El cine que hay que ver: “Pesadilla antes de Navidad”, de Henry Selick

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Pesadilla-antes-de-Navidad-24-12-15

“Una narración sencilla de delirio individual, muy similar al conocido cuento de Dr. Seuss sobre cómo el grinch robó la Navidad, es reconvertida en puro embrujo visual y nos transporta de forma mágica a otro mundo, uno deliciosamente original e hipnótico, encantador al tiempo que lúgubre y tan atractivo como perturbador”

 

Su historia va más allá del encanto navideño, pero en estas fechas es inevitable asomarse a uno de los clásicos más originales de la historia del cine, una cinta hipnótica ideada por Tim Burton. Elisa Hernández la recupera.

 

 

“Pesadilla antes de Navidad”
Henry Selick, 1993

 

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

 

“Pesadilla antes de Navidad” es la película que consiguió que toda una generación adorara lo grotesco, lo siniestro y lo macabro y sobre todo hizo que la audiencia descubriera la posibilidad de encontrar la belleza y elegancia en aquello que a primera vista nos provocaría rechazo. Con más que obvias raíces en el gusto por lo gótico y la literatura romántica del siglo XIX, la obra de Tim Burton y su ingenio y originalidad sin duda destacan entre todos los realizadores que le son contemporáneos. Todo ello, por supuesto, allá en los (más lejanos de lo que nos gustaría) años 90, cuando Tim Burton todavía podía ser considerado como un genio creativo y no un eterno repetidor de fórmulas consagradas.

La película, sin embargo, fue dirigida por el animador Henry Selick, habitualmente olvidado tras el nombre todopoderoso (y desde luego cargado de potencial de marketing tras el éxito de “Bitelchus”, “Batman” o “Eduardo Manostijeras”) que era Tim Burton. Así pues, simples razones comerciales han hecho que cualquier mención a Selick aparezca siempre con letra pequeña a pesar de haber realizado luego obras llenas de imaginación, tenebrosidad y encanto como “James y el melocotón gigante” (1996) y, sobre todo, “Coraline” (2009).

De todas formas, quizás la responsabilidad última de lo que vemos en pantalla no sea tan relevante como celebrar la creatividad del filme y su capacidad para inventar todo un complejo universo, cuidado, pensado y construido con mimo y preciosismo hasta el más mínimo detalle. Los enormes decorados y la gran cantidad de personajes, además del propio laborioso proceso de animación por stop-motion hicieron que la película tardara más de tres años en completarse (sin contar la maceración de la idea en la retorcida mente de Tim Burton), a pesar de durar apenas una hora y cuarto.

Mezclando una historia macabra y retorcida con un tono de cuento de hadas, “Pesadilla antes de Navidad” sigue siendo casi imposible de categorizar en ningún sentido. Una narración sencilla de delirio individual, muy similar al conocido cuento de Dr. Seuss sobre cómo el grinch robó la Navidad, es reconvertida en puro embrujo visual y nos transporta de forma mágica a otro mundo, uno deliciosamente original e hipnótico, encantador al tiempo que lúgubre y tan atractivo como perturbador.

El resultado es una combinación que atrae y repulsa al mismo tiempo, generando así una sensación inigualable que revive con mucha fuerza por muchas veces que se vea la película. Y es que resulta inevitable seguir maravillándose ante las preciosistas imágenes concebidas con un enorme virtuosismo creativo o tararear las pegadizas canciones de Danny Elfman (eterno colaborador de Tim Burton). Todo esto permite que este ya clásico filme de animación haya sobrevivido al tiempo e incluso haya afianzado su singularidad, haciendo que, especialmente en estas fechas, valga la pena recuperarlo una vez más.

 

 

Anterior entrega de El cine que hay que ver: “Harold y Maude”, de Hal Ahsby.

 

 

 

 

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