Dorian: Pasión, paciencia y perseverancia

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“Lo único que esperábamos era aspirar a ganarnos la vida con la música, cosa que tuvimos la suerte de conseguir a partir de nuestro segundo disco. Todo lo que ha ido llegando, festivales y giras en el extranjero, ha sido algo que nos hemos ido encontrando a medida que nuestras canciones iban teniendo un cierto calado y han ido abriendo camino”

 

La banda de Barcelona cumple diez años de carrera y lo celebra con un disco en el que recoge lo mejor de su repertorio e incluye dos temas nuevos. Un recorrido con el que atisban ya cómo sonarán en el futuro: una vertiente más eléctrica y otra más acústica. Wilma Lorenzo charla con ellos.

 

 

Texto: WILMA LORENZO.

 

 

Sobrevivir al paso del tiempo haciendo que este juegue a su favor ha sido la fórmula secreta de Dorian desde que publicara su primer álbum, “10.000 metrópolis”. Sin plantearse grandes metas pero con la mirada fija en un objetivo, la banda capitaneada por Marc Gili y Belly Hernández cumple diez años de carrera y lo celebra publicando un álbum de altura, “Diez años y un día” (I*M Records, 2015), en el que el sonido aparece renovado y lo electrónico da paso a lo orgánico. Una celebración que mira al futuro y en la que además de reflejar la historia de Dorian a través de los temas míticos de la banda, queda plasmada su aplastante forma de ser y su minuciosa forma de trabajar, el cuidado del detalle y el control de la situación. En estos diez años los barceloneses han aprendido la importancia de manejar su música desde el cariño y lo imprescindible que es encontrar un equilibrio de cabeza y corazón.

“Diez años y un día” es un repaso a toda vuestra carrera que necesariamente conlleva revivir sensaciones, emociones… ¿Qué esperaban los Dorian del principio y qué esperan los de hoy?

Marc: Dorian no nos hemos planteado las cosas a más de dos años vista. Creo que esa es una de las claves de la longevidad de una banda: plantearte objetivos a medio plazo. Pisando de forma firme en cada paso que vayas dando, pero sin grandísimas pretensiones, ni mucho menos planes a largo plazo porque eso es una trampa mortal. Creo que en el arte uno tiene que ir haciendo las cosas con cabeza pero también con mucha intuición y humildad. Ir picando piedra. Eso lo venimos haciendo desde nuestro primer disco.

 

¿Qué planes a medio plazo rondaban vuestra cabeza con “10.000 metrópolis”?

M: Formábamos parte de la escena independiente de Barcelona y España, que por aquel entonces no estaba tan boyante y tan potente como ahora. Tenías que trabajar mucho e ibas consiguiendo las cosas muy poco a poco, así que no te planteabas grandes metas. No habría dicho jamás que íbamos a tocar en La Riviera o hacer giras por Latinoamérica. Jamás me lo habría planteado, porque nosotros estábamos en un entorno muy complicado. La música indie al principio de los 2000 era un territorio duro en el que trabajar con mucha pasión, como tantas otras bandas que luego han tenido mucho éxito. Poquito a poco hemos ido haciendo que esa situación cambiara, y al final incluso la música independiente ha acabado poniéndose de moda, lo cual ha sido algo que nos hemos encontrado todos por sorpresa. Pero respondiendo a tu pregunta, lo único que esperábamos era aspirar a ganarnos la vida con la música, cosa que tuvimos la suerte de conseguir a partir de nuestro segundo disco. Todo lo que ha ido llegando, festivales y giras en el extranjero, ha sido algo que nos hemos ido encontrando a medida que nuestras canciones iban teniendo un cierto calado y han ido abriendo camino. Creo que esa es la manera sana de llevar una trayectoria artística. Sin grandes pretensiones pero con mucha pasión.

 

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“Abrir fronteras y descubrir nuevos mundos nos estimulan mucho porque nos empujan a salir demuestra zona de confort y a volver a los orígenes en cada nuevo país al que vamos. Esto es lo que más ilusión nos hace de cara al futuro próximo de la banda: explorar nuevos territorios y tener nuevas aventuras”

 

Una vez alcanzado ese objetivo y teniendo en cuenta que sois de planes a corto o medio plazo, ¿qué justifica hoy la continuidad de esa pasión?

M: Por ejemplo, el “Diez años y un día” era un disco que teníamos en la cabeza desde 2009. El proyecto de hacer un disco que recogiera algunas de las canciones favoritas del grupo en un formato de timbre acústico con arreglos de cuerda, viento, percusión, y que fuera una cosa muy de madera, muy crujiente; llevábamos con ello en la cabeza mucho tiempo y es un objetivo cumplido con el que nos hemos quedado muy satisfechos. Y de cara al futuro, para la gira de este disco vamos a tocar en muchos festivales en España, también vamos a visitar de nuevo países como Colombia, México, Argentina o Chile; el mes que viene vamos por primera vez a Perú a hacer un par de festivales y también esperamos visitar otros países de la región como Guatemala o Ecuador. Esta clase de aventuras, abrir fronteras y descubrir nuevos mundos nos estimulan mucho porque nos empujan a salir demuestra zona de confort y a volver a los orígenes en cada nuevo país al que vamos. Esto es lo que más ilusión nos hace de cara al futuro próximo de la banda: explorar nuevos territorios y tener nuevas aventuras.

 

Además de ser un disco de celebración, se me antoja como una oportunidad para investigar sonidos que, si no fueran de la mano de los temas más emblemáticos de vuestra discografía, podrían ser entendidos como una salida de tiesto absoluta.

M: Efectivamente. Cuando en 2009 se nos empezó a pasar por la cabeza la idea de hacer un disco como este, algo así como un unplugged pero en estudio, obviamente sabíamos que no era el momento. Apenas estábamos sacando nuestro tercer disco, “La ciudad subterránea”, y todavía teníamos que terminar de esculpir y elaborar el sonido de la banda. No era el momento, necesitábamos más recorrido y más discos de estudio. Después sacamos un cuarto álbum, “La velocidad del vacío”, y tras él sí que tuvimos claro que era la hora de hacer ese disco. Teníamos cuatro discos de estudio y una evolución sonora bastante interesante. Y sobre todo, una serie de canciones que han logrado tener una cierta repercusión popular, era el momento volver a explorar y jugar con ellas. Sabíamos que al público le iba a hacer gracia que reinventáramos esas canciones en este momento.

 

La idea surge en 2009, pero sin embargo la mayor parte de las canciones recogidas en “Diez años y un día” pertenecen a vuestro tercer y cuarto disco. ¿Por qué?

M: Sí. El criterio de selección ha tenido mucho que ver qué canciones eran igualmente conocidas dentro y fuera de España. Y fuera de España son más conocidas las canciones de los dos últimos discos porque fueron publicados en varios países del extranjero.

 

En todo caso, queda representada toda vuestra trayectoria, siendo ‘Solar’ (“10.000 metrópolis”, 2004) la más joven. ¿Cómo ha sido volver a trabajar con esta canción?

B: Es como reencontrarse con un viejo amigo: redescubrir la canción, recordar el momento en que la empezaste a trabajar y rehacerla. Tiene mucho que ver con tu evolución como músico y cómo ves las cosas ahora. Es todo un reto y es muy divertido. Es algo que siempre hemos hecho: versionar nuestras canciones en directo para no aburrir al oyente.

M: Hacer estas canciones, sobre todo las más antiguas como ‘Cualquier otra parte’ o ‘Solar’, ha sido de alguna manera volver al pasado. Como quien va al psicólogo y le explica su adolescencia o su infancia o lo que le pasó hace diez años. Volver a recordar en qué momento de nuestras vidas estábamos cuando las compusimos.

 

¿Y qué sentimiento os ha generado volver a esas emociones pasadas?

M: Por ejemplo, cuando hice ‘Cualquier otra parte’, que es una canción que tiene una letra muy marcada por el desasosiego, yo no estaba en un buen momento, estaba experimentando un cierto bajón anímico, con mucho caos en mi día a día, por eso salió esa canción así. Para trabajar con ella hemos vuelto a su esencia para después vestirla con otro traje. Ha sido volver a recordar cómo me sentía cuando la hice, y en ese sentido, toda la exploración sonora hacia lo acústico de estas nuevas versiones ha supuesto volver a explorar nuestros estados de ánimo. También recuerdo con mucho cariño cuando estaba haciendo ‘Tormenta de arena’ porque es una canción que surgió en un momento muy especial de nuestras vidas. Ha sido muy interesante realizar este ejercicio. Dorian es un grupo que ha tocado mucho en directo, estamos haciendo entre 80 o 120 conciertos al año, y llega un momento que a base de repetir cada noche las mismas canciones, pueden acabar cansándote emocionalmente.

 

Hay artistas que afirman que la repetición concierto tras concierto puede traducirse en sentir las canciones propias como ajenas. ¿Es el caso?

M: No, ajenas no, porque las sigues disfrutando. Disfrutamos a muerte todas y cada una de las canciones que seleccionamos cada noche para tocar. Nunca me atrevo a decir categóricamente que hemos hecho un concierto funcionarial, Dorian siempre sale a tope. Pero sí es cierto que la repetición en las giras genera una rutina que hace que las canciones emocionalmente te acaben gastando un poco. Haber grabado este disco nos ha hecho volver a enamorarnos de las canciones, por eso hemos disfrutado tanto el proceso de grabación de este disco. Ha durado diez meses, ha sido duro pero muy estimulante.

 

Además, es la primera vez que producís y con un álbum no precisamente sencillo, ¿por qué optáis por la autoproducción en este momento y cómo ha sido la experiencia?

B: Yo creo que este ha sido el momento en que más preparados nos hemos sentido para hacerlo porque ya llevamos bastante experiencia acumulada. Antes no habríamos podido. Fue muy importante el trabajo que hicimos con el anterior para autoproducir este. Trabajamos con Phil Vinall, un productor británico de grupos muy importantes, como Radiohead o Placebo. Es un tipo muy estimulante a la hora de trabajar. Le gusta mucho experimentar, dar vueltas a todo… Nos enseñó que puedes saltarte las reglas en lo que a sonido se trata, que es importante jugar. Todo lo que aprendimos con él lo hemos aplicado a este disco.

M: Nos sentíamos preparados después de cuatro álbumes y el último con un productor con tanto talento. Estamos rodeados de un excelente equipo de profesionales. Los arreglos finales de cuerdas y vientos los han trabajado entre Belly y un equipo excelente de compositores de bandas sonoras en México, dos profesionales muy buenos, Andrés Sanchez y Gustavo Reyes, dos cracks de la escena cinematográfica mexicana y el mundo de los soundtracks. Con ellos hemos podido cuajar bien esos arreglos de cuerda, que no es tan fácil como dar una partitura y que te los toquen.

 

Claro, ahí reside la diferencia en que todo suene compacto o parezca un añadido.

M: Exacto. Y tienes que ir con cuidado con las distintas voces. Saber cuál está mandando, cuál no… Es todo muy complicado. Para este arduo trabajo hemos contado con el apoyo de estos compañeros mexicanos y luego también a las mezclas hemos trabajado con Alex Ferrer, un excelente profesional con el que ya hemos mezclado varios tracks y varios discos, como por ejemplo, La ciudad subterránea. Luego también hemos estado en cuatro estudios distintos, por lo tanto hemos podido ir incorporando la colaboración de muchos profesionales a la tarea de crear Diez años y un día. Así que aunque es cierto que la producción ha sido orquestada por Dorian, pero ha sido coral al mismo tiempo.

 

¿Están en el disco todos los temas que grabasteis o hay alguno que no os convenció en su nueva forma?

M: Hubo algunos que se resistieron. A veces las canciones se ponen rebeldes y no se dejan domar. Nos habría gustado mucho incluir ‘La mañana herida’ porque es una canción muy querida por el público de la banda, y no ha podido ser porque no se dejó domar en la versión acústica.

B: ¡Pero se dejará! Quedó fuera muy a nuestro pesar, pero el disco tenía un listón y no podíamos bajar de ahí. La dejamos en barbecho y a ver qué pasa con ella en los próximos meses.

 

¿De qué sirve hacer balance de cara al futuro?

M: Es bastante interesante mirarte a ti mismo. Si echas un vistazo atrás es posible que no repitas ciertos errores que ya cometiste en el pasado. Para no equivocarte tienes que conocer tu propia historia. Por otro lado, ha sido un ejercicio con el que hemos estado jugando con nuestra música. Este disco ha sido un juego, serio, pero juego al fin y al cabo. Hemos estado explorándonos a nosotros mismos y ha sido muy interesante. Además, lejos de ser un recopilatorio tiene una identidad artística individual como obra, y estamos seguros de que va a marcar mucho en el futuro del sonido de la banda. Los tiros en un futuro cercano podrían ir por el lado de un híbrido entre este sonido más de madera y el sonido más sintético que tenía “La ciudad subterránea”. Es posible que en un futuro intentemos encontrar el punto de convergencia entre estos dos elementos: unos Dorian más eléctricos o electrónicos y unos Dorian más acústicos y clásicos.

 

Es curioso, estáis llevando a cabo justo el proceso inverso que otras muchas bandas.

B: Sí, es verdad. Es justo lo contrario. En los últimos años mucha gente ha adoptado el discurso electrónico en bandas más indies, incorporando sintes y demás.

M: También muchos se han puesto a cantar en español.

B: Lo importante es mutar, que la música se transforme, que las bandas jueguen, porque si no es muy aburrido. Los grupos tienen que sorprender para no volverse previsibles. Es bueno que vayan incorporando nuevas sensibilidades a sus discos. Nos parece muy bien.

 

En “Diez años y un día” se incluyen dos temas inéditos. ¿Podría ‘Ara’ representar el presente y ‘Arrecife’ el futuro?

M: ‘Ara’ es una mirada al presente, una canción en catalán que habla del profundo divorcio que estamos viviendo actualmente entre la clase política y la ciudadanía. Retomamos estos asuntos porque nos produce un profundo hastío el panorama político y estamos muy contentos de que ahora se esté removiendo. ‘Arrecife’ es una canción que habla de no dejarse aplastar por el paso del tiempo y la resistencia a claudicar ante el paso de los años. Es una reivindicación de la necesidad de hacer con tu vida lo que quieras, independientemente de la edad que tengas. Es un canto a la vida, un tanto sórdido como siempre con Dorian, pero un canto a la vida al fin y al cabo. Tener la confianza suficiente como para no dejarte aplastar por el paso de los años.

 

Abrir un disco repaso a tu carrera con una canción inédita es sin duda una declaración de intenciones.

B: Tienes razón, yo no lo había visto así.

M: Era una manera de decir: “Cuidado, no os penséis que estamos haciendo este disco como punto final o un largo punto y aparte, que aquí tenemos material para rato”. Es una manera de explicar que tenemos todavía mucha cuerda.

 

 

Incluís dos colaboraciones, la de Santi Balmes y Marion Sosa. ¿Hay algún motivo más allá de lo estrictamente musical?

M: La verdad es que ambas han tenido como base principal la parte musical. A Santi de Love of Lesbian le conocemos desde hace doce o trece años. Bandas como Dorian, LOL, Sidonie… formábamos parte de una escena independiente de Barcelona, a principio de 2000, y nos conocemos de toda la vida, sin embargo no habíamos colaborado con Santi hasta hace unos meses, cuando Mondosonoro nos propuso hacer un concierto conjunto con motivo del 20 aniversario de la revista. Le propuse a Santi hacer ‘Allí donde solíamos gritar’, que es una canción que me encanta, y el resultado de la colaboración fue bastante excepcional. Fue muy emocionante. Nos dimos cuenta de que nuestras voces funcionan muy bien, tenemos unas tesituras que encajan perfectamente en los distintos rangos de frecuencias. Cuando estábamos con el disco, dijimos: “Los amigos que perdí parece escrita para Santi”. Y efectivamente. Entró en el estudio de grabación y encajó como un guante en la canción. Está teniendo un éxito enorme en las redes. Se nos está escapando de las manos porque es una colaboración que tiene magia.

 

¿Y respecto a Marion Sosa?

M: Marion es una nueva cantante mexicana que va a sacar su primer disco a finales de este año y que tiene un proyecto de folk con raíces norteamericanas y mexicanas. Es muy amiga nuestra desde hace mucho tiempo y tiene una voz muy sensual que encajaba con ‘El temblor’, que fue compuesta en México y tiene un cierto sabor fronterizo y un aire a western. Quisimos inyectarle un punto de sensualidad a la manera de esos dúos de hombre y mujer que grabaron Nancy Sinatra y Lee Hazelwood. La verdad es que quedó muy bien.

 

¿Cuál es el mayor aprendizaje de Dorian en estos diez años?

B: Perseverancia.

M: Yo lo que más he aprendido es a tener paciencia. Cuando empiezas con tu banda tienes mucha prisa. Muchas ganas, muchos deseos. Puedes llegar a tomar alguna decisión precipitada o tirarte por el barranco equivocado. Con los años vas aprendiendo que es mejor hacer las cosas con calma y con paciencia, y luego avanzar a paso firme tras haber reflexionado y haberte tomado tu tiempo.

 

¿Qué consejo creéis que podrían dar los Dorian del primer disco, con su inocencia e ingenuidad, a los de hoy?

M: Seguramente me gustaría que me dijeran esto: “Que no decaiga”. Que sigamos disfrutando del camino. Las bandas son familias, y como en todas las familias a veces tienes follones. Es muy importante que con el paso de los años el propio peso de la vida, el cansancio de vivir y esa cierta pérdida de la ingenuidad no erosionen el amor que tiene que reinar en una banda para seguir adelante. Cuando empiezas tienes de eso a raudales y es muy importante seguir alimentando esa energía positiva, ingenuidad y amor por la vida entre tus compañeros para que sigan saliendo buenas canciones, porque si no empiezas a hacer discos funcionariales. Así que eso es lo que más me gustaría que me dijeran esos Dorian de hace diez años: seguid manteniendo la alegría de vivir, la potencia y el amor entre vosotros.

 

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