“Este es nuestro tiempo 1986-1991”, de 091

Autor:

DISCOS

“Un pedazo de nuestro más brillante presente”

 

091-23-06-16

 

091
“Este es nuestro tiempo 1986-1991”
SONY MUSIC

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Que 091 está ya bien asentado en la clasificación histórica del rock español queda fuera de toda duda. Que sus componentes han hilvanado carreras llenas de originalidad, experimentación, arrojo y emoción, también. Que han definido una manera de hacer canciones que sigue influenciando, nadie lo podría negar. Quizás les falte un poco más de consideración entre los expertos que definen el quién es quién de la música española, aunque en su reciente gira llenen con intensidad en los lugares en que vayan tocando.

Aprovechando gira y aniversario de su entrada en Zafiro, la propietaria hoy de los masters –Sony–, recupera en una caja de cedés y en reediciones en vinilo los cuatro discos que acogió, un lustro glorioso en el que desplegaron medio centenar de canciones que representan una sensibilidad especial, férrea e introspectiva, ruidosa e íntima, costumbrista y lírica, sin la grandilocuencia de otros contemporáneos. Puros y floridos como una vasija repujada.

Si hay algo que se ha valorado hasta el extremo en la carrera de los granadinos es su relación con Joe Strummer, las andanzas del líder de The Clash en la ciudad de la banda llevaron a que éste les produjera “Más de cien lobos”. Su mano se dejó sentir en la electricidad –el arranque con ‘Cuando pierdo el equilibrio’ es brutal–, pero no tanto en el estilo, que tira en ocasiones del Dylan eléctrico. Sin un hit claro, fue un buen conjunto que solventó su anterior y primer elepé, que no había sabido explotar las posibilidades que apuntaban sus singles primigenios.

“Debajo de las piedras” lo sucedió con aparente mala fortuna: la crítica lo valoró en poco y ellos quedaron descontentos de la endeblez del sonido que había manejado un productor desganado, Carlos Vázquez –Tibu– de Banzai. Sin embargo, visto desde la distancia, y a pesar de todas estos hándicaps se trata de un excelente disco de pop puro y duro. Quizás su rechazo provino de que no era la estética que se esperaba de ellos, pero en las vías más melódicas que intentaba recorrer resulta impecable. Sí, desde luego, es más impersonal, pero perfectas rodajas adictivas y llenas de dicha como ‘Todo lo que quiero hacer’ cumplen con creces sus propósitos. Muy sesentero, la versión del ‘A mí con esas’ lo afirma; muy setentero, ‘El sur’ es pura Fórmula V, pero también con dosis de psicodelia conforme avanza el disco y con un hit claro, ‘La torre de la vela’, curiosamente la más americana de todo el conjunto.

Y con esto llegamos a la joya de la corona, éste sí, uno de los elepés más valorados de los 80. No es de extrañar que confluyan en él las dos direcciones que tan bien habían manejado –melodía y electricidad– para convertir a “Doce canciones sin piedad”, en magia pura, un prodigio de resolución en el que nada falla. Desde ‘Cartas en la manga’, con sus coros llenos de armonías y sus guitarras elásticas y brillantes, hasta la dureza de ‘Carne cruda’ el recorrido es asombroso. Hay tiempo para todo: incendios a lo Keith Richards en ‘El deseo y el fuego’, fraseos a lo Gabinete Caligari para ‘En tus ojos’, resistencia en las letras en ‘Al borde del abismo’ o baladones de corte sinfónico en ‘Nadie encuentra lo que busca’. Pero sobre todo hay tiempo para ‘¿Qué fue del siglo XX?’, la revitalización de los clásicos en estado de gracia.

Solo el aparecer tras esta maravilla hace de ‘El baile de la desesperación’ un disco aparentemente menor. Aporta, eso sí, parte del sonido que conseguían en directo y una dosis de melancolía extra en ‘Un día cualquiera’, guitarras de carretera en ‘La vida que mala es’, la más destacada, adicciones crudas en la que da título al conjunto o impostada desgana en ‘Corazón malherido’. Incluso, al cerrarse ‘Atrás’, la última del disco, parece visualizarse el noise que estaba a punto de aparecer.

Necesaria la caja, no solo por las canciones, por la actitud, por la remasterización que revitaliza lo que Zafiro asesinó, por algunas de las letras más cuidadas de la música en español, sino porque da cuenta cabal de una de las más bellas historias de talento, de influencias, de ganas y de resultados entre los grupos de nuestro país. Un pedazo de nuestro más brillante presente.

 

 

Anterior crítica de discos: “Manzana de caramelo”, de Anglada Cerezuela.

 

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