En una ciudad fantasma, con los Stones

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COMBUSTIONES

«Parece escrita ex profeso para retratar los días sin hervir, de soledad, ruido blanco y miedo compartido»

 

“Living in a ghost town”, la nueva canción con la que nos han sorprendido los Rolling Stones esta semana, acompaña esta semana a Julio Valdeón en su encierro neoyorquino.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

Dormimos más tranquilos si se mantienen algunos rituales. Uno que faltaba desde hace demasiado era el del nuevo disco de los Rolling Stones. Ni siquiera necesitábamos que fueran trabajos asombrosos. Sobraba con saber que seguían en el tajo y no estaban dispuestos a salir de gira sin la vieja y noble coartada de presentar un trabajo. Aunque hace siglos que el fuego arde a medias, que las ideas parecen atascadas, que falta frescura, intensidad, potencia, con cada nuevo disco los Stones marcaron distancias con las giras de otras reinonas, menos dispuestas a currar en el estudio para justificar la enésima y mastodóntica gira. Incluso en unos setlists mayoritariamente construidos alrededor de los clásicos había siempre sitio para colar composiciones de nuevo cuño. En 2016 sacaron Blues & lonesome. Un trallazo. Favorecido por el mejor sonido y la mejor producción en décadas… y el mejor repertorio, claro, pues versionean clásicos irrompibles del blues, incluida la portentosa recreación de Little Walter.

Cuentan que “Living in a ghost town” fue grabada hace un año, que ha sido rematada ahora y formará parte del primer disco con canciones originales desde el sorprendente (por sólido, por momentos soberbio) A bigger bang, de 2005. Toca reconocer que los corsarios mantienen engrasada la capacidad de ser los más rápidos del circo. Nada de himnos, más o menos sentimentales, lacrimógenos u oportunistas, para agradecer, con todo merecimiento, a los que nos cuidan, celebrar lo solidarios que somos, que esto lo sacamos adelante y oe, oe, oe. Lo suyo va más de tomarle el pulso al encierro. Con sus paseos imaginarios por la ciudad vacía y sus reflexiones y protestas a cuenta del confinamiento parece escrita ex profeso para retratar los días sin hervir, de soledad, ruido blanco y miedo compartido. Suena bien, suena pegajosa y bluesy. Nada del otro jueves, bien, pero tampoco una birria.

Algunos críticos escriben que no parece que se hayan roto el cráneo con la letra. Discrepo. Entre otras cosas porque las buenas letras y las mejores melodías no son necesariamente hijas del esfuerzo. A veces sí, pero el mundo es injusto. Me emocionan versos como el que sigue: «Once this place was humming/ and the air was full of drumming/ the sound of cymbals crashing/ glasses were all smashing/ trumpets were all screaming/ saxophones were blaring/ nobody was caring if it’s day or night/ i’m a ghost/ living in a ghost town/ i’m going nowhere/ shut up all alone…». El encierro en compañía de los Stones es un poquito más luminoso y ahora mismo corro a meterme, por enésima vez, el directo en el Checkerboard Lounge en 1981 con Muddy Waters. Días felices, con unos locales donde podías reunirse con amigos, beber y escuchar música. Cuando las aseguradoras que cubren los tours mastodónticos todavía no obligaban a firmar cláusulas para impedir los benditos desparrames.

Anterior entrega de Combustiones: No habrá conciertos. 

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