Javier Corcobado: Todo por amor

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Es una de las referencias inexcusables del rock español. Con una larga carrera tras de sí, en la que ha ido de la vanguardia al encuentro de, simplemente, la música como la siente, Javier Corcobado tiene nuevo disco, el intenso –en él esto se da por supuesto– A nadie, grabado de nuevo en México, donde ha encontrado un segundo hogar.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

El Javier Corcobado con el que hablo de A nadie (Pias), su nuevo álbum, es un tipo encantador, presto a la conversación e incluso a la risa. Parece que este poeta, novelista pero sobre todo cantante y compositor de canciones en las que el amor y las pasiones subyugantes campan sin cortapisas, no se atiene esta tarde al tópico tormentoso que se une indefectible a su nombre. Vamos, que parece que Corcobado ya no se come a los niños –ni a los periodistas– crudos para merendar. Mejor que mejor. Así que hablemos de música, de canciones.

Este quizás sea el disco más completo que has grabado hasta la fecha.
Yo estoy muy satisfecho, y sí, considero que es lo mejor que he hecho. Puedo seguir escuchándolo habitualmente después de haberlo mezclado, o se lo pongo a alguien que me interesa que lo escuche y disfruto de la escucha. Es algo muy bueno, porque hay otros discos, la mayoría, que acabas de mezclarlo y ya no tienes ganas de escucharlo. Y este, la verdad es que sí, me gusta todavía.

¿Puede ser que después de muchos años de buscar, de probar, finalmente has encontrado definitivamente el estilo Corcobado, en el que se encuentran todas las experiencias anteriores?
El estilo yo lo llevo arrastrando desde que empecé, pero ese estilo se va acoplando a mí y al personaje. Que, hombre, no es que seamos dos, pero quien emite las canciones, quien las interpreta, quien sube al escenario, va un poco más armado, más protegido que el Javier Corcobado que vive todos los días su vida cotidiana, que va más desprotegido, más desnudo. Quizá en este disco se han acercado los dos personajes como nunca y he conseguido en él aunar mi vertiente más ruidista a la de cantante melódico o romántico. Creo que este disco llega a un punto bastante alto en ese sentido, y de hecho he tomado una determinación: mi siguiente disco van a ser dos. No un disco doble, sino dos discos por separado, uno de canciones melódicas, de crooner, y otro instrumental, de ruido. Lo tengo clarísimo

¿Sólo instrumental?
Sí, pero te estoy hablando de una idea que estoy mascando estos días y que va a ser así, porque sí, llevaba mucho tiempo intentando casar las dos cosas. En A nadie están muy bien las dos, pero ya está, a partir de ahora es mejor separar un poco los dos caminos, aunque haga como Tom Waits hace unos años, que sacó dos discos a la vez, pero es que es lo mejor. No obstante, sí, estoy muy contento con este nuevo disco.

En tu vertiente de cantante melódico hay que destacar que trabajas sobre ritmos que traen ecos de músicas populares latinoamericanas, pero los vistes con instrumentos eléctricos, que no electrónicos…
En algunos casos, en muchos casos, desde instrumentos eléctricos y en otros desde instrumentos acústicos. Pero eso es algo que está en mi sangre, viene desde la niñez casi. La gente me pregunta no sólo sobre esos ritmos sino también sobre las melodías, y muchas veces las melodías vienen del subconsciente, de la niñez, porque están impregnadas ya en uno y surgen así. Aparte, esos son los tipos de melodías que a mí me emocionan, intento acoplar en esas melodías mis letras e intento ser cada vez más claro y conciso en las letras de las canciones.

Hablas de «letras», cuando a ti, constantemente, se te ubica como poeta. ¿Lo tuyo son en realidad poemas musicados. Cuál es el proceso?
He estado toda la vida, desde 1985, que grabé mi primer disco con Mar Otra Vez hasta no hace muchos años, musicando poemas, realmente. Muy pocas letras de canciones las he escrito para una música ya preestablecida. Pero en estos dos últimos discos, Editor de sueños y A nadie, he practicado bastante el método tradicional de composición de canciones, que es hacer primero una música, un acompañamiento musical, una melodía de voz y después acoplarle la letra. No ha sido así en todas las canciones, hay algunos poemas musicados, pero la mayoría de las canciones de estos dos últimos discos están hechas con ese método más convencional. La verdad es que para mí ha sido un reto. Es muy difícil escribir la letra de una canción y adaptarla a una melodía preexistente, sobre todo si tienes cosas clarísimas que quieres contar. Lleva mucho trabajo, este es un disco que me ha llevado mucho trabajo de composición, me he tomado mucho tiempo, mucha reflexión, mucha paciencia. He tardado un año en componer once canciones, cosa que antes… para mí era inaudita, porque podía hacer una canción en un día y me conformaba. Pero esta vez he intentado reflexionar mucho más sobre cada canción, sobre qué decía cada canción, sobre qué arreglos debía llevar y limpiar mucho. En principio era imaginar y aplicar muchos arreglos, y luego quitar. Lo más difícil ha sido quitar y dejar las canciones, no desnudas del todo, pero sí con minifalda [risas].

La canción que da título al disco, «A nadie», es muy impactante. En ella hablas en boca de Dios, lo cual a muchos les puede parecer, y más en este momento, todo un atrevimiento…
Es una locura. Es muy difícil cantar como Dios en primera persona. ¡Ponte en el papel y que eso no sea histriónico! [risas]. Es difícil, me ha costado mucho cantarla.

Aparte, es un Dios enfadado consigo mismo y enfadado con nosotros.
Sí, está enfadado con el ser humano porque le ha salido rana y ha destruido su joya más preciada que es la Tierra. Entonces se contagia él de esas afecciones humanas, de esas debilidades, y reclama al final cariño, reclama calor, reclama que lo cuiden. En el fondo es una canción muy tierna, tiene esos aires apocalípticos, pero es muy tierna. Es una balada de crooner, de cantante romántico bastante redonda, a mí me satisfizo mucho acabarla. Y me llevó mucho tiempo dejarla así.

La visión del mundo, de la Tierra que das en esa canción, es bastante desoladora. Es así como lo ves, imagino. ¿No hay esperanza?

Hombre, si no hubiera esperanza no seguiríamos vivos, nos pegaríamos un tiro esta misma tarde. Creo que sí, que alguna esperanza habrá, de hecho la esperanza es el amor, hay que vivir con el amor, en su presencia o en su ausencia, pero hay que tenerlo siempre muy presente. Y a partir de ahí ya podemos trabajar, podemos vivir, podemos sufrir… Pero antes tengamos en cuenta que sin amor todo es nada, como decía una canción que se llamaba «Dientes de mezcal».

En otra, sin embargo, creo que con un poco de ironía, dices «hoy no voy a cantar ninguna canción de amor».
Todos somos contradictorios, quien no reconozca que somos contradictorios, lo va a pasar mal en la vida. Sí, yo reconozco que soy contradictorio. Es un disco en el que hay pocas canciones de amor propiamente dichas, de hecho, dos. El amor lo impregna todo, pero creo recordar ahora mismo que sólo hay dos canciones de amor. «Hoy no voy a cantar ninguna canción de amor» es como una broma hacia mí mismo, como siempre he dicho que canto sobre el amor, es como una broma hacia mí mismo. Es un pequeño vals parisino desestructurando la armonía de ese tipo de canciones.

Una de las grandes canciones del disco, y que tiene una sonoridad imponente, es «Caballitos de anís».
Es una canción que hice para la obra de Juan Navarro Agrio beso, que por cierto vamos a hacer la última representación en el Mercado de las Flores el 21 de marzo, será la última en España. Juan Navarro me propuso participar en la obra –que lleva el nombre de mi primer disco en solitario, Agrio beso– con canciones antiguas ya grabadas y me propuso hacer canciones nuevas, algún pequeño texto y alguna intervención para la obra. Me puse a trabajar en ello y se me ocurrieron dos canciones, «Caballitos de anís» y «Si te matas», que también está en el disco. «Caballitos de anís» en la obra es totalmente distinta, la cantan muchos personajes y yo la quise grabar en mi disco como la concebí originalmente, así es como yo la concebí. Sin embargo, «Si te matas» es muy parecida a la versión de la obra, es un rock and roll muy acelerado y salvaje que advierte sobre los peligros del suicidio. «Caballitos de anís» me gusta especialmente como está grabada porque tiene ese aire de orquesta gitana, pero lo curioso es que está tocada por mejicanos, lo cual resulta bastante interesante: mejicanos tocando al estilo gitano, con ese aire con los acordeones en el que les sale el corrido de una forma tan despreocupada. Así que sí, estoy fascinado con el resultado de «Caballitos de anís».

En este repaso por algunas de las canciones más impactantes del disco hay que hablar de «François de vacaciones», que es una no-canción, ya que, en realidad, es un relato estupendo en el que consigues que uno se meta en la narración, pero no vamos a desvelar el final…
¡No, no!

El final es muy bueno…
Sí, es como esas películas que dependen mucho del final. Ves la película la primera vez y te asombra y te emociona y dices qué pasa aquí y el final te da la clave de todo. Y si la vuelves a ver ya no es lo mismo. Es una canción de primera escucha, es muy importante escucharla la primera vez con atención.

DE MÉXICO Y MÚSICOS

Desde hace unos años mantienes todo un romance con México; A nadie, por ejemplo, está grabado allí. ¿Qué has encontrado en México?
Es mi segundo hogar. Voy casi todos los años a tocar y cuando puedo a grabar, como en este caso. A mí México me da mucha fuerza porque hay un reconocimiento bastante importante hacia mi obra y los conciertos son bastante exitosos en cuanto a afluencia de público y a la pasión que el público tiene respecto a mis canciones. En España es distinto, hay otro tipo de pasión, otro tipo de observación, tal vez; también me fascina, me gusta mucho tocar y estar aquí. Es distinto, son dos sitios distintos, allí quizás los conciertos son más excesivos y aquí son más elegantes. Y las dos cosas son muy buenas y se complementan bastante bien, creo.

¿Te ha costado encontrar en México músicos que te entendiesen musicalmente?
En absoluto. Debe ser porque uno se va haciendo mayor y lo van respetando más, lo van conociendo más, pero la verdad en ese aspecto he tenido mucha suerte con mi guitarrista de allá, el que grabó el disco, Edgar Torres, y con los demás. No fue nada difícil, al contrario, había gente muy dispuesta a tocar. Cuando volví de México tuve que renovar la banda en España, me he quedado sólo con el batería porque los demás miembros tuvieron que seguir sus vidas. Y también fui muy afortunado, la verdad, lo digo sin pudor alguno, lo siento. A todo aquel que le dije si quería tocar conmigo me dijo que sí desde el primer momento. Se lo dije a Susana Cáncer, que ha sido pianista y organista mía en multitud de trabajos, ella tiene una carrera excelente en solitario y me dijo que sí, que por supuesto. Hablé con Justo Bagüeste, también de los Chatarreros de Sangre y Cielo, que está con los saxos y el Minimoog, es uno de los grandes de la música electónica en este país, aunque ahora no va a tocar música electrónica conmigo, porque de electrónico no tenemos nada, es eléctrico y acústico. También fiché a un monstruo, Fino Oyonarte, que era el bajista de Enemigos, y ahora está con su grupo, Clovis, que es un grupo muy tierno y muy dulce, es un bajista enorme. Conservé al batería, Jesús Alonso, que es un batería excepcional con un gran manejo de la sutilidad y la violencia en la batería. Y un descubrimiento: Alicia Alemán, que ha empezado su carrera en solitario, ya tiene un disco grabado y ha sido la pianista y corista de un amigo mío grande que es Luis Eduardo Aute, y ella está tocando ahora la guitarra acústica y la eléctrica. Tengo una orquesta muy buena.

Hace años se comentaba que le exigías mucho a tus músicos, casi fidelidad extrema.
No, lo que pasa es que antes hacía una cosa que ahora ya no la practico tanto, que es cuando alguien era afín a mí y decidía que iba a tocar conmigo, o decidíamos que nos íbamos a llevar bien, conectábamos mucho y los grupos se convertían casi en familia, viajábamos mucho juntos, vivíamos muy cerca, a veces hasta compartíamos casa, y estábamos muy cerca siempre. Ahora ya no quiero eso, porque puede tener cosas buenas y puede traer graves problemas cuando te embarcas en giras potentes o tienes que estar viajando y todos los problemas se contagian mucho de unos a otros, y eso puede crear verdaderas catástrofes. Así que todos estos personajes de los que hemos hablado son amigos míos pero no vivimos tan juntos, yo vivo en Bilbao y ellos viven en Madrid, excepto el batería, que vive en Almería. Cada vez que tenemos que tocar nos vemos en Madrid, nos juntamos, nos queremos mucho, nos lo pasamos muy bien, tocamos, nos emborrachamos, comemos, lo que haga falta, y luego cada uno se va a su casa, y mejor.

¿Puede ser que durante mucho tiempo se haya puesto demasiado el foco sobre tus textos y hayamos olvidado tu labora musical, porque creo que siempre has cuidado muchísimo el apartado musical?
Quizás tengas razón, se ha prestado más atención a los textos y a mí lado de escritor o de poeta, y de la música, efectivamente, se ha hablado menos. Y es una pena. Aunque no me considero músico estrictamente, sí soy un generador de melodías, de arreglos y de canciones, pero tampoco es que me considere un gran músico. Admiro mucho a los músicos que trabajan conmigo y que son capaces de tocar los arreglos que a mí se me ocurren. Y eso lo valoro y lo admiro mucho, porque yo soy un mal instrumentista, yo toco todo, pero muy mal. Entonces, sí, quizás es verdad que se le ha dado menos importancia de la que de debía a la música.

También hablas mucho de tu faceta de cantante melódico y es verdad que muchas de tus canciones, con otros arreglos y en otras voces, funcionarían como estándares.
Sí, por supuesto que sí, yo hago muchos estándares. De hecho, tengo tantas melodías, tantos arreglos, tantos ritmos en el subconsciente que me salen y que pueden ser similares a otras melodías muy antiguas, y no lo hago a propósito, y en cualquier caso, cuando algo se parece mucho, lo deshecho. Para mí la música es algo que pertenece a los dioses, casi. Estamos aquí unos pocos humanos que tenemos el don o el efecto de hacer como de emisores, primero de receptores de esa divinidad y luego de transmisores también. La música es algo muy extraño, realmente es la más incompresiible y misteriosa de todas las artes. Me gusta que sigan pasando los años y no entender lo que es la música.

¿Prefieres el trabajo de escenario o ese más solitario de escritura y composición?

Prefiero mil veces el del escenario, me vuelve loco. Escribir y componer a veces es muy doloroso, muy frustrante y muy jodido. El escenario me ha gustado siempre y creo que ahora me gusta más. ¡Prefiero el escenario! También por comodidad [risas].

Pero la escritura debe de dar muchas satisfacciones cuando uno mismo se sorprende de lo que acaba de componer.
Claro, además, si no existe eso, no existe el escenario, porqué qué vas a cantar.

Siempre puedes cantar canciones de otros.
Ya, ya, pero yo no soy así. Cuando una canción está acabada es una satisfacción enorme. Lo que pasa es que no me suelo regodear mucho en la satisfacción. Cuando acabo una canción sí siento satisfacción, pero inmediatamente, a la hora siguiente o al día siguiente, empiezo otra. Pero la recompensa al esfuerzo y al dolor de parir una canción está cuando la acabas y dices, «es buena, menos mal que es buena». Porque hay otras que las tiras a la basura porque no van a ningún lado.

Por aquello de los tópicos periodísticos, tu nombre siempre lo asociamos a maldito, oscuro, suicida, apocalíptico… ¿Te ha podido llegar a cansar esa imagen de ti mismo?
Bueno, es que el personaje, que soy yo, no es así, pero es más valiente y menos tímido y se atreve a decir cosas que en la vida cotidiana no se atreve a decir por timidez. Yo en la vida cotidiana soy un ser bastante normal, creo yo, y en el escenario es una especie de hiperobolización, de exageración de mí, no es que sea una esquizofrenia, ni doble personalidad ni nada por el estilo, es un poco de exageración de lo que soy. Respecto a si me cansa a esa imagen que da la prensa desde hace tantos años y que yo la veo demasiado recurrente, pues a veces sí, porque es muy bonito ser Rimbaud o Nick Drake o ser tom Waits, quiero decir, que los pueden considerar malditos pero es que es un abuso, realmente. Esos términos se han usado siempre intentando favorecer mi arte, pero hay críticos musicales que tienen una imaginación enorme y otros muchos que no la tienen, y el que no la tiene se basa en cosas que ha leído de otros, eso pasa en la música también, gente que hace canciones y se basa en otras preexistentes, pasa en todos los ámbitos. Pero por lo único que me molesta es por la falta de imaginación del crítico, del articulista, que recurra siempre a eso mismo, es como que lo tienen ya en el archivo. Y creo que no es tan acertado ya, yo para ser un cantante maldito con todas las de la ley me tenía que haber muerto hace años. Sin embargo no la he palmado, y aquí estoy [risas].


A nadie, editado por Pias, se pone a la venta el 16 de febrero.

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