Discos: «Rarities», de Rod Stewart

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«Un viaje al periodo más abiertamente rock de su obra, pero también el de mayor calado, cuando lo suyo era defender con tenacidad el rock más peleón y correoso»

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Rod Stewart
«Rarities»
MERCURY/UNIVERSAL

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Parece que Rod Stewart ha decidido ponerse las pilas y reivindicarse, lanzando pocos meses después de «Time» (su vuelta al rock y a las canciones originales) este doble álbum de rarezas que escarba en sus primeros tiempos como solista, cuando su carrera corría paralela, y a ratos enredada, con la de los enormes Faces. Es decir, nos ofrece un viaje al periodo más abiertamente rock de su obra, pero también el de mayor calado, cuando lo suyo era defender con tenacidad el rock más peleón y correoso, ese que parece regado con cerveza de la buena en el pub de la esquina (que es como quien dice un estadio de los Estados Unidos, donde los Faces encontraron su lugar).

Acompañado en casi todos los temas por la guitarra de su inseparable amigo Ronnie Wood, los otros Faces originales (Ronnie Lane, Kenney Jones, Ian McLagan) también se suman en muchos cortes de estas grabaciones que recorren el periodo que va de 1969 a 1974, con un Stewart que ya hacía gala de su garganta rota, que sería su bandera interpretativa, su mejor instrumento, y que le servía para tanto para adentrarse en el rock and roll fibroso como para bordar baladas arrebatas.

El material que agrupa «Rarities» son tomas alternativas a las editadas oficialmente (un ‘Maggie May’ con una letra distinta a la conocida, aunque al final del segundo disco se incluye una imprescindible versión en directo ajustada a la canónica), con ese saludable punto de material sin terminar de pulir, abandonado en aras de una versión más perfecta, pero ya se sabe que en la imperfección reside parte del encanto del rock and roll. También se completa con reveladoras grabaciones en directo de los inagotables archivos de la BBC.

Aunque Stewart no cotiza muy al alza en los últimos tiempos entre la parroquia rockera, este álbum nos recuerda que hubo un tiempo en que grabó discos incendiarios y apabullantes (hasta 1976, no bajó del notable, y por momentos alcanzó el sobresaliente) y que fue uno de los vocalistas del rock más personales y entregados, con un repertorio matador (en el que sumaba temas propios y versiones que se llevaba para casa). Este disco, que es una fiesta, lo confirma una vez más.

 

Anterior crítica de discos: «Dear Mark J. Mulcahy, I love you», de Mark Mulcahy.

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