Discos: «Norte» / «Oeste», de Hendrik Röver

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«Consigue con estos dos discos que son uno o este disco que son dos, la obra cumbre de su carrera en solitario, si es que esta puede separarse de su trabajo al frente de Los Deltonos»

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Hendrik Röver
«Norte» / «Oeste»
GUITAR TOWN RECORDINGS

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

Se acerca final de año y uno ya tiene más o menos preparadas sus listas de lo mejor de la temporada. Difícil se hace que en apenas tres meses pueda salir un disco con tanta fuerza y enjundia como para que uno modifique su lista, al menos en lo que respecta a los primeros puestos. Esos que se han ganado los discos llamados “con recorrido”, los que perduran en tu mente meses después de su salida al mercado. Pero llega Hendrik Röver y lo pone todo patas arriba. Y no con un disco, sino con dos. Bendita incontinencia creativa, en este caso. Pero es que el cabrón es muy bueno, si me permiten el taco, y con estos dos discos confirma lo que muchos ya sabíamos: que su propuesta es y seguirá siendo de las más interesantes de este país y que todo lo que toca lo convierte en mágico.

Dos discos y no uno doble. Me surge la duda, ¿por qué? Y pregunto. “Son cincuenta y cinco minutos en total. Un disco de dieciocho canciones asusta a priori y vi la posibilidad de separarlo estilísticamente entre la parte honky tonk y llamémosle ‘el resto’. Mi única intención era que el comprador pudiera disfrutarlos mas según su estado emocional, por ejemplo, ‘Oeste’ para el coche y ‘Norte’ para el sofá”. Así que por ahí van los tiros. Por los estados emocionales.

Viejo zorro, Röver sabe dónde está el secreto de que un disco cale y es consciente de que anda muy por debajo de la piel. Así que apunta hacia allí y hace diana continuamente. «Norte» y «Oeste» no son una excepción. El primero más pausado, casi asustadizo, confesional, más en las letras que en el sonido. Como todo crítico diré que es uno de esos discos que gana con las escuchas. Aunque tampoco hacen falta muchas para caer rendido a su sonido. El segundo más directo, cargado de himnos. “Si al final, en conjunto, te mola más ‘Oeste’ no tienes porqué tragarte siempre las canciones de ‘Norte’, y viceversa, y puedes tenerlo en ‘loop’ alegremente”. Tipo listo. Porque por mucho que pinches los discos por separado, acaban formando un conjunto y, quizá por eso, no se venden por separado. No revueltos, pero juntos. “Oeste’ es mas Western y ‘Norte’ más frío, boscoso y montañoso”. Por eso en «Norte» encontramos el gospel bluegrass de ‘Gloria, oh Gloria’, la desolación de ‘Desilusión’, agria y sedosa, o la crudeza de ‘Invierno’, absolutamente desoladora y con guiño a esos hombres enfermos que marcaron la carrera de Röver al frente de Los Deltonos. Aunque también hay tiempo para la ironía y el escepticismo irreverente de ‘Salvación’: “el whisky me condenará, con Dios tendría alguna opción (…) Whisky o Dios, si el probara este licor se queda aquí, te lo digo yo”.

«Oeste», en cambio, se consume en ocho canciones directas a la yugular. Cargadas de honky tonk y olor a barras de bar. Letras fáciles de cantar a voz en grito con una cerveza en la mano y el puño al aire aunque ofrezca descansos como ‘Sentado, solo’. Röver se muestra líricamente espléndido, mejor que nunca. Cargado de ironía y con ganas de decir cosas. Muchas cosas. Como uno de esos tipos que se te sientan al lado en el bar y comienzan a hablarte sin parar aunque tu gesto indique que te apetece justamente todo lo contrario para acabar embobado con sus historias. El cántabro dispara con bala, se ríe de todo y de todos, brinda por los cuerdos, ve doble vasos y mujeres, y hasta acaba homenajeando la figura de los padres por nuestro parecido natural con ellos. Tiempo para todo y bien aprovechado.

Así que trabajador compulsivo, Röver consigue con estos dos discos que son uno o este disco que son dos, la obra cumbre de su carrera en solitario, si es que esta puede separarse de su trabajo al frente de Los Deltonos. Y lo bueno es que amenaza con más antes de fin de año. Será cabrón (se me escapó otra vez).

Anterior crítica de discos: “Somewhere else”, de Sally Shapiro.

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