«Las calles del mar», de Pepe Robles

Autor:

«Queda un disco espléndido, de esos que hay que disfrutar sorbo a sorbo. Y puede ser adictivo. Todo un lujo»

Pepe Robles
«Las calles del mar»
BELL MUSIC

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Uno imagina que a estas alturas a Pepe Robles casi todo le da igual, que no tiene nada que demostrar, que sabe que está fuera de los circuitos convencionales y que lo único que importa es hacer lo que le venga en gana. Lo que se traduce en escribir y grabar lo que le apetece, la música en la que cree y la que le place, sin más consideraciones. Sin embargo, no podemos evitar recordar que fue integrante de Los Ángeles y el alma y la voz de los imprescindibles Módulos (una de las debilidades del pop español de quien esto escribe). Es decir, su historia es ineludible para los que la conocemos y para los que en estos años del nuevo siglo hemos ido siguiendo su reaparición en solitario, de la que este «Las calles del mar» es tercera entrega. Y es oír su voz en ‘Como tú’, el tema con el que se inicia, y te pones de su parte: ahí está una de las gargantas más inconfundibles e inimitables del pop español, y ya todo lo demás importa poco. Es como que te puedes dejar llevar, ajeno a todo, porque esa voz es un instrumento irrepetible, casi hipnótico, con el que prácticamente no importa lo que canta, porque su color, su fraseo, su modulación son como de otro planeta, capaces de trasladarte a otra dimensión.

Lo más chocante es que, me parece, Pepe Robles disfruta, sobre todo, tocando la guitarra. Pero con esa voz, la guitarra, su guitarra, es un elemento complementario, casi secundario (de hecho, todos los instrumentos lo son), y aunque podemos deleitarnos con sus dibujos y sus detalles, con ese sonido entre el rock y el pellizco del jazz que le saca a las seis cuerdas, buscando siempre el calor, la voz es la que atrapa al oyente. Esa es la suerte o la desgracia de haber nacido con una garganta privilegiada, de esas que no necesitan hacer alardes de su poderío (como esos vocalistas que se saben superdotados); no, lo suyo es más sencillo, más sutil, es, simplemente, magnetismo.

Así que, lo dicho, uno, inevitablemente, se pone de su parte en este disco que transita con elegancia entre el pop evanescente, por momentos levemente épico (‘Tan solo amor’), con pellizco funky (‘Como tú’, ‘La nube azul’, ‘Hermano Sol’), ecos de jazz (‘Si tú supieras’), siempre majestuoso, en un espacio poco transitado en nuestro país y que en el pop estadounidense ocupa, pongamos por caso, Steely Dan. Puestos a ponerle un pero, se hubiera agradecido alguna letra (prácticamente todas de Juan Mari Montes), con algo más de mordiente, más apegada al asfalto. En todo caso, queda un disco espléndido, de esos que hay que disfrutar sorbo a sorbo. Y puede ser adictivo. Todo un lujo.

Anterior disco del día: Amatria.

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