El disco del día: Ludovico Einaudi

Autor:

«Einaudi no es un compositor minimalista en el sentido estricto de la palabra: Ha conseguido prolongar la belleza pianística más allá de donde Michael Nyman la dejó en la BSO de ‘El piano’, y no es de los que se encierran en su atalaya académica y elitista»

Ludovico Einaudi
«The Royal Albert Hall concert»
PONDEROSA/RESISTENCIA


Texto: GERNOT DUDDA.


Ludovico Einaudi no es un compositor minimalista en el sentido más estricto de la palabra. Ha conseguido prolongar la belleza pianística más allá de donde Michael Nyman la dejó en la BSO de “El piano”, y no es de los que se encierran en su atalaya académica y elitista. Es muy posible que entre sus intenciones esté convertirse en un intérprete popular y accesible. En 2003 acompañó al maliense Ballaké Sissokho en un periplo por su país para grabar “Diario Malí”, la bellísima “storia di un viaggio”. Y hace menos tiempo se le pudo ver actuando con el portugués Rodrigo Leao y la bristoliana Beth Gibbons en una muy acertada gira conjunta que también pasó por España, donde cuenta con cierta popularidad.

Esta vez ha registrado el primer concierto de su carrera (y por ende primer DVD, incluido de forma inseparable con el audio), en el que 4.000 almas parecieron disfrutar a rabiar –y aplaudir (las ráfagas de aplausos entre canciones son de las más largas que se recuerdan)– de su estelar aparición del pasado 2 de marzo en el londinense Royal Albert Hall. El legendario templo ya parece un cementerio de elefantes para viejas glorias rockeras, pero todavía tiene hechuras para las grandes demostraciones sinfónicas.

El que nos ocupa fue el último concierto de una gira de 60 actuaciones realizadas por Estados Unidos y Europa (y que pasó por España en noviembre de 2009). En la primera parte, Ludovico estuvo acompañado de su banda de cinco músicos, con un lugar importante para la cuerda, el carillón y la electrónica. En la segunda parte, aún más cuerda merced a la aportación de la orquesta I Virtuosi Italiani. Pero uno se queda precisamente con la primera porción, menos “clásica” y mucho más espectacular, en la que piezas como ‘Lady labyrinth’ y ‘Nightbook’ alcanzan una enigmática belleza, unas dimensiones únicas, con un magnetismo que va más allá de la mera dulzura extraída de la proverbial facilidad del italiano para las melodías. Escuchar de una sola toma esos 17 minutos que suponen, seguidos, ‘Bye bye mon amour’, ‘The crane dance’ y ‘The tower’, es uno de esos extraños placeres que todavía –pero muy ocasionalmente– puede proporcionar este tipo de trabajos.

Anterior entrega del disco del día: Juan Perro.

Artículos relacionados