Dropkick Murphys en Madrid: el dogma callejero

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«Llegaron y quemaron el frío. El hielo de enero ardió bajo nuestros pies»

 

Los Dropkick Murphys descargaron con furia en el Palacio de Vistalegre de Madrid en el arranque de su gira europea.

 

Texto y fotos: SARA MORALES

 

Dropkick Murphys
Palacio Vistalegre, Madrid
29 de enero de 2020

 

“The boys are back”. No había otra forma de arrancar la noche de los Dropkick Murphys en Madrid. Grito de guerra enfurecido, y laureado por su legión de devotos desde que viera la luz en el año 2013 como una de las insignias del álbum Signed and sealed in blood, al paso que los ocho de Boston cogían posiciones sobre el escenario del Palacio Vistalegre en una velada convocada por Mercury Wheels y Live Nation.

Sin tregua, Al Barr y Ken Casey, comenzaron a disparar. Sus voces, auténtico fuego en alaridos broncos, psicóticos y corrosivos, llevan al frente de la banda desde que esta comenzara a fraguarse a mediados de los noventa en el corazón proletario de Massachusetts. Desde entonces, ladran juntos por el orgullo obrero, la insurrección ante el sistema, la devoción a la familia, la amistad leal, la dignidad del individuo, sus luces y sus sombras, mientras a sus espaldas se despliega la honra del folclore celta que corre por su ADN. Peso pesado de gaitas, guitarras, banjos, mandolinas, acordeones y bajos que, acompasando el latido de una batería infatigable – la de Matt Kelly (también fundador)- explosionan con furia contagiosa sobre el asfalto de la ciudad.

Llegaron y quemaron el frío. El hielo de enero ardió bajo nuestros pies deshaciéndose en un manto de tréboles verdes en honor a sus raíces irlandesas; y a estacazos de hardcore, folclore y nervio punk nos abrieron las puertas de su fiesta costumbrista con “Rebels with a cause” y “Blood” de su último disco 11 short stories of pain and glory, publicado en 2017. La combativa “Fighting 69th” –perteneciente al álbum de 1999 The gang’s all here– se volvió gigante en directo, y con “Sunday hardcore matinee” y “Prisoners’s song” rememoraron las glorias de aquel Going out in style de 2011 y Signed and sealed in blood de 2013 cuando la sangre jubilosa latía por su imaginario creativo asentándose en las nuevas formas del milenio.

“You’ll never walk alone”, la conmovedora versión del tema de Rodgers and Hammerstein que incluyeron en su último trabajo, alardeó del sosiego melódico que la precede para estallar segundos después en una descarga de fraternidad callejera. La pérdida de seres queridos por la adicción a las drogas sustenta el esqueleto conceptual de este álbum cuasi biográfico; pero la tristeza se asimila mejor cuando es compartida como dice Casey; así que en ese latido de comprensión hermanada, continuaron los Dropkick Murphys con su trabajo más oscuro de la mano de “First class loser” y su solemne diálogo coreado (aunque a gritos) entre los dos líderes.

El palacio de Caranbanchel continuó viniéndose abajo con el inconfundible estribillo de “Bar room hero” y el alma de “I fought the law”, esa versión de la joya country de The Crickets que nunca falla desde que decidieran hace unos años incluirla en sus citas de directo, con un destilado reverb que acompaña los solos vocales del gran Casey rescatando el folk sesentero. Este, imparable sobre las tablas, encadenó sin respiro con “God willing” y “Amazing Grace” nutriéndose de nuevo de la furia embravecida de Al Barr, en una concatenación de gaita y pulso hardcoreta que se elevó a la máxima potencia cuando comenzó a sonar “Citizen CIA”.

Incombustibles, épicos y soberbios. Sin atisbo de agotamiento, y a la altura de un público insaciable, desmenuzaron potentes “Johnny I hardly knew ya” que terminó mutando en danza medieval mientras corría la cerveza, dando paso a una interpretación magistral de su “Paying my way”. Tras ella, vuelta a las calles con otro de los tótems de la banda, “The State of Massachusetts”, enredada para el directo en un impresionante careo de banjo y acordeón que azuzó el nervio de una pista danzando en pogo y que no templó taquicardias al llegar “Out of our heads”.

 

«Una batalla campal de tres mil quinientas almas que terminamos llevándonos la victoria a casa»

 

Presentación de nuevo single

Aprovechando el incendio ocasionado en su cita con Madrid, punto de partida además de la gira que los llevará durante los próximos meses por toda Europa, los Dropkick Murphys sorprendieron con novedades. El próximo 31 de enero verá la luz “Smash shit up”, un sencillo con el que caldear el ambiente ante la llegada del álbum en el que están trabajando a día de hoy, previsto para ser publicado en el segundo semestre del año. El regalo convirtió al público madrileño en testigo privilegiado del estreno en directo de este tema que también traía su cara B: “The bonny”, una cover del escocés Gerry Cinnamon. Y a juzgar por lo que vimos, parece que las nubes del sombrío y último 11 short stories of pain & glory, han desaparecido para dejar paso a la parranda verbenera marca incondicional de la casa.

Conscientes de estar asistiendo al bloque duro de su repertorio con una metralleta de hits incontrolable, comenzaron a sonar los acordes de otra de sus gemas, “Going out of style”, que acaparó durante varios segundos el protagonismo de la gaita bajo los focos amarillos del escenario, mientras todo estallaba abajo a sabiendas de que lo mejor todavía estaba por llegar.

El bis tomaba tierra enarbolado de la incontestable “Rosee Tattoo”, bajo una apasionada tormenta roja que dio paso a la eterna adorada y memorable “I’m shipping up to Boston”, y a una festiva y contagiosa “Until the next time” para la que invitaron a todo el equipo y a algunos fans a subir al escenario con ellos y despedir así la noche. Infalible y perturbadora tríada para poner el broche de oro a esta batalla campal de tres mil quinientas almas que terminamos llevándonos la victoria a casa.

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