Discos: “The bare bones tour: Live at The Sydney Opera House”, de Bryan Adams

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«Esa es la magia de este álbum, que las canciones pierden carne y pompa pero ganan un fuerte revestimiento de autenticidad»

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Bryan Adams
“The bare bones tour: Live at The Sydney Opera House”
UNIVERSAL

 

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

 

Bryan Adams lleva sin grabar un disco notable más de quince años –algunos irían incluso más atrás–, moviéndose desde hace tiempo en una corrección discográfica que añora épocas mejores. Este hombre firmó durante años hits radiofónicos de calidad y ahora parece haber perdido el gusto por la escritura de canciones memorables.

Cada vez graba menos pero no deja de girar con espectáculos llenos de esos hits que ya no compone pero que funcionan a la perfección. Siempre ha tenido un buen directo, es un buen frontman que se mantiene en forma y vende entradas. Quizá por ello resulta curioso que hace un tiempo pusiera en marcha el espectáculo titulado “Bare bones”, que se ajustaba a los conciertos «low cost» de formación básica: Bryan guitarra y voz más el pianista Gary Breit. Era interesante disfrutar de temas compuestos de forma rimbombante para derretir bafles de manera desnuda. Es de suponer que Adams no tenía necesidad económica de ajustarse a dicho formato pero el producto que vendió era bueno, tanto como para dar aún más continuidad al tour, alternándolo con los típicos conciertos con banda y a un disco, “Bare bones”.

Ahora llega la secuela, aunque este “The bare bones tour: Live at The Sydney Opera House” incluye un puñado de canciones que no incluyeron en el anterior y un deuvedé como parte del combo. Arranca, y qué bien suena ‘Run to you’, incluso alguna como ‘Back to you’ perteneciente a su etapa menos inspirada suena más auténtica, más cercana. Esa es la magia de “The bare bones tour: Live at The Sydney Opera House”, que las canciones pierden carne y pompa pero ganan un fuerte revestimiento de autenticidad: ‘The only thing that good looks good on me’ suena cincuentera, ‘Can’t stop this thing we started’ aún más clásica que en su piel original.

El combo, al fin y al cabo, presenta a un músico a solas con sus canciones y público, un músico que hasta ahora siempre se había respaldado por producciones lujosas y que se reivindica como autor en este tipo de espectáculo. La guitarra acústica y el acompañamiento de piano dota de intimidad al evento pero sin amuermar, con el espíritu popero y rockero de Adams aún vertebrando todas y cada una de las canciones. El deuvedé, dirigido sobriamente, supera al cedé, alcanzando más de hora y media de show.

Anterior crítica de discos: “Bohemio”, de Andrés Calamaro.

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