. ¡Por cierto! Quería destacar, y darles las gracias, porque van a dar el noventa por ciento de sus beneficios de los próximos cinco años a ayudar a toda la peña que se va a quedar colgada con esto. O eso me han dicho.

 

¿Tú crees?
Por los cojones [risas]. Y aprovecho esto para decir una cosa que me tenía apuntada en el móvil, antes de que se me olvide: ¿por qué ponen «okupa» con K para referirse al tipo de ocupación que están promocionando ahora? ¿No tienen «ocupa» con C para estas movidas? Okupa era otra peña y están mezclando churras con merinas muy interesadamente. Toda esta mierda es una puñetera ceremonia de la confusión.

 

Será porque con la K pueden relacionarlo con la gente que no sigue el sistema.
Sí, sí. Pero se están dando un gusto, sin ánimo de ofender, entre periodistas que están a favor de la movida, que saben perfectamente lo que están haciendo y cómo lo están manipulando, y periodistas memos que no saben ni por qué están ahí pero sacan la lengua como un perro. Esa peña lo está bordando. Yo vivo en un barrio en el que los vecinos eran más majos antes.

 

¿La gente está cambiando a peor?
Sí, claro. Es que además se está dando cuenta del tema. El otro día, una persona que estaba en un sitio poco sospechoso de conspiranoia, dijo que esto que estaban haciendo era para eliminar a los débiles. ¡Joder, y luego soy yo el que hace letras!

 

He leído que los más ricos dispararon su fortuna tras el confinamiento hasta un récord de ocho con siete billones. Ahí tienes para otra canción.
¡Pues qué mala suerte! Habrá sido sin querer, seguramente. Será una casualidad… [risas] ¡Ay, dios mío! Aquí me van a matar dos veces, más que antes, ¡pero qué hijos de puta!

 

¿Morirías matando?
Primero me tendrían que diagnosticar una enfermedad mortal a corto plazo y que me dijeran que en tres meses me voy a morir. Pediría varias opiniones, no me conformaría con dos ni con tres. Me tomaría un mes para pensármelo y dos para hacerlo.

 

¿Harías una última gira?
Sí. Pero… No sé. La haría por sitios diferentes y sin altavoces. Me gustaría estar en el equipo de Albert Pla si me quedaran tres meses.

 

Lo mismo terminas en el banquillo de la Audiencia Nacional…
La Audiencia Nacional está guay. Igual me devuelven el treinta y tantos por cierto de oído. ¡Toma! ¡Qué cerrada de círculo!

 

 

Artículos relacionados