Discos: «Las cosas que no vemos», de Los Huéspedes Felices

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«La música de Los Huéspedes Felices es la de ese visitante para el que siempre tienes abiertas las puertas de tu casa de par en par»

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Los Huéspedes Felices
«Las cosas que no vemos»
CLIFFORD RECORDS  

 

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

 

Cuando algunos (pocos por desgracia para ellos) seguimos disfrutando y encontrándole detalles a esa delicia que es «Tipos normales» con guitarras eléctricas, publicado hace menos de un año también por Clifford Records, sus protagonistas, Los Huéspedes Felices, regresan al primer plano discográfico con el espléndido «Las cosas que no vemos». Y es que, aunque el larga duración no ha sido un formato en el que los gallegos se hayan apoyado demasiado en sus ya dos décadas de existencia, parecen haberle cogido el gusto a eso de presentarnos colecciones de canciones desde que en 2011 publicaran el también magnífico «Cambios».

La música de Los Huéspedes Felices es la de ese visitante para el que siempre tienes abiertas las puertas de tu casa de par en par. La evolución de su carrera explica a la perfección la madurez que toda banda debe tener para permanecer viva. Porque si en sus primeras canciones apostaban por un pop atemporal lleno de melodías adictivas, ahora, sin abandonar ese objetivo, han dirigido sus miras al folk rock británico y la psicodelia más low-fi. Así inician este disco con ‘El jardín’, pieza que podría haber sido una incursión hispana de los Pentangle de John Renbourn. En ‘Buscando el sol’ recuerdan más que nunca a uno de los tótems de su música en nuestro país, Miguel Ángel Villanueva y sus Brujos, y, por rizar el rizo y cerrar la coincidencia, a la producción que incluía en aquel ya lejanísimo «Sin ver el sol» (1998). ‘Cerca del suelo’ da la bienvenida a las guitarras eléctricas como protagonistas y al Hammond como compañero de viaje. Voces que se cruzan como por arte de magia, lisergia vocal y pericia instrumental que dan paso a ‘Un, dos, tres…’ y su acercamiento al pop más mod y saltarín que Los Flechazos hubieran estado encantados de firmar. Estaba cantado que a ‘Un, dos, tres…’ debía seguirle ‘…Al escondite inglés’ aunque musicalmente la segunda se inclina otra vez por las guitarras más potentes trasladando la psicodelia a una eterna jam instrumental cargada de detalles.

Abre la cara B ‘En un día oscuro (Canción triste)’ que me evoca, no sé muy bien por qué, a los Bee Gees más experimentales de «Odessa». ‘Las cosas que no vemos’, elegida para dar título al disco, es quizá la que, como debe ser, mejor resume no solo el álbum sino todo lo que la banda ofrece en la actualidad. Folk rock galaico-británico de bella factura. ‘Pájaros’ sigue en la misma línea y es el complemento perfecto a su predecesora. Escucharla en días lluviosos como el que me acompaña al escribir estas líneas es una verdadera experiencia vital. Aunque para eso la imprescindible ‘Llueve’ se lleva la palma con un trabajo al Hammond de Daniel Blanco perfecto. ‘Las hojas caen’ acaba por confirmar que nos hallamos ante una cara B con el otoño como protagonista. Y ‘Otoño’ es el broche de oro a un disco artesanal y preciosista.

Algo cansado ando de oír eso de que los discos que no entran a la primera son mejores porque se van descubriendo poco a poco. «Las cosas que no vemos» es el ejemplo de que se pueden hacer las dos cosas y no sucumbir en el intento. Chapeau.

Anterior crítica de discos: “Para todos los públicos”, de Extremoduro.

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