El oro y el fango: Podemos, nuevos tiempos y viejos himnos

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borja-cuellar-30-01-15

“Tanto me da ‘L’estaca’ o ‘Al vent’, ambas las siento mías, parte de mi memoria vital y musical, y las dos me ponen la piel de gallina por igual. Así que todo bien”

 

Podemos y las canciones que emplea en sus mítines son el tema que trata Juan Puchades en el regreso (no sabemos si por mucho tiempo: no hay que fiarse) de “El oro y el fango”.

 

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

 

Último domingo, Valencia. Podemos concluye su mitin en el pabellón de la Fuente de San Luis con ‘Al vent’, de Raimon. Lo primero que me viene a la cabeza es la falta de valor de quien ha seleccionado la canción de cierre. Porque, hasta ahora, los mítines del partido de Pablo Iglesias estaban finalizando con ‘L’estaca’ (“Si estirem tots, ella caurà i molt de temps no pot durar. / Segur que tomba, tomba, tomba, ben corcada deu ser ja. / Si jo l’estiro fort per aquí i tu l’estires fort per allà, / segur que tomba, tomba, tomba, i ens podrem alliberar”), de Lluís Llach. Pero Podemos cuida los detalles, sus estrategas son unos linces y no dejan nada al azar, así que algún avispado daría el aviso: “en este lugar del Universo, tan extraño, en el que la gente vota sin recato a corruptos, donde la repugnante Rita Barberá gobierna desde hace casi veinticuatro años, cuidadín. Mucho cuidadín. Que en este sitio lo catalán, nadie conoce bien la razón, sienta muy mal, e igual nos arriesgamos a una pitada histórica. ¡Y con el streaming youtubero conectado en vivo y en directo! ¡Y con mogollón de prensa acreditada! Así que, aunque Raimon hace años que por aquí es un proscrito social, acabemos con ‘Al vent’, que este tío —amigo de Pete Seeger y Víctor Jara—, aunque vecino de Barcelona, al menos nació en Xàtiva. Así nadie podrá negarnos la valencianidad”. Y así fue.

A mí, simpatizante de parte del ideario político de Podemos, y valenciano sin el menor entusiasmo por tal coyuntura geográfica, estos sutiles detalles los observo con la suficiente distancia y el necesario espíritu crítico, incluso con una pizca de humor. Sé que no tenemos delante a unos ingenuos desinteresados, muy al contrario, pero me parecen necesarios para poner esto patas arriba, para lograr que se renueve el aire de un sistema viciado y completamente podrido, para azuzar a una sociedad adormecida, embrutecida y desmemoriada. Además, qué diantres, tanto me da ‘L’estaca’ o ‘Al vent’, ambas las siento mías, parte de mi memoria vital y musical, y las dos me ponen la piel de gallina por igual. Así que todo bien.

Veinticuatro horas después de ese mitin, Podemos escribe en Twitter: “Si en 2014 se hizo evidente que lo viejo estaba en una situación de colapso, 2015 va a demostrar que es posible el cambio”. Y ahí viene lo llamativo: Podemos insiste en la renovación, en el cambio, en romper con el pasado, pero recurre a un discurso, aparentemente, ajado, superado por la realidad histórica. Hay algo de (premeditada) utopia en su argumentario, pero en ese mismo mitin valenciano, Pablo Iglesias, hábil como pocos, recurre a unos versos de Gabriel Celaya que, no por casualidad en su elección, musicó Paco Ibáñez: “Españoles con futuro, / españoles que por serlo, / aunque encarnan lo pasado, / no pueden darlo por bueno”. Así que tenemos a Lluís Llach, Raimon y Paco Ibáñez, que no parecen los referentes más adecuados para quien quiere acabar con lo viejo. Sobre todo porque citar sus nombres en según qué ámbitos puede entenderse como un acceso de caspa. O de casta.

No hay que olvidar que la canción de autor es un género maldito en nuestro país desde los años ochenta: se pasó por encima de ella sin la menor consideración, se demonizó a sus principales protagonistas y hoy no se duda en tildar a los supervivientes de progres, trasnochados, chupasubvenciones. Unos putos coñazo, vaya. Entonces, ¿qué hace Pablo Iglesias y su muchachada recurriendo a algunos de esos viejunos cantautores? En realidad, solo cae en una de las muchas contradicciones que mueven a cualquier agrupación política o ser humano y (no lo obviemos), mientras, va sumando. Porque Podemos, crecido en el triunfalismo, busca la confluencia aritmética que le llevará a la Moncloa, y si para ello tiene que proclamar que no es ni de izquierdas ni de derechas, a ello que se pone, aunque el discurso se trufe de rancias citas comunistas o de eslóganes revolucionarios latinoamericanos de los setenta. Y con la música, lo mismo, algún cerebro melódico habrá decidido que esas canciones han superado generaciones, que haciendo que en Madrid se entone ‘L’estaca’ se lanza un guiño a la convulsa y agraviada Cataluña y, lo más importante, se atrae a electores mayores que podrían sentirse desmotivados y desorientados escuchando a, pongamos por caso, el más reciente Nacho Vegas. Lo mismo con ‘Al vent’. Podemos sabe lo que se trae entre manos, juega al transversalismo hasta sus últimas consecuencias: su asesor musical, sea quien sea, asume que la música popular española hace treinta y cinco años perdió todo componente ideológico (no contamos a los ya no tan jóvenes nuevos cantautores surgidos en los noventa, condenados al oprobio desde casi el minuto uno) y desterró a los cantautores del imaginario popular, pero persiguiendo sus intereses envueltos de sueño colectivo, echa mano de una memoria (de las más sentimentales que tenemos: la musical) que contradice el fondo de sus principales proclamas renovadoras. Pero en la guerra, en el sexo y en política, todo vale. Que matar, follar o gobernar, en la esencia más primaria, viene a ser lo mismo.

Que conste que me parece bien, que la canción de autor forma parte de mi ADN musical, que en todas sus manifestaciones (pasadas, presentes, futuras, acústicas o eléctricas) la entiendo como un género nuestro irrenunciable, que me ha deparado enormes horas de placer y que agradezco ese desempolvar himnos despreciados por el grueso de la crítica musical y la sociedad del viaje veraniego programado, el adosado y la segunda vivienda: prefiero que se entone ‘Al vent’ que el ‘We take care our down’ springsteeniano, como hizo Syriza en Atenas celebrando su triunfo. Por otra parte, a los adversarios de Podemos, ¿qué les queda? ¿Al PP, el amojamado y franquista Raphael? ¿Y al PSOE, qué le queda? Nada, al PSOE ya no le quedan ni canciones, su único futuro pasa por engañar a jubilados seniles canjeando voto por promesa de bocadillo de chorizo de cantimpalo reseco y cerveza sin alcohol. Si me pongo sensiblón, lo que últimamente sucede con demasiada frecuencia, hasta veo algo de justicia poética en ese reivindicar a los cantautores de las décadas de los sesenta y setenta. Y en gente que calza zapatillas de deporte, por contraste, ni te cuento la poesía visual que observo. Como cantaban los Ilegales en uno de los grandes (y escasos) temas sociales de los ochenta que alcanzaron cierta notoriedad: “Tiempos nuevos, tiempos salvajes, / toma un arma, eso te salvará. / Levántate y lucha, esta es tu pelea, / levántate y lucha, / no voy a luchar por ti”. Pablo, ahí tienes otra buena canción para cerrar mítines.

 

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Anterior entrega de El oro y el fango: Bunbury, el héroe que no quiere permanecer en silencio.

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