«La fama siempre ha sido el daño colateral de este trabajo»
Acaba de publicar su segundo álbum de estudio, El cuerpo después de todo (Warner, 2025), una aventura hacia dentro, hacia ella misma, pero con naturaleza colectiva. Jagoba Estébanez charla con la compositora de La Palma, sobre las claves de este nuevo trabajo que ya ha comenzado a presentar en directo.
Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.
Fotos: ZOE LENA.
Valeria Castro ha publicado recientemente su segundo elepé, El cuerpo después de todo (Warner, 2025), radiografía vital de una mujer sorteando vaivenes a duras penas entre miedo, fuerza, resiliencia y esperanza. Pero que tiene vida, porque como ella misma reconoce, «no es eterno estar a la deriva». Un repertorio maduro y ecléctico (vals, cumbia, folclore o mariachi) que alumbra el paisaje, que reconforta y emociona por su honestidad en las letras, por la banda excelsa y por la voz tan potente y cargada de intensidad emocional que embelesa al oyente con adictivas melodías. Con tan solo 25 años, la palmera se ha erigido en una de las artistas indiscutibles de la música hispana, experta en conectar lo mejor del mundo tradicional y del actual, con una pureza innata y verosímil además de transversal, llegando a varias generaciones. A pesar de su corta carrera, la canaria ya ha recogido prestigiosos reconocimientos y acumulado nominaciones al Latin Grammy o a los premios Goya, entre otros. Ahora está inmersa en una gira por España, América y resto de Europa presentando su nuevo trabajo, poniendo el broche el próximo 9 enero de 2026, en el Movistar Arena madrileño (antiguo Wizink Center), ante la friolera de más de quince mil espectadores.
¿Qué ha cambiado en el planteamiento de El cuerpo después de todo, tu nuevo álbum, frente al anterior, tu álbum de debut?
La madurez humana, a nivel de composición, y el aprendizaje a nivel musical. Además, en las letras hay evidencia del paso del tiempo en mi vida.
Esta vez has contado con Campi Campón a la producción, ¿cómo ha sido trabajar con él?
He tenido la enorme suerte de poder contar con él como productor, que me ha abierto un mundo musical del cual me siento muy orgullosa. De cara a montar las canciones, primero las tocábamos en directo junto a otros músicos para ver qué arreglos salían y después nos sentábamos frente al ordenador, aprovechando esa inercia de la emoción humana, para que las canciones tomasen su recorrido.
¿Y qué te ha parecido el resultado del elepé?
Estoy muy orgullosa. Orgullosísima. Evidentemente, también fue muy bonito el primer trabajo, pero hay algo que me dice que en este nuevo álbum he hecho lo que tenía que hacer, lo que sentía. Además, he podido asumir junto a Campi que existen mil formas y caminos que pueden tomar las canciones y que, en ese momento, hemos considerado el que mejor creíamos siempre en pro de las mismas: el género tiene que ir en pro de la canción y no la canción en pro del género.
Hablando de las letras de esas canciones, el álbum parece un egotrip ¿es realmente tan autobiográfico?
Sí, parte de la base de la historia personal y de aprendizajes que trato de comunicar. Al fin y al cabo, es la historia de una misma para que también se vuelva colectiva, pero de una manera tan bonita como es haciéndolo a través de la música. Como curiosidad, me ha sorprendido que el disco esté lleno de tantos pensamientos viscerales, cuando pensaba que en mi vida diaria no ocupaban tanto lugar. De todos modos, esas metáforas en las que estoy contando la realidad permiten que me sienta honesta con lo que estoy contando.
Hay mucha dualidad dentro de esa realidad de la que hablas. Como ejemplo “Honestamente”, una de mis canciones preferidas, que reza: «un día estoy llorando y a el otro celebrando. Por ti no hay más sufrimiento». De hecho, en ocasiones, no sé si lo que se manifiesta es amor o desamor.
(Risas) ¡Total! El disco también ha supuesto un ejercicio de incoherencia, de permitirnos la contradicción humana. Al fin y al cabo, estoy hablando de mis pensamientos y en ellos tiene cabida esa dualidad, algo que me ha costado aceptar sin sentirme culpable por ello. Como bien dices, el amor también es contradictorio, y más cuando se termina y donde tantas cosas suceden, en ocasiones también positivas.
Sí, sale a flote ese positivismo con el que afrontas muchos temas, como por ejemplo la lucha interna con la aceptación y los complejos en “Tiene que ser más fácil” o “El cuerpo después de todo”, dejando frases lapidarias: «lo vulnerable de quien siempre se cargó a la espalda todas las miradas que pensaba que eran armas» o «y ojalá la piel desnuda la miren con ternura cuando una no puede». ¿Cómo consigues afrontarlo de esta manera?
La guerra fría interna, que esa sí contiene unas contradicciones brutales, hay que tratarla con un poco de amabilidad. Debemos aceptar que no podemos aniquilar a la enemiga, al encontrarse dentro de nosotros. Es más, debemos abrazarla.
Sabiendo la parte tan importante que suponen las letras en tu obra ¿cómo es tu proceso de composición? ¿Musicas poemas que escribes o creas melodías y después adaptas las letras?
Siempre he tenido claro que quería dedicarme a la música, y por ello comencé a centrarme mucho en las melodías. Pero es cierto que en la parte literaria era menos experta, por lo que continuamente me retaba a contar la historia de la mejor manera posible, aprovechando que además nos dan el hueco. Dicho esto, siendo hija de mi generación, las notas en mi móvil juegan una parte muy importante en el proceso creativo, donde voy anotando frases que se me van ocurriendo con cierto sentido poético y, muchas veces, ocurre que terminan siendo el inicio de una canción. Así que gran parte del proceso de composición es por inercia, siguiendo esos impulsos.
¿Y cómo crees que nacen esos impulsos?
Pues no se trata solo de inspiración divina. Recuerdo que mi madre siempre me decía, desde bien pequeñita: «Valeria, lee mucho para que tengas ese imaginario colectivo en tu cabeza que nutra lo que estás contando». Y me siento muy orgullosa de haberle hecho caso. Me inspira gente como Susana Torres o Alejandra Martínez de Miguel, Paul Auster… Mi cerebro se nutre de toda esa literatura.
Es por ello que, sumando la calidad de las letras a tu voz, en ocasiones, no necesitas de mucha música para hacer grandes canciones, y “El tiempo que no estés” es una buena muestra de ello, que además ni siquiera tiene estribillo ¿cómo se gestó esta canción? ¿Por qué quedó tan desnuda?
Esta inusual canción fue la última que terminamos de montar en el estudio y, además, precisamente le dije a Campi en varias ocasiones que le faltaba el estribillo. Decidimos que el mundo musical que abrazara esa letra no debía ser más importante que ese paisaje físico y emocional que se describe en ella, como lo del nudo en la garganta. Es un texto sobre el miedo, uno de los sentimientos más habituales que recorre el cuerpo constantemente.
«Ver lo físico en lo interno del cuerpo como respuesta a lo que ocurre»
Por otro lado, tu voz mimetiza genial con ritmos más potentes, como es el caso de la cumbia “Sentimentalmente”. ¿Cómo se te ocurrió aventurarte en este género?
En algún momento de mi vida quería hacer una cumbia, género del que disfruto muchísimo. Pero no queríamos hacer una cumbia al uso, porque para eso ya hay grandes profesionales de la misma; así que decidimos tomarnos varias libertades, como la de introducir un arpa. Esta es la única composición con otros autores y se terminó en México en septiembre.
La triste “Debe ser” también tiene cierta influencia mexicana, ¿no? Tarareando esa melodía final elevada, como si de una oda mariachi se tratara.
¡Así es, incluso la preparamos en México! Aunque ya tenía pensado ese «laralalala» final, que es una melodía influenciada por Silvia Pérez Cruz, por esa domus de un universo colectivo que ella, sin darse cuenta, promueve y del que yo he bebido muchísimo. Y pensamos que esta letra tan triste tendría cabida en ese mundo mexicano donde festejan hasta la muerte, algo con lo que me sentí muy a gusto e identificada: celebrando el final del amor y en armonía, con el aire contradictorio que tiene todo el disco. Tras una larga introspección al escribir algo, siempre tengo la esperanza de que se sane; entonces, al terminar la canción con ese aire mariachi que dices, era la forma de terminar también el amor a modo de celebración.
¿Por qué El cuerpo después de todo? ¿Qué pretendes transmitir con lo de que al final lo que queda es el cuerpo?
La verdad es que es algo conceptual, una pregunta de la que aún sigo sin tener respuesta. Después de todas las cosas que le ocurren a uno en la vida y todos los sentimientos personales generados, no sé cómo queda el cuerpo después de todo. La pregunta es cómo queda, pero también la respuesta es que se queda ¿no? Tú puedes intentar hacer como si no pasara nada, pero el cuerpo ya no te va a responder. De todos modos, es el propio cuerpo lo que te sigue sujetando. Esa imagen corporal asociada me parece algo muy bonito, el sustento de las circunstancias de una misma.
No puedo evitar acordarme de la película 21 gramos, de Alejandro González Iñárritu, y pensar en el valor de lo físico frente al alma.
Este disco también va un poco de eso: el cuerpo es lo físico, pero también es lo que siente por dentro. Me gusta que veamos la importancia de lo físico y del reflejo en el espejo, esta enemistad que se plasma, la somatización interna, los nudos en la garganta… Ver lo físico en lo interno del cuerpo como respuesta a lo que ocurre.
¿Cómo se plantea la gira para presentar este disco en directo?
Con una ilusión tremenda de revivir el disco junto a seis personas maravillosas como María, Joaquín, Borja, Lucas y Meritxell y poder presentárselo a la gente, haciendo público ese trabajo que me hará disfrutar muchísimo.
A pesar de una carrera tan corta y haber publicado recientemente este segundo álbum, en muchas ciudades ya has agotado entradas y terminarás por todo lo alto en el Wizink Center de Madrid. ¿Cómo gestionas la fama tan repentina?
Para mí la fama siempre ha sido el daño colateral de este trabajo, a lo que intento no darle mucha importancia. Seguiré toda mi vida valorando a cada persona que le dedique un poco de tiempo a escuchar las canciones que he hecho, sin delirios de grandeza. Como dice mi madre, «con los pies bien ataditos al suelo», mientras desempeño un trabajo como otro cualquiera, con sus cosas buenas y sus cosas malas, ante tantas emociones colectivas con una respuesta tan clara delante de ti, que lo único que te queda es humanizarlo.