Elefantes: “La sencillez es un ingrediente fundamental en el pop”

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“La actitud es una de las cosas que más define a las personas”

 

Desde su regreso en 2013, Elefantes no ha quitado el pie del acelerador. En estos cinco años ha editado tres discos. El último, recién salido del horno, es “La primera luz del día” (Warner). Carlos H. Vázquez habla con ellos.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

Con bolígrafo se usa tinta y con ordenador luz. También es verdad que debe ser complicado vivir en un lugar donde la luz (energía) es un negocio y su rey da muerte a los paquidermos. Como en “El principito”, la boa digiere al elefante. Son sueños, aunque la niebla no permita verlos, pero sueños al fin y al cabo. De ellos hablan Elefantes en su octavo disco de estudio, “La primera luz del día”.

Las pulseras doradas de Shuarma chocan entre ellas cuando mueve los brazos para hablar con las manos. Explica —con Jordi Ramiro (batería), Julio Cascán (bajo) y Hugo Toscano (guitarra)— la importancia de aprovechar el tiempo de cada día. En la presente jornada, amanecen los cuatro músicos al calor de tres luces: la del sol, la artificial de una sala y la del flash de las cámaras de fotos. Tienen nuevo elepé y vienen, como el sol, a llevarse algún alma para hacerla luz.

 

¿Por qué se recupera la tradición de abrir el disco con un tema instrumental? En este caso es la canción ‘La primera luz del día’, pero en “La forma de mover tus manos” fue ‘Sonamsut’, de Jordi.
Shuarma: Este disco es circular. ‘La primera luz del día’ pretende hacerte reflexionar sobre la primera luz del día, que es también una oportunidad para valorar con qué actitud vas a enfrentarte al día que está por venir. Te puede traer cosas mejores y cosas peores, pero no lo puedes elegir. Lo que sí que puedes elegir es la actitud con la que te vas a enfrentar a lo que te ponga la vida por delante. Al final, la actitud es una de las cosas que más define a las personas. El disco comienza con una instrumental de Hugo que quiere emular ese primer momento del día en el que tú estás contigo mismo, en el que sales del sueño para entrar en el día. Te permite entrar poco a poco en ese nuevo día y, sónicamente, también en nuestro disco, como una rampa de entrada. Es algo muy valioso y muy bonito cuando cumple una función, como fue en “La forma de mover tus manos” y ahora en “La primera luz del día”.

 

¿Cómo surgió? Me refiero al sonido de la guitarra, porque me recuerda a la nocturnidad que hay en ‘Nocturne’ (Julian Lage) y en ‘Hallelujah’ (Jeff Buckley).
Hugo: La música que hemos escuchado impregna las canciones que hacemos ahora. Los desarrollos instrumentales que están aquí son los que escuchábamos cuando éramos más jóvenes. Entiendo esa conexión con Jeff Buckley, porque “Grace” fue para mí un título muy importante. En el caso de ‘La primera luz del día’ fue algo que empezó a fraguarse en la última gira de teatros que hicimos el año pasado, en la que aprovechamos las posibilidades que ofrecen los teatros a nivel escénico para hacer otras cosas que no podíamos hacer en los festivales o en las salas de conciertos. Trabajamos una serie de elementos, como los desarrollos instrumentales. Cuando Shuarma empezó a plantear el concepto, dijo: “Quizás estaría muy bien tirar de ese hilo instrumental –y de ‘Mis sueños’— para poder plantear uno de los elementos importantes del disco: los estados de ánimo. Además de las oportunidades que tenemos para decidir a lo largo del día”. Llevé esa propuesta y a todos les encantó, porque encajaba dentro del sentido que tenía todo el álbum.

 

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“Cuando me cogió el ataque de la música de los sesenta, lo primero que me salió fue ‘Mis sueños’. Es casi un ejercicio de estilo”

 

¿‘Mis sueños’ fue la primera canción que se compuso para este disco?
Shuarma: Creo que es la primera canción que escribí para este disco, aunque tampoco me acuerdo muy bien.
Julio: Pero en este disco no hay ninguna rescatada, ¿no?
Shuarma: Bueno, está ‘Vuelo en avestruz’, una canción que habíamos escrito en la época de “La forma de mover tus manos” y que no metimos porque pensábamos que no iba en la dirección adecuada. Cuando me cogió el ataque de la música de los sesenta, lo primero que me salió fue ‘Mis sueños’. Es casi un ejercicio de estilo. Aparte, las canciones de esa época tienen algo de ingenuidad, algo muy chulo y superficial a la vez. Pero yo creo que eso, con los años, adquiere profundidad. Perseguir tus sueños no es ninguna tontería, es una cosa importantísima en la vida. Pregúntaselo a la gente mayor. Todo depende de cómo lo digas y la forma con que utilizas las palabras.

 

Entiendo que la música de los sesenta, además de su influencia sonora, también tiene su peso en el apartado lírico.
Shuarma: No tanto a ese nivel. He procurado no ser muy rebuscado con las letras. Primero, porque yo no lo soy; estaría haciendo algo contrapelo. Y, segundo, la sencillez es un ingrediente fundamental en el pop. Pienso que una canción muy acertada de nuestra carrera es ‘Que todo el mundo sepa que… (te quiero)’, porque me parece que es una frase muy sencilla que le llega a mucha gente y no pretende ser gran cosa. Lo que hablabas de la música de los sesenta, quizá no sean versos muy eruditos, pero en el motor de esos versos hay emociones muy primarias y muy fundamentales, por eso creo que llegan a muchísima gente. La sencillez, en ese caso, me parece muy difícil. A mí, en mi forma de escribir, eso me gusta. Otra cosa es que lo pueda conseguir.

 

Otro enlace que encuentro está en ‘Isabel’ y tiene que ver con ‘La niña morena’, porque la guitarra del comienzo es idéntica, aunque una es española y la otra eléctrica.
Jordi: El contexto es distinto. Son tres intervalos de nota que son los mismos.
[Shuarma saca la guitarra y comienza a tocar ‘Isabel’]
Shuarma: Bueno, es una pequeña variación, pero es verdad.
Hugo: Te voy a contar algo que me acabas de recordar y que viene perfectamente al pelo: Cuando estábamos grabando “La forma de mover tus manos”, Phil Manzanera (productor), al escuchar el riff de la guitarra de ‘Por verte pasar’, dijo: “Esto son The Beatles con ‘Within you, without you’”. Y era verdad. Es que son cosas que forman parte de tu vida y de un modo inconsciente las vuelves a aplicar, pero transformadas. Aunque siempre hay un espabilado que las coge al vuelo (risas).
Shuarma: Lennon decía que en tu vida escribes tres canciones y que el resto son todo repeticiones. Es algo que pienso mucho. No tenemos más capacidad, porque al final jugamos sobre una, tres, dos o cinco canciones. Yo me lo noto como compositor, porque al final vuelves a tus lugares naturales.

 

Sobre las influencias, ‘Isabel’ tiene un rollo muy andaluz. Esto ya pasaba en otros discos de Elefantes, pero cada vez está más marcado. Diría que, cada vez, menos Triana y más Lole y Manuel.
Hugo: Llevo muchos años viviendo en Andalucía. A nivel de composición, quizá Shuarma te podría concretar más; en el disco anterior ya hay alguna canción que tiene ese aire más Triana o Lole y Manuel. Ya que lo enfocas en mí, llevo estos últimos años muy metido en el flamenco, pero tampoco es algo que tenga que ver con Elefantes o con su música, ni siquiera con las canciones en general. Aunque es verdad que esa jondura en la que yo estoy se acaba filtrando en la música de Elefantes.

 

En ‘Cada vez’ y en ‘Quiero’ encuentro otro detalle referente a las guitarras. ¿Se han utilizado Rickenbacker de doce cuerdas?
Hugo: Sí. Es que las canciones te piden que las vistas y esas canciones me pedían guitarras de doce cuerdas. Estábamos en el estudio y nos preguntamos qué podíamos hacer con ella. Me encerré en una habitación a tocar y propuse lo que tenía y le había sentado fenomenal a la canción. Antes hemos hablado de la música de los sesenta. En esa época se usaba ese tipo de instrumentos. Y no solo las guitarras de doce cuerdas, sino también la guitarra octavada, algo inaudito en Elefantes. No diría que hay un gran trabajo de guitarras, porque yo no soy quién para decirlo, pero sí ha tenido un gran compromiso con este disco.

 

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“Los sueños son pequeños recortes de todo lo que tu subconsciente ha ido asimilando a lo largo del día”

 

Disco que se parte en dos cuando llega ‘Alma’. Encuentro que la producción general de Santos & Fluren mezcla la parte más orgánica de “Nueve canciones de amor y una de esperanza” con la más sintética de “El rinoceronte”.
Shuarma: Yo también creo que hemos fusionado mejor esas dos partes. Pero no ha sido intencionado, porque nosotros hacemos pocas cosas intencionadas. Surgen. Estuvimos ocho años sin tocar juntos y las cosas llevan un proceso si las quieres hacer de una forma natural, que es el camino que elegimos nosotros. No dejamos de ser artesanos que van aprendiendo su oficio mientras consiguen que sus esculturas estén más definidas.
Julio: En este disco hay una cosa que nunca habíamos hecho antes. Shuarma había traído un setlist con la idea de cómo debía ser el orden del disco, porque estaba con la historia de las doce horas, el transcurso del día… Creo que cambiamos alguna de orden.
Shuarma: Al final se quedó el orden que había al principio. Para el disco escribí estas canciones, no más; desde la composición tenía claro cuál era mi propuesta. A veces funciona y otras no, pero esta vez ha cogido cuerpo.

 

Son doce canciones, como las doce horas del día, pero hay una decimotercera, que está escondida y se titula ‘El enfado’.
Shuarma: Últimamente, porque nos apetece, vamos al estudio sin haber ensayado mucho. Primero porque nuestras vidas no nos permiten hacer todo lo que podríamos, quizás, pero también porque nos gusta darle músculo a la confianza que hay entre nosotros. Teníamos nuestro pequeño guión, pero estábamos abiertos a lo que pudiera suceder, sobre todo porque el estudio es un lugar en el que suceden cosas. Este disco tiene una parte racional, pero nos faltaba esa parte más onírica e irracional. Escribimos esa canción en el estudio. Recuerdo que mientras cantaba me inventaba palabras, las íbamos juntando… Es un pequeño monstruo de Frankenstein. Los sueños también son pequeños recortes de todo lo que tu subconsciente ha ido asimilando a lo largo del día. No grabamos esa canción en realidad, sino que cogimos trozos de otras canciones y buscamos la manera de que todo funcionara.

 

Apropósito del tema onírico, ‘Loco’ guarda esa característica infantil de ‘Mi estrella’ o ‘Lo más pequeño’. Sin ir más lejos, la letra de ‘Loco’ dice: “Yo a veces soy un niño que no deja de hablar”. Incluso a partir de ‘Loco’ el disco se empieza a oscurecer, como si ese niño se sintiera desprotegido.
Shuarma: Es un poco la idea de lo que decíamos antes del reloj: empieza a llegar otro momento y también está más presente la melancolía hacia el final del disco. No hay que olvidar que los niños también sufren mucho y tienen miedo. Son emociones que muchas veces intentamos ocultar, pero la tristeza es tan importante como la alegría porque lo importante es estar en contacto contigo y con lo que sientes.
Jordi: ‘Loco’, en un principio, estaba más condensada. Estructuralmente, la canción era más corta y a medida que fuimos cogiendo ideas de guitarras vimos cómo se combinaban dos riffs de guitarra y alargamos esos mensajes. Decidimos intercalar los espacios instrumentales para hacer una canción más larga, como tántrica. Muy lineal pero muy emocional a la vez. Es triste, larga, pero muy de noche.

 

¿Por qué la frase de Lorca en el interior del disco?
Shuarma: Yo creo en la energía. De alguna manera, nada nos distingue de este disco o de una botella de agua. Todo es una energía que se alinea de formas muy distintas. Nosotros podemos escribir un disco y luego grabarlo gracias a la energía que nos da el sol. Si no, seríamos incapaces de poner en una hoja en blanco cualquier tipo de pensamiento. Por eso la frase. Me ha costado muchísimo entender a Lorca. De hecho, lo entiendo un poco, pero tampoco tengo mucho interés en entenderlo más, porque me gusta no entender muchas cosas, ya que así puedo aportar algo. Formamos parte de un ciclo en el que suceden cosas y nosotros nos movemos dentro. Eso es lo que ha hecho este disco.

 

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