El Club de las BSO: Animación Disney y suspense

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“Una partitura, la de ‘El niño 44’, que demuestra que los jóvenes compositores son capaces de realizar trabajos interesantes y maduros, y cómo el género de suspense puede beneficiarse de bandas sonoras más inteligentes de las que suelen acompañarse”

 

Esta semana, Fernando Fernández se detiene en las músicas de dos estrenos de la cartelera: “Campanilla y la leyenda de la Bestia”, sexta película de la saga, y la cinta de Daniel Espinosa “El niño 44”.

 

 

Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.

 

 

A punto de empezar el verano sigue la variedad de estrenos, una mezcla de estilos que también alcanza a las músicas de las películas. Un mundo donde lo moderno y lo clásico conviven perfectamente y todos tienen su espacio. Esta semana, fijamos la mirada en dos ejemplos que no podrían estar más alejados entre sí.

“Campanilla y la leyenda de la Bestia”

Llega un nuevo título de animación de las sagas de Disney con mayor aceptación fuera del mercado del consumo directo, de mano de uno de sus personajes más queridos. “Campanilla y la leyenda de la Bestia” es la sexta película de la saga, desde que en 2008 su personaje principal se separara totalmente de Peter Pan a modo de precuela. A priori, parece que será la última de todas, ya que los planes de otras dos películas han sido definitivamente “archivados” por Disney. En esta ocasión, la trama juega con una historia de “patito feo”: una extraña bestia a la que todo el mundo teme, pero que esconde un alma valiente que hará todo lo posible para salvar a las hadas.

En cuanto a la música, uno de los aspectos que se ha mantenido a lo largo de toda la saga es la participación de uno de los clásicos veteranos de Hollywood, dado de lado por lo que consideraríamos el “mainstream”. Sin embargo, Joel McNeely –responsable tras títulos como “The Avengers”, “Virus” o “Soldier”–, ha encontrado su nicho y lugar en la factoría Disney. McNeely es uno de los mejores compositores americanos, un artesano que disfruta de seguir unos cánones clásicos de composición (“vieja escuela”, que llamaríamos) perfectamente válidos para proyectos actuales, como demostró en el año pasado en la estupenda “Mil maneras de morder el polvo”.

En esta saga ha encontrado el lugar idóneo para acompañar con su música las aventuras y desventuras de estas hadas, cargando su mundo de aventuras, acción, fantasía, magia y cualquier otro adjetivo similar que se nos pueda ocurrir. Como en todas las películas de la serie, las canciones también son parte de su banda sonora. En esta ocasión con la ya habitual K.T. Tunstall cumpliendo su labor de acompañamiento vocal perfectamente. Pero McNeely es quien proporciona la vida a este mundo tan mágico. Como ocurre muchas veces en la animación, la música acompaña muy de cerca la acción, pero dejando siempre que fluya de manera natural. Sabe cuándo ser divertida, cuándo ser muy activa y cuándo centrarse en las emociones que embargan a estos pequeños seres.

Con un sonido muy orquestal, marca mucho énfasis en los vientos para hacer muy ligera a la partitura, cargada de melodías. La música está continuamente presente en la película, proporcionando los colores necesarios dependiendo de dónde se desarrolle la acción. Si nos encontramos en el reino de las hadas, voz femenina y ligera percusión metálica nos hacen sumergirnos en un mundo fantástico y delicado. Si los rayos y otros peligros acechan a estas pequeñas criaturas, la percusión y las cuerdas se convierten en protagonistas con la música tornándose más dramática. La música se convierte en el guión base que nos hace compartir las emociones en pantalla de este mundo tan especial.

 

“El niño 44”

El joven sueco de ascendencia hispana Daniel Espinosa continúa su aventura americana tras llegar a los Estados Unidos apadrinado por Martin Scorsese. Curtido en la clásica producción de estudio, dirigió “El invitado”, un thriller de acción con buen pulso y ritmo con dos estupendos actores protagonistas, Ryan Reynolds y Denzel Washington. En “El niño 44” parece contar con algo más de manga ancha. Se trata de otro thriller, pero con mayor sentido del suspense y del drama, basado en la primera novela de la trilogía de Tom Rob Smith que guioniza un grande de Hollywood, Richard Price (“Melodia de seducción”, “Clockers”). Una historia basada en “El destripador de Rostov”, un asesino en serie de niños que campó a sus anchas en la URSS matando a más de cincuenta inocentes debido a las indicaciones del gobierno ruso de que los psicópatas eran un producto de la sociedad capitalista. La historia fue contada de manera más documental en la magnífica “Ciudadano X”, pero aquí es una excusa para un clásico thriller de suspense, situándolo en la época de Stalin y dando un tono aún más dramático.

Para la base musical Espinosa ha recuperado a su colaborador habitual, su joven compatriota Jon Ekstrand, que ha realizado una partitura deliberadamente dramática y bastante más inteligente de lo que suele ser habitual en el género. La partitura sirve de oscuro tapiz a la historia que vamos descubriendo, sin intentar aligerar el tono o suavizar el desarrollo. La época, el lugar y la trama no pueden suavizarse. La base de la música son las cuerdas, especialmente el lamento melancólico del chelo. Sobre esa base Ekstrand construye capas de tensión, sin utilizar el típico tono atmosférico ambiental en el que suelen degenerar este tipo de bandas sonoras. La música siempre tiene presencia y peso, sin convertir a la orquesta en creadora de sonidos, sino en la presencia constante que avanza sin descanso a la caza del asesino. La percusión y las cuerdas van ganado presencia en momentos puntuales de acción, el resto mantiene un tono melancólico y triste, jugando con la balalaika como elemento étnico que acerca al lugar en que transcurre la historia. Sin embargo, en ese mundo tan dramático y oscuro debe existir algo que haga que todo valga la pena. Para conseguir ese contrapunto, Ekstrand compone un tema de amor delicado y frágil –como el resto de la banda sonora– que sirve como elemento de inspiración al oficial de policía, sobre todo cuando incorpora su tono cálido y emocional en una bonita melodía a piano que sirve de reflejo al corazón de los Demidov. Una partitura que demuestra que los jóvenes compositores son capaces de realizar trabajos interesantes y maduros, y cómo el género de suspense puede beneficiarse de bandas sonoras más inteligentes de las que suelen acompañarse.

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