El oro y el fango: Los Beatles son unos rácanos

Autor:

borja-cuellar-09-08-13

«Únicamente se atrevieron con los tres volúmenes de la serie ‘Anthology’, que aunque maravillosos e imprescindibles, por comparación con lo que ofrece el catálogo ilegal, es como un pequeño entremés de lo mucho archivado»

 

Mientras en el mercado de los bootlegs hay centenares de grabaciones inéditas de los Beatles, el grupo no se anima a sacarlas a la luz, como sí está haciendo Dylan. Pero es que los Beatles han resultado ser bastante rácanos.

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

Reescucho «As nature intended», un bootleg de los Beatles conteniendo el concierto de la azotea de Apple y el primer master, producido por Glyn Johns, de lo que acabaría por ser «Let it be» (por entonces titulado «Get back»), el último elepé del grupo (que no las últimas grabaciones). Ahí quedan algunas canciones inéditas que nunca vieron la luz y me pregunto cómo es posible que ese material, más de cuarenta años después, no se haya editado de manera oficial. Investigo un poco por internet, y compruebo que solo el sello Yellow Dog, especializado en bootlegs (grabaciones piratas no publicadas oficialmente, nada que ver con lo que hoy conocemos por piratería), y con entrada propia en Wikipedia, ha lanzado más de un centenar de cedés con material inédito del grupo. Una barbaridad, ciertamente, sí, pero no olvidemos que hablamos de la formación más influyente de la historia del rock y que son grabaciones que los más fervorosos seguidores de los Beatles quieren poseer, de eso no hay duda; y en esto, como en todo, rigen las leyes del mercado: si hay oferta es porque existe demanda.

Se trata de sesiones completas en estudio grabadas a lo largo de los años –y que poco a poco se han ido filtrando, se supone que por gente que ha tenido acceso a ellas (¿en el propio estudio donde se grabaron?) y las ha copiado para venderlas o simplemente cederlas para que circulen– ordenadas tal cual se registraron, o directos de los primeros tiempos (llegan a enmendarle la plana al propio grupo lanzando los registros completos del Hollywood Bowl). Son discos que suenan regular pues probablemente en su momento se copiaron en cinta de casete desde los masters sin mezclar, luego se prensaron en vinilo, posteriormente se digitalizaron… Pero, en todo caso, ahí están, a disposición de los seguidores dispuestos a pagar por esos discos. Y, detalle importante, o los tienes con esa calidad de sonido o no los tienes, porque los Beatles (Paul McCartney, Ringo Starr y los herederos de John Lennon y George Harrison) y EMI (o como se llame ahora tras ser vendida a cachos) se comportan con su material con una cicatería inexplicable.

De acuerdo en que a lo largo de los años se ha intentado no quemar el catálogo del grupo, y eso está muy bien, que hay ejemplos de lo contrario bien evidentes (Jimi Hendrix es el primero que viene a la cabeza, o aquí, y en los últimos años, Héroes del Silencio), dosificando los recopilatorios, negándose a ceder las canciones para películas, series de televisión o publicidad, manteniendo la distancia con los sistemas digitales (tardaron mucho en aceptar la venta en iTunes, y el catálogo todavía no está en Spotify). Incluso, en un episodio de avaricia sin igual, que denotó una mezquindad suprema, cuando lanzaron la discografía oficial en cedé, conscientes de que el legado Beatle es oro de muchos quilates, tuvieron la brillante y salvaje idea de casi doblar el precio con respecto al de un disco cualquiera. La gente se indignó, pero no recularon: si querías un cedé de los Beatles, pagabas una buena suma por él. Incluso fueron pacientes, y con la calma propia de los viejos relojeros esperaron durante años para lanzar las versiones remasterizadas de esos mismos discos (un primor de sonido y cuidada presentación, eso es verdad. Por cierto, que estos días se pueden encontrar en oferta a precios más que aceptables), así pasamos por caja dos veces (tres si también tenías las copias en vinilo).

En realidad, y excepto con los precios, ha sido bastante ejemplar la manera en la que se ha gestionado el catálogo, dosificando, desde que el grupo se separara en 1970, los «acontecimientos» Beatle con la suficiente mesura para que no hubiera sobredosis pero que a la vez ninguna generación se olvidara de ellos y asumiera su papel en la historia. Sin embargo, es incomprensible que con la cantidad de material que dejaron grabado en el estudio (no olvidemos que en 1966 se retiraron de los directos y pasaban el tiempo en Abbey Road) no haya una «bootleg series» oficial como la de Dylan (o los «Archives» de Neil Young. Incluso los mismos Stones están recuperando añejos directos en una serie digital) que permita ir accediendo a esas tomas alternativas de lo mucho que grabaron en el estudio o los directos de los que se cuenta con audio, labor que ha quedado en manos de las ediciones piratas. Únicamente se atrevieron (aparte del álbum con las tomas en vivo de la BBC), entre 1995 y 1996, con los tres volúmenes de la serie «Anthology», que aunque maravillosos e imprescindibles, por comparación con lo que ofrece el catálogo ilegal, es como un pequeño entremés de lo mucho archivado. Pero es que los Beatles han resultado ser bastante rácanos. Y no se termina de entender a qué están esperando.

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