Erin Memento. Alta fidelidad a la música en directo

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«Erin Memento canta como quien se asoma a un abismo, pero con los pies bien plantados»

 

El pasado viernes, la compositora de Los Ángeles presentó sobre las tablas de la madrileña sala Siroco las canciones de su nuevo álbum, Carretera fantasma. Allí estuvo Carlos H. Vázquez.

 

Erin Memento
Sala Siroco, Madrid.
16 de mayo 2025

 

Texto y fotos: CARLOS H. VÁZQUEZ.

 

Quien se dedique al coleccionismo de vinilos y haya visto o leído Alta fidelidad se hubiera sentido muy a gusto en el concierto que a continuación se pasa a relatar y que empieza una tarde de viernes a la hora del afterwork. En la película, Rob Gordon acudía al Rainbo Club después de cerrar su tienda de discos. Quien tocara esa noche era lo de menos; el entorno formaba parte de la experiencia del concierto. Ya sea en una sala, un pabellón o un festival, el disfrute varía en función de lo que rodea al propio espectáculo, incluso en la hora previa al mismo. En el caso del recital que protagoniza esta nota, la secuencia de escenas gozó de un brillante montaje. Se alinearon los planetas y se dieron las condiciones óptimas para presenciar un concierto, sin injerencias sonoras extraescénicas. Un sueño.

Pasaban unos minutos de las nueve y media cuando el público (faltó poco para llenar) reunido en la sala Siroco comenzó a estar pendiente de la salida de Erin Memento con la introducción “Big Day Coming”, de Yo La Tengo. Este show, encuadrado dentro del ciclo de conciertos del Sound Isidro, era el último de los dos que la compositora, afincada en Los Ángeles, programó en España.

Erin Memento venía de agotar entradas en Zaragoza la noche anterior, en La Lata de Bombillas. Llegaba pues a Madrid con la energía final, con vinilos recién prensados del epé que presentaba, Carretera fantasma, el primero que publica en este formato. Pero lo que sonó durante la hora que duró el concierto fue algo más amplio; las canciones del repertorio pertenecían principalmente a Carretera fantasma y El golpe del momento, con algún salto al futuro (“De las dos”) y otro al pasado-presente (“No! No! No!”).

Erin Memento apareció en el escenario acompañada de su banda: Mikel Martínez a los teclados, Dani Moncayola en la batería y Óscar Garza al bajo (y Óscar Cubero en el sonido). En sus manos, las de Erin, una Fender Jag-Stang japonesa del 96-97 que encontró en Norman’s Rare Guitars, en Los Ángeles. «Una reliquia», expresa.

 

«Solo canciones bien escritas, una banda que conoce el terreno y un público dispuesto a escuchar»

 

La primera canción en sonar fue “Quédate con mi nombre”, que sirvió como apertura formal. Luego vendría “Halloween” y, sin pausa, “Vengo por ti”, para la que Erin pisa el pedal cuatro veces antes de arrancar. Esos pequeños rituales escénicos importan. Fue después del segundo tema, por cierto, cuando la música saludó por primera vez al público. Y lo hizo con esa timidez que tan bien conecta con una sala como Siroco, donde cada reacción se escucha y cada silencio se respeta, como ha sido el caso; el público se comportó de forma ejemplar. Ni una conversación fuera de lugar. El ambiente parecía más el de un club de escucha que el de un concierto de pop rock alternativo.

Las siguientes en caer fueron “Tan feliz como aquí” y “Si se acerca el fin”, donde la voz de Erin adoptó un efecto que reforzaba la estética ochentera que atraviesa su música: guitarras con chorus, reverbs profundas, atmósferas que parecen grabadas en casete. En “No! No! No!”, la compositora comenzó en falso, se detuvo y pidió un momento. Pisó la pedalera y añadió en voz baja: «Ahora estamos». Aplausos.
Fue una actuación de tiempo contenido. La fusión de “No! No! No!” con “El golpe” fue tan sutil que apenas se notó el cambio. Había que prestar cierta atención. Luego vino “Lo que pasó es verdad” y seguidamente “De las dos”, tema inédito del próximo disco largo de Erin Memento. «No tenemos tantas canciones», confesó la autora. «Espero volver con un disco bajo el brazo».

“El futuro casi está aquí”, “4 impulsos más”, “Aquella noche” y “Medalla de oro a la mejor canción de amor”, las cuatro restantes de Carretera fantasma, cerraron el repertorio, completando un trayecto emocional sin grandes fuegos artificiales pero con mucho paisaje.

La sala Siroco no es grande, y eso jugó a favor. Solo canciones bien escritas, una banda que conoce el terreno, y un público dispuesto a escuchar. Cuando terminó su concierto, Erin bajó directamente a la mesa donde estaba su merchan para cobrar al personal directamente por los vinilos y las camisetas que despachaba hasta prácticamente agotar existencias. Firmó discos, unos cuantos, pero también el folio con el setlist que se había llevado de souvenir una chica que había ido en pareja. Igual que en Zaragoza, el vinilo se «fundió». Lo que viene (o venía) siendo normalmente un concierto bien avenido.

No es frecuente la coincidencia de estos factores que construyen una tarde de viernes como la vivida. Como tampoco es frecuente un concierto donde no hizo falta pedir silencio. Erin Memento canta como quien se asoma a un abismo, pero con los pies bien plantados. Su música no es escandalosa ni invasiva. Es más bien la banda sonora de esos días en los que uno cierra una tienda de discos y, sin plan previo, acaba en una sala con una cerveza en la mano. Y entonces todo encaja. Como si ese fuera, precisamente, el golpe del momento.

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