El oro y el fango: Los heroicos 40 de Burning

Autor:

borja-cuellar-21-03-14

«Hay algo de heroico en lo suyo, único superviviente de la primera formación, principalmente porque cualquier otro habría apagado el amplificador frente a la sucesión de contratiempos»

 

Este año, Burning, la legendaria banda madrileña, cumple cuatro décadas de existencia. En este texto, Juan Puchades reivindica la figura de Johnny Cifuentes, el actual corazón y alma del grupo, ninguneado en no pocas ocasiones.

 

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración de BORJA CUÉLLAR.

 

 

Resulta admirable la capacidad de resistencia que ha demostrado Johnny Cifuentes (aka Johnny Burning), superando todos los embates para que Burning, el grupo, siguiera adelante. Hay algo de heroico en lo suyo, único superviviente de la primera formación, principalmente porque cualquier otro habría desenchufado el amplificador frente a la sucesión de contratiempos, ya que tampoco parece una ganga aferrarse al nombre de un grupo de rock cuyos ocasionales y contados días de gloria quedan muy lejanos en el tiempo, y además lidiando en un país jovialmente olvidadizo y tan poco generoso con el rock and roll como el nuestro. Pero ahí está Johnny, con flamante disco nuevo y girando en el cuarenta aniversario del grupo. Sí, cuarenta años, cuatro décadas, como el que no quiere la cosa.

Johnny en este tiempo, y como componente de Burning, se ha sobrepuesto a desastres de toda condición, putadas del destino, peculiaridades humanas, abandonos, muertes, falta de dirección empresarial, desprecio sistémico de una industria discográfica que siempre desconfió de ellos y les obligó a moverse por el margen… De todo, le ha pasado de todo. Pero lo que casi se antoja más terrible: la obcecada beligerancia de algunos seguidores de primera hora de lo más tocapelotas, que siempre le han negado el pan y el agua, que no le han perdonado una y que no han querido comprender que, en realidad, él hace mucho que no tenía necesidad de seguir sacando a flote (que de eso se trata) un barco que históricamente ha hecho aguas por todas partes, generalmente con las velas hechas jirones, teniendo que remar duro, ¡y contra la corriente! Pero ahí ha estado Johnny, manteniendo la enseña y el espíritu, sublimando como ha podido el legado de un grupo que, de otro modo, y como tantos otros, habría caído en el olvido inapelable. Por ello, los seguidores históricos tendrían que ser los primeros en estarle agradecidos por no dejar que el naufragio fuera completo. Unos seguidores que de ningún modo le perdonaron que continuará adelante con Burning tras la muerte de Pepe Risi, olvidando a conciencia que en directo hacía tiempo que él era el cantante principal (de hecho no está de más recordar que era vocalista antes de incorporarse como teclista a la banda de la Elipa), sustituyendo a un Risi al que no le alcanzaba la voz dada su fatigosa salud. Así que, por derecho, ese repertorio es suyo. Pero, además, y aunque se prodiga muy poco, se ha esforzado y han caído dos discos de estudio con canciones nuevas desde la muerte de Risi.

Pero, los fans, los muy fans de cualquiera, tienden a ser bastante talibanes, con poco sentido del humor y endemoniadamente reacios a los cambios, a la evolución. De hecho, leyendo los dos libros publicados sobre el grupo de Cifuentes, choca la cantidad de referencias a cómo los fans recibieron tal o cual canción, este o ese disco, aquel paso o el de más allá. Su presencia sobrevuela muchas de esas páginas, como vigilantes de que su banda predilecta no abandonara las esencias, el camino e ideario que ellos entendían como correcto, siempre sospechando de que determinados temas solo podían obeceder a pretensiones de comercialidad, que vale que quizá fuera así (¡¿y qué?!), pero también podía haber simple interés o necesidad de probar otras fórmulas, de olfatear otros caminos, de crecer artísticamente, de no quedarse varados, de hacer lo que les apeteciera, lo que les viniera en gana (¡¿quién no quiso probar, por ejemplo, con un reggae entre finales de los setenta y los primeros ochenta?!), que esto es arte, y en él, al igual que en la vida, la evolución y la permeabilidad son inevitables, necesarias e incluso saludables. Pero no, ellos tenían que ser fieles a lo que habían sido, a unas determinadas formas y modos. No cabía alternativa.

Lo conté en el prólogo a uno de esos libros: yo también fui un talibán de Burning. Un fundamentalista de cojones, tanto como nunca lo he sido de nadie más (y sigo sorprendido de ello). Mi demencia transitoria tuvo lugar cuando Antonio «Toño» Martín, el vocalista original y uno de los dos compositores principales, abandonó el grupo y Risi y Cifuentes decidieron continuar adelante. No lo acepté y me bajé del tren, dejé de comprar los discos de Burning, aquello me pareció una traición a la banda que, a mi entender, había contado con el mejor cantante de su tiempo. La soplapollez (que de eso se trataba) se me pasó tiempo después: porque había que ser muy cretino para no ver que temas como ‘Una noche sin ti’, ‘Esto es un atraco’ (por cierto, de Johnny) o ‘Cristina’, por nombrar solo tres del primer elepé sin Toño, eran canciones escalofriantes. Como podemos recordar monumentos posteriores del calibre de ‘Tú y yo’, ‘Dieron las diez’, ‘Chueca’, ‘Cuchillo’, ‘Te quiero tanto’ u ‘Ojos de ladrón’. Idiota, había que ser muy idiota para no percatarse de ello y no disfrutar de unos Burning que, vale, ya no tenían a Toño pero habían sabido reinventarse escribiendo canciones inolvidables, echándole toda la vida al asador, poniendo sentimientos al límite y sobreponiéndose a una pérdida tan desgarradora (que te deje la voz de tu banda tiene que ser tremendo). Solo había que asumir que era el mismo grupo en otra etapa, y ya, a disfrutar de ellos, que para eso está el arte, para gozar, que para amargarnos la vida solo hay que leer las noticias. Del mismo modo, y tras la muerte de Pepe Risi, nos hemos deleitado con unos Burning capitaneados con ganas y entrega por Johnny, en otra etapa distinta, pero dignísima y con buenas canciones, como han demostrado (la banda al completo, con gente como Eduardo Pinilla, que es tan Burning como el que más) en el reciente «Pura sangre». ¡Cómo no va a estar uno de parte de Johnny!

Parece que en septiembre celebrarán el cuarenta aniversario estrenando un documental dirigido por Fernando Colomo. Sí, el realizador de «¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?» va a relatar las aventuras de unos tipos que han escrito una de las páginas más imprescindibles y enloquecidas del rock español, probablemente muy poco ejemplar y plagada de tachones (como debe ser en su oficio, ¿no?), pero nunca nadie podrá negar que Burning siempre ha puesto todo su empeño en predicar con denuedo la religión del rock and roll. Como jamás podremos estarles lo bastante agradecidos porque, a pesar de los tropezones y el mucho granizo que les ha llovido, nunca han dejado de depararnos memorables instantes de felicidad hecha canción (en ese oscilar entre el rock expeditivo y las baladas incandescentes), que es lo que cuenta. Larga vida a Burning. Y larga vida a Johnny Cifuentes, un héroe con corazón de rock and roll.

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