“El año de la victoria”, de Tigres Leones

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DISCOS

“Un disco que bebe de varias fuentes y que agita un cóctel de cincuenta años de pop en castellano”

 

 

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Tigres Leones
“El año de la victoria”
SONIDO MUCHACHO

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Dicen que el tercer disco es la de la confirmación. Siendo esto así, Tigres Leones están confirmados con este “El año de la victoria”. Bien asentados, desde esa gestión madrileña autónoma y entusiasta, se han puesto en las manos del catalán David Beef para ofrecer un disco que traza líneas sobre las direcciones estéticas que habían ensayado en los dos ya publicados. En cuanto a las letras, frente a las imágenes oníricas y desbordantes anteriores, aquí apuestan por un costumbrismo catastrofista, a la manera de Los Punsetes, como revela ‘Accidente’, correosa y bluesera en un excepcional trabajo que bebe de unas guitarras cortantes y de otras pétreas que se van combinando.

El primer single fue ‘Golpe en la puerta’, de instrumentación cruda, igual que la historia —violencia doméstica angustiosa— que se acompaña de unos coros finales casi dantescos, y en esta línea oscura —casi psychobilly— destacan también ‘Los demonios’, con un puente tempestuoso y pausado, o ‘El mejor amigo del hombre’, que introduce un aire militar, común a otros arreglos del disco. Es el caso, por ejemplo, de la que da título al conjunto, con esa estructura rítmica tan marcada o de ‘El miliciano’.

Pero se combina con este tono una parte más amable, como en la sesentera ‘Haz que se vaya el aire’ o en ‘El mar’ que incluso tira por dejes tropicales. Un capítulo que llega hasta lo jocoso en ‘Paracaidista ruso’, de piano casi infantil, o en ‘Milos Forman’, un homenaje al director divertidísimo en forma de efervescente caramelo punk.

Un disco, por tanto, que bebe de varias fuentes y que agita un cóctel de cincuenta años de pop en castellano. El ejemplo preclaro es ‘Domingo’, impecable si te gusta el rock potente sin llegar a la dureza. Pero es que en esa fuerza recoge tonos de los sesenta en las melodías, ochenteros en las guitarras y se acerca a los noventa en la densidad. Una calificación publicitaria de la industria cinematográfica indica que una película es “para todos los públicos”. Pues si la usara la industria discográfica y hubiera discos para todos los públicos, este sería uno de ellos.

Anterior crítica de discos: “45 cerebros y 1 corazón”, de Maria Arnal i Marcel Bagés.

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