El evangelio de las anguilas, de Patrik Svensson

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LIBROS

«Como la anguila, el ser humano a cierta edad busca encontrar quién es en el mar de quiénes fueron los que le precedieron, en los lugares de su memoria»

 

Patrik Svensson
El evangelio de las anguilas
LIBROS DEL ASTEROIDE, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Déjenme que les hable de las anguilas. Brevemente. Sabrán que es un pez de cuerpo culebresco y muy delgado. Nacen en el mar de los Sargazos —allá por las islas Bermudas— y, aún larvas, se dejan mecer por las corrientes oceánicas hasta llegar a los ríos europeos, ya convertidas en angulas, donde pasan años creciendo. De repente, un impulso las llama y descienden los ríos, salen de los lagos, escapan de los humedales y se dirigen de nuevo al mar de los Sargazos, donde nacieron, para procrear y morir.

Todo ello está envuelto en misterios que aún la ciencia no ha logrado desvelar. No crean órganos sexuales hasta que no decide su cuerpo que pueden ser fecundadas, consumen su estómago en el viaje ya que no tendrán alimento y, sobre todo, nadie ha visto nunca ninguna en el mar de los Sargazos. Se han visto millones de larvas, pero ninguna anguila adulta.

Uno, a pesar de que van despeñadas hacia su extinción, las ha comido. Era un plato común hace años. Se compraban vivas y he visto como serpenteaban en el fregadero, incluso, como se tiraban al suelo de la cocina y se deslizaban por tierra. Ahora es difícil encontrarlas, la globalización de la cocina ayuda a ello, aunque es uno de los platos culminantes de la cocina de Japón. O de la Albufera, si quieren un sitio más cercano.

Poco a poco, este primer libro del autor estonio —nacido cerca de una comarca llamada «costa de las anguilas»— desvela el trazado de su estudio científico. Cómo Johannes Schmindt se embarcó en un vapor para buscar el lugar del desove y tardó veinte años en encontrarlo, cómo es su pesca en Estonia, cómo se ha involucrado en luchas políticas, sus apariciones en el arte —siempre con connotaciones repulsivas— hasta llegar a los últimos descubrimientos en laboratorios universitarios.

Pero, a pesar de todas estas páginas, no se trata de un ensayo sobre la anguila. La anguila se utiliza para hablar de la infancia del autor y de actitudes humanas. El recuerdo alienta sus excursiones a la orilla del río con su padre para pescar, la búsqueda de nuevos métodos que fueran más allá de la caña y el sedal y la vuelta a su origen. Y aquí entran las actitudes humanas. Como la anguila, el ser humano a cierta edad busca encontrar quién es en el mar de quienes fueron los que le precedieron, en los lugares de su memoria.

Y se introduce en la historia Freud. Un Freud de 21 años cuyo primer impulso es ser zoólogo, y que se pasa un año en Trieste diseccionando anguilas para encontrar sus testículos, cosa que no logra. Tendría gracia que el análisis de la sexualidad del ser humano estuviese condicionado por estudio del sexo de la anguila, de la que no se sabe nada. Ahí lo deja este cronista. Pero es que a partir de aquí conecta más circunstancias de la anguila con circunstancias del hombre. La religión, por ejemplo. O las metamorfosis que sufre el hombre. ¿Hay alguien que dude que las sufre? O su conexión con un hogar.

Y todo ello sin grandes filosofías, imbricando de manera magistral la parte divulgativa con la autoficcional y la reflexión. Como en todas las cosas sencillas, el libro es hondo, es uno de los ejemplos de ese ideal de Machado que engloba el espíritu de lo auténtico: «unas pocas palabras verdaderas».

Anterior crítica de libros: Simón, de Miqui Otero.

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