Discos: “Barman”, de Rubia

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“Las letras fluyen de una manera absolutamente natural y encajan a la perfección en un disco en el que las influencias anglosajonas añejas están muy presentes”

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Rubia
“Barman”
RUBIAMUSIC

 

 

Texto: ÀLEX ORÓ.

 

 

Sara Íñiguez, el alma de Rubia, luce una imponente cabellera morena. Esta contradicción estético-capilar ya advierte al oyente de algo fundamental a la hora de enfrentarse a la primera audición de un disco: Sara Íñiguez es alguien muy segura de lo que hace. El nombre de la banda, el continente, es una simple anécdota o un juego, lo que importa es el contenido. En sus dos primeros discos, «Nº1 ya a la venta” (2014) y “2036” (2011), Sara Íñiguez ya apuntaba el contenido de su receta musical: rock ácido, country, psicodelia, pop de raíces “beatle”, coros a los Brian Wilson y soul. En “Barman” se pueden seguir paladeando buena parte de estas influencias de los sesenta y setenta. Cae de la lista de ingredientes la psicodelia y se suman las cantautoras femeninas como Carole King o formaciones vocales como American Spring. No obstante, la primera gran diferencia entre “Barman” y sus dos predecesores es la lengua. Rubia abandona el castellano para pasarse al inglés. Es un viaje inverso al que han hecho muchos grupos y solistas españoles. De nuevo, Rubia va a contracorriente, pero para bien. Las nuevas composiciones de Sara Íñiguez ganan calado e incluso autenticidad, aunque esta no es una palabra que me guste mucho utilizar en reseñas. En este caso, la aplico porque las letras fluyen de una manera absolutamente natural y encajan a la perfección en un disco en el que las influencias anglosajonas añejas están muy presentes.

“Barman” incluye once temas de cuidada producción y bonitos arreglos de metal y cuerda. Once canciones de alta cocina la primera de las cuales es la festiva ‘Mary’, dedicada a su hermana. Un canto al amor fraternal, a los recuerdos de la adolescencia y la juventud. Le siguen composiciones como ‘Rain’, una canción sobre la soledad y las personas que compran billetes solo de ida; ‘Time will be my doctor’, ‘City of angels’ o ‘Like before’, que te transportan a otra época y a otro lugar. Hubieran sido la banda sonora perfecta para películas como “Carretera asfaltada de dos direcciones” (“Two Lane Blacktop”, Monte Hellman, 1971), situadas en los Estados Unidos y en la frontera entre los años sesenta y los setenta. ‘In the morrning’ y ‘Party’ son las que tienen aires más country y enlazan con la fusión de este género tradicional con el pop que exploraron Nancy Sinatra y Lee Hazlewood. “Barman” es un disco que seguro que ganará adeptos a medida que vaya pasando el tiempo. Su sabor clásico, la calidez de la voz y las composiciones de Sara Íñiguez y el aplomo de la producción de Mauro Mietta y la propia cantante son bazas que juegan a su favor.

Anterior crítica de discos: «La edad de mierda», de Gritando en Silencio.

 

 

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