El Kanka: Tejiendo contrastes


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“Somos una generación un poco extraña, no sé si seremos relevo o no. No me gusta la palabra relevo porque hay gente que sigue en activo y sigue haciendo cosas de puta madre”.

 


El pasado verano, el músico malagueño nos contó paso a paso todos los detalles de la grabación de su tercer disco, “De pana y rubí”, en el diario de grabación que publicó en Efe Eme. Ahora, charlamos con él del resultado de esas canciones.

 

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Transcripción y fotos: NOEMÍ SÁNCHEZ.

 

 

Si quieres genios actuales, en El Kanka tienes uno. Musicalmente crecido, mejorando lo que quiere decir y cómo lo quiere decir, su tercer disco «De pana y rubí» está logrando recoger buena parte de lo que se merece desde «Lo mal que estoy y lo poco que me quejo» (2013) y «El día de suerte de Juan Gómez» (2014). ‘Querría’, primer sencillo extraído, esconde una sensibilidad y un humor que sitúa al malagueño entre los mejores de una generación brillante, dispuesto siempre a colaborar y buscar colaboraciones más que interesantes. Ahí están Maui, Rozalén, Lichis o la más reciente con Muerdo, entre otras muchas y variadas. «De pana y rubí» es aprovechable todo, hasta la canción extra que trae la edición digital, ‘De los errores se aprende’: «Si de los errores se aprende, a mi me sobran las clases y los cursos del INEM». Hablamos con él para que se explique.

 

«No me gusta el fútbol, denúnciame», así empiezas «De pana y rubí». ¿Canción de humor o canción de autor?
Bueno, yo creo que no son excluyentes. Es muy divertido, de hecho vengo de invitado a un programa deportivo, que me ha invitado el tío a sabiendas de que no me gusta el fútbol y no tengo ni idea. Ha sido muy divertido, un test muy básico, cuántas veces ha ganado España el Mundial y cosas así, y he aprobado.

 

Ahí está Krahe.
Claro, Krahe era el maestro en eso. Un tío que demuestra una inteligencia brutal usando el humor y que ata mucho con la canción de autor, que se supone que tiene que tener un compromiso con el arte, con la letra. Krahe está muy dentro de la la canción de autor y te tronchas con muchos de los textos que tiene.

 

En ‘Canción final’ llegas a usar el kazoo, instrumento de referencia para Krahe.
Sí, claro. Como la canción es un pasodoble y yo soy muy del carnaval de Cádiz y todo esto, lo asocié un poco. Mucha gente me ha dicho que le recordaba a La Mandrágora, y Krahe trataba también estos temas como en ‘El cromosoma’. Me parece de puta madre, porque he escuchado mucho a Krahe, tanto como aquel disco mítico de «La Mandrágora». Me lo sé de «pe a pa», vamos, y mira cómo se me ha colado el rollo sin darme cuenta.

 

Formas parte de una nueva etapa de la canción de autor, pero tus influencias no son exactamente esas. Citabas a Robe, Extremoduro y su «Rock transgresivo» como tu punto de partida.
Siempre he pensado que a Robe molaría escucharlo con la guitarra acústica, tiene que molar porque las canciones se sostienen solas. Pero bueno, él tiene su rollo con Extremoduro, que está guapísimo también. Me encanta todo lo que hace Robe, porque Extrechinato me gustó un montón y lo que ha sacado ahora también.

 

Por lo que explicas, es un buen momento para abrir definitivamente la definición de cantautor.
Lo de la canción de autor para mí es un tema como para abrir otro archivo aparte. Hay quien dice que debe tener unas ciertas características y hay quien dice que no, que cualquier persona que componga y cante ya es cantautor. No lo tengo muy claro, la verdad. Para mí Robe Iniesta es un cantautor. No es suficiente con que uno cante y componga, sino que tiene que haber un compromiso, pero sobre todo con el mensaje, y no hace falta que haya un tema social en las letras, pero sí creo que hay que cuidarlo. Ahí es donde se diferencia la canción de autor de un tío que compone reggaeton con la guitarra, por ejemplo; a ese tío no se le puede llamar cantautor. No sé, estoy divagando un poco, pero sí creo que tiene mucho que ver con la letra, con cuidar un poco la métrica, el contenido poético del asunto. Inscribiría a todos los cantautores en ese punto.

 

Por ejemplo, tú empiezas con banda.
Sí, empecé con banda. Nos llamábamos Doctor Desastre y luego T de Trapo, y éramos una bandita acústica, pero una banda en toda regla. Lo que pasó es que yo componía las canciones, y empecé a llamarme El Kanka por cuestiones estructurales, para viajar solo sin los gastos de transporte, para poder ir en formato acustiquísimo; de repente, era cantautor y antes no, para mí era exactamente lo mismo, de hecho sigo currando con músicos que me acompañaban, incluso con los mismos del principio. A mí me gusta mucha música de varios estilos, desde jazz a música clásica, pero lo que más escucho son canciones, gente que hace canciones desde Extremoduro, Rosendo, Silvio Rodríguez o quien sea, sobre todo en español porque el inglés me cuesta trabajillo. También en inglés, eh, pero sobre todo en español. Y para mí Robe es un tío que hace canciones, creo que hay una canción siempre de base, una canción muy canción, con una letra muy cuidada, con una melodía muy cuidada. Para mí es un gran cantautor, lo que pasa es que se llama Extremoduro y saca disco con ese sonido rockero y fusionado y tal.

 

En la producción has cambiado a Juan de Dios Martín por Carlos Manzanares, ¿obligó su cambio de residencia? Me gustaría saber qué balance haces de Carlos, y por qué le eliges.
Un poco por todo, la verdad. Con el trabajo de Juan estoy encantadísimo, y en la relación personal con él más todavía, fue una experiencia superbonita, nos hicimos colegas. La lástima es que el tío está en Los Ángeles y no le veo nunca. Este disco me lo planteé con un concepto de sonido muy distinto, por cambiar. Voy haciendo canciones según se me van ocurriendo las cosas, pero sí que me parecía guay darle un giro al sonido. No sé por qué tenía una obsesión con el tema de los vientos, quería una banda de ska de los años 50 tocando canciones mías, ese era mi concepto, lo habría soñado o no sé. A Carlos ya lo había barajado para el disco anterior, pero al final hablé con Juan y me gustó mucho la visión que tenía, aunque Carlos también tocó en el disco anterior, el saxo y el acordeón. Yo lo había tenido en la cabeza para este disco, además de tocar el saxo es arreglista de vientos, y me habían gustado cosas que había hecho como productor, así que me dije: «Coño, pues es el momento de probar”. Encima es colega, no es un tío que venga de la nada. Ha sido una experiencia superbuena, muy distinta al anterior, también en el sonido, las canciones están bastante en esa línea, pero el sonido es diferente. Quería ver cómo cambian las canciones de un sonido más crudo, como hicimos con Juan, con una producción un poquito minimalista, con mucha presencia del trío que llevamos en directo, a este concepto más comercial (en el buen sentido), más bailable, con más elementos y con este concepto de banda grande. No me quedo con ninguno de los dos discos, me gustan mucho los dos. No sé qué haré en el siguiente, lo mismo hago música electrónica.

 

Siempre tienes colaboraciones interesantes. En «De pana y rubí» destaca ‘Ay, vida mía’, con Catalina García del grupo Monsieu Perine de Colombia. ¿Hasta allí llega ya tu público?
Pues mira, ha sido una relación un poco de amor a distancia muy extraña. Te cuento cómo lo viví. Me dicen que voy a ir a Colombia, que hay un grupo de allí que me conoce y que están viendo si podemos hacer algo con ellos. Yo no les conocía porque en España no suenan mucho o casi nada, algún amigo mío «friki» que ha investigado más por ahí sí que los conoce, pero mucha gente no. Escuché al grupo y me encantó, es un concepto musical que me mola bastante, ese toque retro que tienen me fascinó. Habíamos hablado por Twitter un poquito, nos habíamos tirado un par de piropos, y finalmente vinieron para telonear a Calle 13. Aprovechamos para conocernos y hacer un par de conciertos juntos, y cuando fuimos a Colombia ellos nos devolvieron el favor dejándonos abrir su concierto de presentación del disco, que fue un pelotazo, porque allí llenan teatros de 1.500 personas. Les ha producido el disco Eduardo Cabra de Calle 13, que es un crack. Pero casi no nos hemos conocido, porque ha habido siempre tanto curro que no hemos podido coincidir tranquilamente, siempre ha sido como de concierto, pero nos profesamos admiración y cariño mutuos. Creo que volveremos a Colombia, ellos volverán aquí y nos llegaremos a conocer más porque a mi la colaboración me gusta mucho, me parece que le da un puntito de frescura.

 

Además de esta inédita colaboración, y otras más reconocibles que has tenido con Toni Zenet o Lichis, también has compartido micrófono con nombres más contemporáneos como Carmen Boza, Maui, Antílopez, Rozalén…
Todos los que has nombrado de alguna manera somos bastante piña, somos gente que nos estamos impulsando, algunos muy amigos. Creo que también tenemos un concepto un poco de la canción de autor distinta al estereotipo que se tiene en España, hay muchos cantautores que no tienen nada que ver ni con Aute, ni con Silvio, ni con todos estos referentes que son buenísimos y a mí me encantan, pero se está haciendo otra cosa ahora mismo. Muchos estamos haciendo ska, rumba y no sé qué, o algo de flamenco con mi amigo Alberto Alcalá, por ejemplo, que hace una cosa más solemne quizás, pero muy rica musicalmente. Todas esas personas tenemos conciencia de generación, y a muchos nos está yendo bien, porque a pesar de estar en el underground nos conoce mucha gente, viene a todos los conciertos, paga su entrada y nos permite vivir de esto, es un puntazo. Sí tenemos esa conciencia de generación y de que estamos haciendo piña, que pertenecemos incluso a un estilo musical, si no igual, sí que afín. Realmente hay un punto de generación.

 

Incluso ya empezáis a ser referente para otros.
Me cuesta trabajo verlo, me he abierto una cuenta en Instagram hace relativamente poco y hay mucha gente colgando pequeños covers míos, vídeos pequeñitos de quince segundos. Colegas de Sevilla me dicen: “Oye, tío, estuvimos ayer en la Alameda de Sevilla cantando no sé qué y había unos chavales cantando a la guitarra canciones tuyas”. Qué fuerte, porque yo me sigo viendo así, lo sigo haciendo, me saco canciones de gente que me gusta y las canto, una pachanguita con la guitarra es lo que más me gusta en el mundo. Es curioso, me resulta raro ser la referencia como han sido otros para mí.

 

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En un momento en que todo ha cambiado y sigue cambiando, y es tan difícil fijar tus canciones en el tiempo, no está mal tener ya un relevo, eso es un buen síntoma.
No sé si relevo, los tiempos han cambiado tanto, el tema de la industria musical, y ha sido tan difícil y tan distinto… Nosotros somos los que hemos empezado a funcionar estando la crisis, unos temerarios, tampoco hemos vivido las mieles de antes. Muchos compañeros, antes de meterme en el rollo, me decían: «No sabes cómo se nota el tema de los cachés», y a mí me sonaba a chino, claro, porque yo llegué a Madrid el año antes de que empezara la crisis, empecé a funcionar cuando la gente no pagaba una entrada, me he encontrado con eso de primeras. Y con el auge de las redes sociales hay una manera de funcionar muy distinta que hemos ido aprendiendo sobre la marcha, hay mucha gente que casi se especializa más en las redes que en la música. Somos una generación un poco extraña, creo yo, no sé si seremos relevo o no. No me gusta la palabra relevo porque hay gente que sigue en activo y sigue haciendo cosas de puta madre.

 

Otra seña de identidad de varias canciones ‘made in Kanka’ es la ambigüedad, como es ‘Para quedarte’.
Me gusta mucho la ambigüedad de esa canción. La escribí a raíz de una amiga, en muy poco tiempo nos hicimos superamigos, es una persona que ha llegado a mi vida, de estas veces que pasa. Tú conoces a alguien afín, alguien que comparte gustos, tu sentido de humor, comparte dos o tres cosas y dices: «Quillo, esta persona ya está, aquí se va a quedar». Ha pasado a formar parte de mi círculo de confianza aunque acabe de llegar. Este era un poco el concepto con el que la empecé, pero me gusta mucho la ambigüedad de la canción y es un poco aposta. Puede ser cualquiera, puede ser a un hijo, por ejemplo, es este concepto de amor en realidad puro, libre de sentimentalismo y de todo, amor puro y duro, una persona que llega y que se queda, me gustaba el rollo.

 

Volviendo a ‘Canción final’, otra característica de tu repertorio es abrirlo siempre a todo tipo de temas, en este caso la vida y, sobre todo, la muerte.
No sé si se habla poco de ello, son temas que están ahí, sobre todo la muerte, que todavía sigue teniendo ese punto tabú como de cosa negativa, y no creo que sea tan así, al final es el contrapunto que también da sentido a la vida.

 

Vuelves sobre el universal tema del amor, y escuchándote me pregunto si podrá recuperarse alguna vez la canción sentimental o romántica, a pesar de tantos golpes bajos como recibe a diario.
A mí me gusta mucho Juan Luis Guerra, por ejemplo, y él escribe muchísimo del amor, el noventa y ocho por ciento de sus canciones hablan de amor, sin embargo lo hace muy bien, musicalmente nos da mil vueltas a todos. Además, escribe muy bonito, son canciones de amor a las que le da siempre su punto literario, su punto original, soy muy fan de él. Las canciones de amor tienden a caer en lugares comunes, y me raya más eso que el tema en sí del amor, porque el amor es algo que siempre está ahí en sus distintas vertientes, es verdad que mueve el mundo y que todos al final tenemos eso en la cabeza o en el corazón o donde lo quieras ver, pero te encuentras muchísimas canciones de amor que cuentan exactamente lo mismo y de la misma manera, que es un poco lo que creo que cansa.

 

Totalmente de acuerdo en lo de Juan Luis Guerra. «De pana y rubí» tiene una riqueza musical inusitada, llegando a ensamblar perfectamente los diferentes ritmos a los que te asomas, como esa banda ska que decías, aires de rumba son y salsa, entre otros parámetros. Ha sido una grabación muy activa y participativa de tus músicos, supongo.
En el caso de Juan Rubio «El Manin» (cajón, coros), mucho, porque llevo trabajando con él unos quince años, y es de Málaga como yo. Cuando tocaba solo era un coñazo, hasta que llamé a Manin e íbamos los dos en autobús. Nos hemos recorrido España entera con un cajón y una guitarra, dando a veces siete y ocho conciertos al mes, con unas condiciones muy precarias, pero haciendo público, currándonos el show él y yo. Nosotros hacemos un rollo un poco teatral, y es un tío muy ingenioso y le gustan mucho las tonterías como a mí, funcionamos bien. Somos un poco el consejo de sabios, bueno, el consejo de idiotas (risas). En este disco hay poca percusión, en el anterior estaba todo el rato porque es el formato que llevamos en directo, pero él ha estado muy presente. Para mí es un poco mi brazo derecho. Además, lleva en el proyecto desde cuando comíamos mierda. No es un músico y ya está, es un tío que canta de puta madre, que silba de puta madre y hace sus propias canciones, suele cantar alguna suya en los directos, es un gran artista. Ahora nos hemos juntado con Alvarito Ruiz (guitarras, bouzouki, coros), llevamos dos años trabajando con él y es el mismo perfil que Manin, al final me voy juntando con músicos-artistas. Él está sacando disco, canta del carajo, tiene mucha presencia en el escenario, le gusta mucho hacer el tonto… Para mí son personas muy importantes en el proyecto y en la vida, hay un rollo muy peculiar en los conciertos, no es que toquen y ya está, hay una movida de equipo, de complicidad, tenemos muchas ideas, son tan creativos o más que yo. Somos tres, pero pasan muchas cosas en el escenario, ellos dos son más artistas que yo.

 

Y en esa búsqueda artística, en esa búsqueda de la singularidad, tienes otra importante aliada para tus diseños: Anabel Perujo «Pek».
Ella era alma gemela ya antes, desde que ella tenía quince y yo diecinueve. La conozco de toda la vida, fue novia mía en aquella época y somos amigos. Estoy enamorado de lo que hace en general, tiene un blog y cosas que están muy guapas, además estuvo en Berlín, estudió cosas más modernillas y no solo es ilustradora, controla también de diseño, ha hecho mis tres discos y algunos más. Si pones a alguien a un kilómetro con el disco, lo miras y dices: “Mira, el disco del Kanka». Son muy llamativos no solo a nivel ilustración, es un trabajo muy fino de diseño. Y al conocerme tan bien mete muchos elementos que son cosas que a lo mejor nadie más entiende, pero que estaban dibujados en mi cuarto cuando era pequeño, o mi perro… Hay muchos detallitos que mete como pequeños guiños, y no le he dado prácticamente pautas en ninguno de los tres discos. Le digo: «Quiero esto así» y me manda el diseño entero, y no le he echado nada para atrás hasta ahora. Es un lujazo, y es bonito que se cuide cada detalle ahora que el cedé es un objeto de coleccionista.

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