El Kanka: Diario de grabación (III)

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“Llega ese momento en el que uno se juega el todo por el todo, porque he de cantar las voces, las voces de esas canciones que han salido de mis entrañas, de mis entretelas, de lo mas profundo de mi ser terrestre y acuático, y hay que hacerlo bonito y con sentimiento”

 

 

El músico malagueño continúa grabando su próximo disco en un estudio de Benicarló, donde ya ha registrado todas las guitarras y muchas de las voces de sus nuevas canciones. Efe Eme publica en exclusiva la tercera entrega de su diario musical.  

 

 

Texto: EL KANKA.
Fotos: SAMUEL GÓMEZ FRÍAS.

 

 

¡Buenos días, hijos de un chacal! Es broma amiguitos. Sabéis que os quiero.

Aquí estoy otra vez para comentaros las aventuras relativas a la grabación de lo que será mi tercer disco de estudio.

Benicarló, 01.59. Humedad 90% ,30º. Estado de la mar: marejadilla.

He dormido lo que viene a ser como el ojete. He soñado con cosas muy raras, aunque no me acabo de acordar de ninguna, ya sabéis como son estas cosas… Mi amiga Patricia me pasa con Pedro, el batería de La Canalla (colega también), que se mete conmigo por teléfono; suena extraña música en el tren, me baño en una piscina de altramuces y creo que en algún momento soy Hulk. En fin, que he dormido fatality.

Además, el señor Manin (para los que no lo sepáis, es mi percusionista y socio desde hace años) llegaba hoy muy muy muy muy muy temprano. Bueno, a las 11, que es bastante temprano para nosotros. Así que me he despertado para abrirle la puerta del estudio y me he regocijado en la alegría de que ya estamos los tres juntitos: Manin, Alvarito y un servidor. Pero de esta honorable y esperpéntica fusión os hablaré la semana que viene. Hoy os hablaré de las guitarras y las voces.

Llevamos ya en El Tercero Studios de Benicarló más de una semana y la verdad es que nos está dando bastante de sí. Os lo resumo por encimilla:

Día 1. Llegamos después de muchas horas de viaje, cenamos en la playa (¡la playa! Lo más parecido a las vacaciones que he tenido este verano), nos acostamos.

Día 2. Nos levantamos pronto y grabo siete guitarras para siete canciones (aquí, para el que no lo pille, estoy haciendo un sentido homenaje a una de mis películas preferidas cuando era niño, «Siete novias para siete hermanos», aunque también estoy haciendo honor a la verdad, porque grabamos exactamente ese número de guitarras para cada una de sus respectivas canciones, y bueno, eso, que ya me callo).

Día D. Grabo las guitarras que faltan, y ¡oh! Llega Alvarito Ruiz, ese tío de 23 años que toca tan bien y que tanta rabia da.

Día H. Grabamos muchísimas guitarras “alvaritas”. A Álvaro (es cierto) le duelen las manos porque lleva tocando doce horas.

Día Ese. Grabamos el resto de guitarras (Alvarito, te queremos por ser como eres).

Día Allegro. Nuestro querido productor tiene asuntos que resolver (creo que tienen algo que ver con la mafia o algo así), por lo que tenemos un día libre y somos muy felices porque podemos ir a la playa. Llenos de algarabía, nos ponemos en pie Alvarito y yo, bañador hortera modo on, toalla en mano, pero… ¡Holly Shit! Está cayendo la del pulpo y no podemos. Pues bueno, pues vale, pues me alegro. En vez de eso leemos y meditamos sobre lo bien que estaríamos en el mar.

 

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Bueno, a lo que iba: ya están todas las guitarras grabadas (¡bieeen!), y llega ese momento en el que uno se juega el todo por el todo, porque he de cantar las voces, las voces de esas canciones que han salido de mis entrañas, de mis entretelas, de lo mas profundo de mi ser terrestre y acuático, y hay que hacerlo bonito y con sentimiento. En lugar de eso, nos vamos a comer y nos pasamos con el vino y nos tomamos unas copas y llegué al estudio como para suspender un examen, pero canté desde dentro y salió bonito. ¡Es la magia de la música, amiguitos! Hey, cuando salga el disco, os reto a que averigüéis qué cuatro canciones del disco canté pasado de rosca. Si alguien acierta, ¡invito a caña!

Y bueno, después de muchos días ya están todas las canciones sonando como de verdad. Es un puntazo ver cómo se les va dando forma a esas ideas iniciales a guitarra y voz y cómo todo empieza a sonar a música en mayúsculas. Y es en este momento (sí, amigos) en el que me he de poner sentimental y pasteloso y agradecer todo el trabajo que se está pegando el señor Carlos Manzanares (Avatar), arriesgando sus horas de sueño y dándolo todo y más, como si las canciones fueran suyas. Viva nuestro productor, productor, tor.

Ahora ya falta menos: vientos, teclados, cuerdas, algún cajón y cuerda más… ¡Los detallitos que hacen la vida, amiguitos/as!

Os sigo contando más la semana que viene, a la misma Kan-Hora, en el mismo Kan-Canal y siempre mediante la revista Efe Eme.

Ala, me voy a dormir, que parece que no, pero tiene su importancia. ¡Hasta la próxima entrega, Calamardos!

Anterior entrega El Kanka, diario de grabación (II).

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