El oro y el fango: Nosotros no somos como nuestros políticos

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«Nosotros no somos como nuestros políticos y poderosos, nosotros tenemos conciencia, ética, principios, somos solidarios, respetamos a los demás, respetamos su trabajo»

 

Sorprendido por cómo los españoles hemos recibido la llega de Mega, la nueva nube en internet de Kim Dotcom, Juan Puchades se pregunta las razones y traza algunos paralelismos relativos a los usos y costumbres.

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

Soy plenamente consciente de que la gente, lo que aloja en Mega, el nuevo invento de Kim Dotcom tras el cierre de Megaupload, son las fotos de la comunión de los niños y las del difunto y entrañable abuelito, también las de las últimas vacaciones, así como documentos personales en la confianza de que un incendio en nuestros hogares no acabe con ellos.

Todo eso lo sé. Pero si lo que se estuviera subiendo y bajando fueran discos, películas, libros, series de televisión y videojuegos, lo de España sería para echarse a llorar: porque una semana después de haber abierto el nuevo invento, nuestro país ya es su principal fuente de tráfico, según datos aportados por el mismísimo orondo y vivaracho empresario. Somos unos campeones, podríamos proclamar ufanos y sacando pecho. En ese supuesto, la verdad es que todos tendríamos que reflexionar, porque sabemos que el paro es brutal y que la mayoría andamos bastante caninos, pero, en unos tiempos en los que no dejamos de criticar la corrupción política, bancaria y de los poderosos en general, resultaría penoso que nosotros, cabales y honrados ciudadanos de a pie, estuviéramos haciéndonos con las obras de otros que no han decidido ofrecerlas gratuitamente, solo por el mero hecho de que la tecnología lo permite. Porque eso no dista mucho del político que mete mano a la caja: si el dinero estaba ahí, a mi alcance, pasaba por delante de mis ojos, cogiéndolo a nadie hacía daño, lo mío solo era un vaso de agua en el mar…

Ya digo, sé que eso no es así, que nosotros no somos como esos seres egoístas a los que no les importa esquilmar (robar) a otros para beneficio propio por el mero hecho de que ello es posible. Nosotros estamos hechos de otra pasta, nosotros somos gente decente. Y en caso contrario, qué tripas hay que tener para «engordar» a ese ser repugnante que es Kim Dotcom, prototipo del jeta sin escrúpulos que se ha hecho multimillonario aprovechándose de contenidos propiedad de terceros sin pagarles un duro, hundiéndolos. Nada hay en Dotcom del moderno Robin Hood que algunos quieren ver: no reparte para beneficio de la comunidad, solo sirve de intermediario en el robo para lucrarse él con el trabajo y el talento de otros. Utilizando Mega se contribuye a financiar sus bacanales, mansiones, coches, aviones, chicas…

Y eso es justo lo que más me sorprende de la noticia: ¿si todos sabemos el tipo de personaje zafio que es, por qué demonios los españoles nos hemos lanzado a emplear su plataforma con tal entusiasmo? ¿Quizá porque otras similares no funcionan igual de bien para almacenar las fotos y documentos personales (que es a lo que nos hemos dedicado estos días, por supuesto)? Como sea que nos gustan los villanos chabacanos, como a muchos italianos les pone Berlusconi y a bastantes castellonenses Carlos Fabra, es que estamos para que nos desconecten.

Pero no, no pensemos que la gente está empleando Mega para trapichear con música y demás contenidos artísticos, que el dato de que España encabeza su tráfico, no guarda relación alguna con la noticia, de la semana pasada, de que las ventas de discos en España han caído un 77,5% en los últimos once años. Una cosa no tiene que ver con la otra. Es casual. En España respetamos las creaciones culturales. Nosotros, lo dicho, nunca nos haríamos por la patilla con la obra que un artista ha decidido no regalar y que espera venderla para poder vivir y seguir creando (creando obras que disfrutaremos en el futuro, que alimentarán nuestro intelecto o nos harán la vida un poco más llevadera). Nosotros, al contrario que nuestros políticos, banqueros y poderosos de toda jaez, somos de lo más honrados. Por supuesto que sí. Nosotros no somos como ellos. Vaya si no lo somos.

Sé perfectamente que una legislación a todas luces obsoleta (diseñada en tiempos analógicos) permite compartir (la llamada copia privada, pensada cuando las copias se realizaban de una en una, en soporte físico y a escala personal), pero una cosa es lo que diga la ley y otra (conocedores del daño que ocasionamos) lo que nos dicta nuestra conciencia y moral. Esa que, quizá, con determinadas prácticas no nos aleje demasiado de los modelos que tanto nos repulsan e indignan, que de tal modo nos revuelven las entrañas: la del banco que, acogiéndose a la legalidad (¡cómo no!), desahucia al que no puede pagar la hipoteca (¡y además debe de seguir pagándola hasta liquidar el crédito!); la de ese director de fundación de un partido político que le abona 3.000 euros a su señora por artículo firmado con seudónimo, la misma que recibe subvenciones para financiar sus videoclips y dirigía una sede del Instituto Cervantes, que todo ello es plenamente legal; la del Estado que financia innecesarias fundaciones de los partidos políticos pero recorta en Sanidad y Educación, reduce sueldos a los funcionarios, que por supuesto es legal; la de un gobierno que salva entidades financieras pero no a ciudadanos, y al que ampara la legalidad; la de quien grava todos los dispositivos informáticos con un canon injusto, medida legal; la de los diputados que viajan en preferente cuando el paro alcanza a seis millones de conciudadanos, y que, sin duda, es legal…

Todo prácticas repugnantes, amorales, insolidarias y a todas luces reprobables e indecentes, pero completamente legales. Tan legales como descargarse un disco, un libro, una película, una serie (que multiplicadas por cientos de miles de personas descargando, da lugar a millones de obras culturales no vendidas y a la miseria de quienes han trabajado en ellas), ¿verdad? Sí, igual de legal, pero nosotros no somos como nuestros políticos y poderosos, nosotros tenemos conciencia, ética, principios, somos solidarios, respetamos a los demás, respetamos su trabajo. Claro que sí. Por ello, el tráfico que hemos generado en Mega solo se corresponde a las fotos de nuestras vacaciones invernales. Solo a eso, a nada más. Nosotros, nos pongamos como nos pongamos, no somos como ellos.

Nota: Quien quiera puede considerar todo esto como pura demagogia y así tener la conciencia tranquila, que somos muy libres.


Anterior entrega de El oro y el fango: Un respeto para el que compra música, sea la que sea.

 

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