El oro y el fango: Dulce condena

Autor:

borja-cuellar-06-02-15

“No es el fin de nada. No lo siento de ese modo. Es, más bien, la evolución y continuación natural de un proyecto que va a por sus diecisiete años de andadura”

 

Juan Puchades, tras abandonar la dirección de Efe Eme, ha querido explicar las razones de su cese voluntario desde su columna semanal, “El oro y el fango”. Opina que tampoco hay que darle más importancia y que este es el espacio adecuado para ello.

 

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

 

“Un recuerdo más que pasajero,
será como empezar otra vez de cero.
Cada corazón merece una oportunidad.”
(Andrés Calamaro / Ariel Rot)

 

Lunes por la tarde. Tecleo estas líneas mientras respondo a los mails que preguntan por mi nueva vida. En realidad, no hay nada nuevo. Al menos todavía. Hoy, en la práctica, no he parado de atender correo y teléfono, mañana tendré medio día ocupado con la habitual sesión de rehabilitación de la lesión que arrastro desde hace meses. Así que no creo que esa “nueva vida” comience, en serio y con todas sus consecuencias, hasta el miércoles. Y veremos cómo se da.

El día extraño fue ayer. Después de la obligada siesta dominical (mucho más saludable que la misa de siete), me dio el bajón: creo que por primera vez, tras unas jornadas de mucha intensidad, combinando trabajo cotidiano con el necesario “traspaso de poderes”, fui consciente de que, después de dieciséis años, cambio de actividad, cierro una puerta y, así lo deseo, bajaré un poco el ritmo infernal de mi vida. Que ya toca. Solo fueron un par de horas, un amago de nube negra, que diría el maestro Sabina. Pero lo suficientemente intensa para que algo se removiera por dentro y me invadiera el frío de la desazón. No eché la vista atrás, que no suelo hacerlo, y además me niego. Tal vez lo que inquietaba era pensar en mañana. En el futuro inmediato.

Sin embargo, en este primer día me siento liberado. Raro, pero liberado. Y con esto respondo a los mails recibidos, mostrando afecto, gratitud, y en muchos casos incomprensión. Compañeros, disqueros, músicos y amigos se preocupan por cómo me encuentro y qué va a suceder en el futuro (los silencios, algunos muy destacados, también suman en estas ocasiones). Por aclararlo: no estoy enfermo (que yo sepa. La lesión mencionada, aunque incómoda, no reviste mayor gravedad y, excelente fisioterapeuta de por medio, está en vías de solucionarse) y tampoco chalado (no más de lo habitual). Simplemente he creído que mi tiempo al frente de EFE EME ha concluido. La decisión no está tomada en caliente. Para nada. Hace mucho que habría abandonado, pero las circunstancias no lo hicieron posible. Sin embargo, hace unos meses, abrimos nuevas vías de trabajo y por ahí asomó la posibilidad de dejar en otras manos una labor con la que me lo he pasado francamente bien pero a la que, me temo, ya había aportado cuanto podía. Últimamente no llegaba a todo, estaba desbordado, me sentía agotado. Además entiendo que seré más útil en la trastienda de la editorial. Y con esto resuelvo otro de los interrogantes planteados: nadie ha dado un golpe de estado en EFE EME y me ha dejado a un lado, la decisión ha sido personal. Como mía ha sido la responsabilidad de seleccionar a la periodista que se encargará de la dirección: Arancha Moreno, la persona, así lo creo, más capacitada para ello. La confianza es plena.

No es el fin de nada. No lo siento de ese modo. Es, más bien, la evolución y continuación natural de un proyecto que va a por sus diecisiete años de andadura. Y eso, el tiempo transcurrido, sí que provoca cierto vértigo (de ahí que sea preferible no mirar el retrovisor). Comprendo que en un país en el que parece nadie renuncia a la silla una vez ha dejado caer sus posaderas en ella, resulta un tanto extraño que haya quien decida abandonar voluntariamente (me hace mucha gracia haber permanecido dirigiendo EFE EME menos tiempo del que la alcaldesa de la ciudad en la que se edita ha estado en el cargo). Pero, sinceramente, creo que es lo mejor. Es preciso que una persona más joven, con más energía, con la cabeza fresca e ideas nuevas agarre el timón. Además, no es en absoluto recomendable eternizarse al frente de proyectos periodísticos: la renovación es básica. Todos sabemos de directores de medios que han ido lamentando penosamente su cese por los rincones de la red. Nadie es imprescindible, y en ocasiones es como si algunos confundieran la existencia personal con el medio: como si alejados de la niña de sus desvelos la vida se les fuera a extinguir en un suspiro. No es mi caso. Estoy firmemente convencido de que hay vida más allá de EFE EME y, de cualquier modo, voy a continuar vinculado a este invento que una noche un tanto etílica y gélida de marzo de 1998 ideamos en Madrid con Diego A. Manrique, pero lo haré en la retaguardia y dando forma a “Cuadernos Efe Eme”, una publicación que entiendo más sosegada y que ahora mismo me ilusiona bastante más que continuar en la primera línea del diario digital, al que continuaré vinculado como lector y, por supuesto, como colaborador. Tampoco me voy muy lejos.

No puedo más que agradecerle a Arancha Moreno la oportunidad que me brinda de permitirme dar un paso atrás, siendo consciente de que la “bestia” queda en las mejores manos. También mi gratitud es eterna para con todos y cada uno de los cientos de colaboradores que durante estos años han pasado por estas páginas, antes impresas, ahora electrónicas, y con los que he tenido la oportunidad de trabajar. Y por supuesto agradecimiento infinito a los lectores (cómplices en tantas ocasiones) que habéis estado ahí y que confío continuéis a nuestro lado.

Sí, ha sido bonito, pero dieciséis años es mucho tiempo, casi como una condena. Dulce condena, que cantaban mis queridos Los Rodríguez. Pero condena, al fin y al cabo.

 

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Los cuatro primeros años de El oro y el fango” se han recogido en un libro que solo se comercializa, en edición en papel, desde La Tienda de Efe Eme. Puedes adquirirlo desde este enlace (lo recibirás mediante mensajería y sin gastos de envío si resides en España/península).

 

 

 

 

Anterior entrega de El oro y el fango: Podemos, nuevos tiempos y viejos himnos.

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