Discos: «Hablamos de nosotros», de Oviformia Sci

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«La obra de Oviformia Sci era el anhelo desconocido de un grupo del que eran patentes su estética, su vestuario, sus amigos, pero no su música»

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Oviformia Sci
«Hablamos de nosotros»
ELEFANT

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

De nuevo un milagro, más de treinta años sepultadas y aparecen llenas de luz estas canciones. En este caso, los degustadores podían acceder al vídeo de ‘Hablamos de nosotros’ para el programa de televisión “Pista Libre” y a ‘Mi teletipo’ y ‘Una nota di bianco’, en algún recopilatorio del sello Lollipop, pero la obra de Oviformia Sci era el anhelo desconocido de un grupo del que eran patentes su estética, su vestuario, sus amigos, pero no su música. Cierto que Heroica, su reinvención a finales de los ochenta, ya tiene discos que parecen conservar el mismo sonido, pero ese germen, ese deslumbramiento de todo lo que estaba por llegar, solo aparece en Oviformia Sci.

El grupo, para las informaciones del corazón en la época, giraba alrededor de Clara Morán, hija de un ministro de exteriores –el ‘Asuntos exteriores’ de La Mode va dedicado a ella– y dos de sus amigos, Lucho y Ger. Como trío sorprenden a la naciente corriente tecno de la época manejándose con los parámetros de los nuevos románticos. A la par que Mecano, por ejemplo, pero mientras Ana Torroja cantaba a fiestas de niños y aburrimiento juvenil, los Oviformia sorprendían con espías internacionales y sofisticación, mientras los hermanos Cano pertenecían a CBS, Clara Morán pertenecía a la noche y a los círculos de la nueva música. Por no hablar del sonido, que cuando escuchen a Oviformia notarán –más allá de algunos tics de época– preciso y moderno, incluso sus últimas canciones tienden a la consistencia minimalista de Kraftwerk.

Las ya conocidas –’Hablamos de nosotros’ y ‘Mi teletipo’– son dos explosiones de escándalo, irresistibles, de las mejores del pop español en esos años, con su riff de sinte, su voz neutra, su espíritu bailable, su cuidada estética; a pesar de la escasez de medios, las ideas burbujeaban, se aprovecharon los recursos y parecían dueños de una carrera prometedora, que después se reinventó tras un viaje a Londres y la fundación de Heroica.

El resto, parte de la inestimable ayuda de Jesús Ordovás, de unas bobinas que aparecieron por casualidad en una caja y de un directo en la galería de arte Amadís. Se recogen los años 81 y 82 y se observa una leve diferencia, las primeras canciones –’Una nota di bianco’ o ‘La luna la nuit’– son más elegantes, más bailables, más pop, a la manera de Soft Cell o Visage, de los primeros Depeche Mode o The Human League, las del 82 parecen tener una dinámica y un espectro más potente, casi rozando lo industrial. De las propias del concierto, cuesta juzgar, el sonido no les hace justicia y quizás la que destaque con más encanto de las cinco sea ‘Fotografía’. Reluce asimismo una mezcla de ‘Mi teletipo’ cantada por niños y destinada a la banda sonora de una película de la época.

Sobre todo Lucho ha seguido en el negocio musical, tocó con Fangoria, les hizo algunas canciones que también iban en el perdido cuarto elepé de Heroica y sorprendió a los devotos de la música electrónica con su grupo de esta década, Breton Armada. Así que estos inicios en los lejanos ochenta son tanto un capítulo más de sus obras completas, como un perfecto trabajo de arqueología musical que recupera no solo un grupo sino una época entera.

Anterior crítica de discos: “Art official age” y “3rd eyed girl”, de Prince.

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