Discos: “El comportamiento privado”, de Tachenko

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Compacto y bien medido, con las hechuras exactas para los devotos del buen pop, de las canciones guiadas por un sonido perfecto, una contención que acaricia y una perfecta dosis de ensoñación”

 

Tachenko 28-09-15

 

Tachenko
“El comportamiento privado”
LIMBO STARR

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Las canciones vuelven a sonreír en el sexto disco de Tachenko. Con magisterio, constancia y unas pequeñas dosis de magia se limitan como en las entregas anteriores a no inventar nada nuevo, y a seguir casi al dedillo los parámetros que les han convertido en el refugio de los que esperan de las canciones no otra cosa que claridad y buenos herrajes, evasión en las hechuras y no en los experimentos. Y digo casi porque aunque no hay una huida hacia adelante –o hacia atrás, según se mire–, recogen directrices que no solían apuntar así en sus canciones; en esencia, reflejan en algunos cortes ciertas esencias de los años sesenta. Ahí está, simplemente al abrir ‘Los festivales de la fe’, ese aire que juega con una melodía precisa y arrebatadora y se ajusta a una tradición peninsular de pop, entre Los Pasos de psicodelia suave y Los Módulos los de ese deje aflamencado y sinfónico. En momentos, en fraseos solo, pero salen ciertos tonos de lo que se ha mascado en la península.

Incluso, y ahora vamos a esa ‘Fuego’ que cierra, llegan al máximo calado pop con materiales que no se sienten llegar ni pasar, los más puros y transparentes, en una canción que me recuerda a esa maravilla que fue ‘La mujer de cristal’, de Víctor y Diego, percepción personal que me ha alegrado sobremanera y me ha hecho pensar que en la música hispana hay líneas de continuidad, asociaciones musicales quizás inconscientes –o forzadas por mi parte– pero que hablan de un buen y causal engranaje.

En las ocho restantes trallazos seguros, algunas menos emocionantes, nivel general notable. ‘Más madera’ se sostiene en un escondido riff que tiene consistencia en la fantasía, no se puede hacer más que embargarse en su insistencia de himno vital, y ‘Otras vidas’ es una emocionante balada que se reconvierte en salvaje tiro de rock al final. ‘Declaración universal’ es otra descarga que sabe acoger todas las texturas y recuerda poderosamente a esos aires añejos pero que aquí se revelan de una soberana actualidad. Son, en mayor o menor medida, adictivas llamadas: ‘No tenemos nombre’ con sus fondos a medio punto del soul y ‘Estilo internacional’ con su impulsiva llamada a la felicidad

En esencia, se trata de un elepé que continúa la línea de claridad de las canciones de los zaragozanos. Compacto y bien medido, con las hechuras exactas para los devotos del buen pop, de las canciones guiadas por un sonido perfecto, una contención que acaricia y una perfecta dosis de ensoñación. Siguen dando con la fórmula.

 

 

Anterior crítica de discos: “Salud”, de Los Deltonos.

 

 

 

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