Dorian: «La imagen está derrotando a la palabra, y esto es muy peligroso»

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«Mi obligación era crear un álbum social en vez de un ego-trip»

 

El pasado abril vio la luz Ritual (Intromúsica,2022), el esperado nuevo álbum de la formación barcelonesa. Jagoba Estébanez se ha reunido con Marc Dorian, vocalista, letrista y principal compositor del grupo, para ahondar en los entresijos de esta aventura con alma de ceremonia y sonido de pop cosmopolita.

 

Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.
Fotos: SERGI MARGALEF.

 

El nuevo elepé de Dorian es una apuesta ecléctica y rompedora que, una vez más, satisface a sus fieles, pero que también logra atraer la mirada de aquellos neófitos que han comenzado a sumarse a las filas de los barceloneses con este disco. Ritual plantea un diálogo musical constante entre Europa y América a través de una paleta de sonidos y ritmos que viajan hacia otros horizontes estéticos y culturales. Toda una aventura sensorial en la que se topa uno con los Dorian de corte más clásico y europeo, orbitando alrededor del synth-pop, la new wave y la electrónica en temas como “Dos vidas”, “Energía rara” –junto a Alizzz–, “No dejes que el tiempo” –con Ana Mena– o “Rubik”; pero en la que también damos con el perfil del grupo más americano. Y lo han conseguido mezclando sintetizadores con beats caribeños e indígenas, como “Lento” o “Libre”, junto a Lido Pimienta, artista colombiana afincada en Canadá y una de las grandes renovadoras de la cumbia. Todo un cóctel de estímulos sonoros en el que también se pueden degustar influencias estadounidenses con dejes de hip hop, traídos hasta su terreno de una manera natural y nada invasiva.

Ritual es un amanecer en la carrera de Dorian, con el que demuestran que continúan siendo un grupo muy vivo, no solo musicalmente con ganas de explorar, sino también con interminables inquietudes. Un ejercicio de compromiso en las letras que, desde el inicio, se manifiesta crítico con la sociedad actual. Sin embargo, es un álbum de esperanza, positivo y dual, una amalgama de miradas nada nihilistas, sino esperanzadas desde la crítica constructiva, un disco que atraviesa el cosmopolitismo de inicio a fin y defiende la idea de una sociedad global opuesta a la segregación. Y aunque el castellano sea la vértebra de estas canciones, todas están conectadas entre sí con samplers de voces en inglés, francés, ruso, portugúes o catalán. No cabe duda de que Ritual es un viaje por el mundo.

De todo esto y mucho más charlo con Marc, uno de los tipos más inteligentes, rápidos, cultos y comprometidos de nuestra escena.

 

¿Por qué Ritual?
Me vino a la cabeza en plena pandemia, donde nos prohibieron una de las cosas más importantes para el ser humano, que es juntarnos con los demás. Reflexionando sobre este tema, me di cuenta de que juntarnos no solo nos constituye como especie, como seres humanos, sino que, además, en los momentos más importantes de una persona normalmente está presente el ritual como concepto. Un cumpleaños es un ritual, un entierro es un ritual, el sexo, cuando hay amor, y su puesta en escena es un ritual, la llegada del año nuevo la celebramos con un ritual… En definitiva, tenemos la necesidad de celebrar todo lo que nos atraviesa con un ritual, y si nos retrotraemos ya a la idea de una banda de música, el non plus ultra del ritual de un músico es unirse con su gente, con sus fans, en el gran ritual que es un concierto en directo. Me di cuenta de que nos habían prohibido el ritual de mirarnos como comunidad, entonces me pareció que titular así a un álbum pospandémico era muy buena idea, porque era reivindicar el concepto de comunidad en oposición al concepto de metaverso, del aislamiento del individuo en su casa con su ordenador, televisión o Netflix. Ritual es vernos reflejados en el otro, salir a la calle, bajar a la plaza, encontrarnos con el otro en un concierto, en fin, celebración. Una palabra llena de resultados poliédricos y polisémicos pero que, en definitiva, convergen siempre en la idea de que la comunidad es lo que nos conforma como sociedad. Muchos vectores apuntaban a que era un nombre muy potente para un álbum.

 

Un ritual también lleva implícito el concepto de la costumbre y, sin embargo, este disco me ha parecido una ruptura con todo vuestro repertorio anterior, haciendo algo a lo que no nos teníais acostumbrados.
Sí, totalmente, sobre todo en el sentido de que los rituales suelen ser cíclicos. Pero aquí me refiero al ritual del reencuentro en comunidad para autodefinirnos a nosotros mismos como un todo, en contraposición al aislamiento del individuo al que el turbo capitalismo y la tecnología están empujando.

 

«Tenemos la necesidad de celebrar todo lo que nos atraviesa con un ritual»


La portada, tan étnica y colorista, también denota ese giro en vosotros del que hablábamos. Normalmente soléis ser más oscuros y minimalistas.

Quería que marcara diferencias con el resto de la discografía de Dorian, que hasta ahora han sido más bien oscuras. Esta portada es una explosión de vida, de color, te retrotrae a la selva y al Caribe. Es obra de un artista madrileño que se llama Luis Toledo. Una obra prácticamente psicodélica y compleja, que tienes que mirar y explorar mucho rato para entenderla. Vuelvo al tema de la pandemia, quería que este disco no tuviera oscuridad, sino luz y color; y esta portada muestra vitalidad. Y al mismo tiempo es una portada de Dorian, ya que siempre hemos jugado con imágenes totémicas y con la simetría.

 

Es un álbum muy cosmopolita y en él os desprendéis del estilo que os ha caracterizado siempre. Con cosmopolita me refiero no solo al estilo y a las influencias musicales, sino también a las letras y las reivindicaciones: feminismo, libertad, gentrificación, libertad sexual, manipulación… ¿Tiene estas intenciones?
Es una pregunta muy bien armada. Gracias por haber escuchado las canciones tan atentamente y por haberlas entendido tan bien. Sí, es intencionado. Mi opinión personal, como letrista, es que estamos en un momento apasionante en la historia de la humanidad en el que están pasando muchas cosas. En estos veinte añitos de siglo veintiuno que llevamos se han caído las Torres Gemelas, hemos tenido pandemias mundiales, invasiones en Ucrania, movimientos feministas, liberación LGTBI, al mismo tiempo que el auge de los fascismos en toda Europa… Mi obligación era cambiar el foco de mis letras desde el ego hacia la sociedad, es decir, coger el telescopio y darle la vuelta para crear un álbum social en vez de un ego-trip.

 

Hablando de ese enfoque hacia lo social, “Lento” es una canción protesta maravillosa, además de ser una de mis preferidas del disco, con ese ritmo de cumbia rebajada y llena de vientos, en la que te dan ganas de abrir los brazos y comenzar a girar.
Es un llamamiento a que no nos desesperemos cuando tengamos la sensación de que los cambios en la sociedad se están produciendo lentamente, o incluso cuando parezca que avanzamos dos pasos y retrocedemos uno. Los cambios en la sociedad son lentos, igual que las mentalidades de mucha gente. La tesis de la canción es que si echamos la vista atrás veremos que, en los últimos veinte años, hemos avanzado muchísimo a nivel de derechos civiles, como la revolución feminista abriéndose camino también en Asia y América, porque en Europa ya es una realidad flagrante. En definitiva, tenemos motivos para ser optimistas, ya que hay fuerzas reactivas que quieren que las cosas cambien.

 

De este movimiento femme hablas en “Techos de cristal”. Habéis hecho una canción llamada a ser todo un himno feminista.
Sí. Demuestra que cuando la mujer acabe su proceso de empoderamiento, además cambiará las dinámicas comunicacionales en la sociedad. Ellas nos enseñarán a los hombres a comunicarnos de otra manera: sin testosterona, sin ego, con amor, con empatía, que se pueda discutir de todo pero sin violencia.

 

Háblame sobre “Mundo perdido”, el tema que abre el disco, con esos ritmos oníricos caribeños y bossa nova. Me ha resultado curioso cómo encaja ese registro con vuestro estilo, además de hacerlo con el rapeo en inglés de Youthstar. ¿Cómo nace esta canción?
Es una canción que alerta sobre los peligros de un mundo dominado por la imagen, por la pantalla, por Instagram y en el que el titular del periódico se lee –y a veces ni eso–, pero en ningún caso se profundiza en la noticia, no se leen libros… La imagen está derrotando a la palabra, y esto es muy peligroso, ya que estamos ante un escenario orwelliano. En veinte años veremos qué está pasando con la gente, ya que será muy manipulable si no es capaz de profundizar en las noticias, de involucrarse con la realidad en la que está viviendo. Alerta de los peligros de un mundo acrítico.

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