Discos: “Chasing yesterday”, de Noel Gallagher’s High Flying Birds

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Gallagher sigue haciendo algo similar a lo que hacía con 27: componer canciones para gente de su edad o mayor que él, sin traicionar sus principios. El resultado, al igual que los dos trabajos de Johnny Marr en solitario, es que sus discos se dejan escuchar sin sobresaltos ni sorpresas

 

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Noel Gallagher’s High Flying Birds

“Chasing yesterday”

PIAS

 

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

 

Más o menos en el ecuador del álbum, ‘The dying of the light’, Noel Gallagher reconoce que “Detrás de mí quedan los días que malgasté”. Según él, su segundo álbum en solitario tras la desbandada de Oasis habla de una pareja intentando recuperar la magia de un tiempo pasado y más feliz, antes de que llegasen los hijos. No obstante, también puede entenderse esa frase como un cierto arrepentimiento por los años de excesos y de discos mediocres de la banda que a mediados de los 90 se presentó como la que traía de vuelta el rock en tiempos de lo que se dio en llamar brit-pop.

Hoy, dos décadas después, Damon Albarn, el líder del otro grupo cabeza de aquella escena le lleva muchos cuerpos de ventaja a Noel Gallagher. Puede que perdiera batallas en su momento (los discos de Blur vendieron menos que los de Oasis), pero la guerra es suya, al menos en cuanto a versatilidad e inquietud: ahí están los proyectos Africa Express, The Good, The Bad & The Queen, Gorillaz, DRC Music, Rocket Juice and The Moon, sus bandas sonoras, su disco con Bobby Womack, su álbum en solitario…

Aunque Noel Gallagher dejara caer en su momento indicios de que podía ir más allá del camino trillado por Oasis, como en sus colaboraciones con The Chemical Brothers o la canción ‘Teotihuacan’ para la banda sonora de “Expediente X”, lo cierto es que nunca pasó de ahí. Su sonido clásico deudor de The Beatles y tantos otros (en casi cada una de sus canciones se pueden rastrear claramente sus influencias) es su seña de identidad y ya está.

De ahí que un título como “Chasing yesterday” (“Persiguiendo el pasado”), aun siendo reiterativo, no pretenda engañar a nadie. En este segundo álbum, por si no fuera suficiente actualizar el legado de otros artistas, el cantante y guitarrista busca también la inspiración en sí mismo. Así sucede en ‘Lock all the doors’, un tema que no sólo recupera momentos sacados de ‘Ever fallen in love (with someone you shouldn’t’ve)’ de Buzzcocks, sino que toma la base de ‘Morning glory’, una composición propia para el segundo disco de Oasis “(What’s the story) Morning glory?” de hace exactamente dos décadas.

Algo similar ocurre con ‘Riverman’, el corte que abre este segundo disco suyo en solitario. A la apropiación de pasajes de ‘Blue melody’ de Tim Buckley le suma los acordes de su mayor éxito, ‘Wonderwall’, canción que Noel Gallagher compuso igualmente para el segundo álbum de Oasis. Por suerte, al final incluye un solo de saxo, la mayor novedad del disco. Y no es casual: según ha reconocido, la idea se le apareció una noche de alcohol y música con Morrissey en Los Ángeles, cuando este le pinchó una canción que no conocía, ‘Pinball’ de Brian Protheroe, descubriendo que el arreglo de saxo podía ser una buena forma de completar su canción (“la mejor que he escrito nunca”, ha asegurado) y desviar algo la atención de las influencias más evidentes.

En otros momentos, Gallagher apunta de nuevo al pasado: ‘The mexican’ toma el riff de ‘Sunshine of your love’ de Cream en un blues-rock entre Lenny Kravitz y Queens of the Stone Age, mientras que ‘The girl with X-Ray eyes’ recuerda a los acordes descendentes de ‘Stairway to heaven’ de Led Zeppelin. Más curioso es el caso de ‘In the heat of the moment’ en la que, entre coros más bien fuera de lugar, parece asomar el fantasma de alumnos como Kasabian en lugar del eco de otras décadas

Por suerte, hay al menos tres canciones en las que Gallagher va más allá de sus referentes. La primera, ‘You know we can’t go back’, melodía directa y rotunda, sea tal vez la cumbre de lo que puede conseguir con los mimbres con los que construye sus canciones. La segunda, más bienintencionada que bien resuelta, es la lisérgica ‘The right stuff’, recuperada del proyecto en el que trabajó con el dúo Amorphous Androgynous, un disco que, de ver la luz algún día, probablemente nos daría otra perspectiva suya enriquecida. La tercera y última se encuentra al final del disco: ‘Ballad of the mighty I’, sin llegar a la revolución sonora que representaron en su mundo su colaboración con The Chemical Brothers, al menos se encamina en esa dirección.

A sus 47 años, Gallagher sigue haciendo algo similar a lo que hacía con 27: componer canciones para gente de su edad o mayor que él, sin traicionar sus principios. El resultado, al igual que los dos trabajos de Johnny Marr en solitario, es que sus discos se dejan escuchar sin sobresaltos ni sorpresas. Tal vez debería tomar como referente a quien fue ídolo en su momento y ahora es un buen amigo, Paul Weller. Si realmente fuese capaz, no estaría de más que intentase algo parecido a los tres últimos álbumes del antiguo líder de The Jam, discos en los que inesperadamente mostró que los riesgos y las aventuras sónicas pueden llevar a la cima creativa.

Anterior crítica de discos: “Los excesos de los niños”, de Alborotador Gomasio.

 

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