“Diferentes tipos de luz”, de Carlos Sadness

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DISCOS

“Agranda sus patrones rítmicos, vuelve a encontrar melodías desprendidas y textos adictivos”

 

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Carlos Sadness
“Diferentes tipos de luz”
SONY

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.

‘Hale boop’ fue el adelanto más reciente de «Diferentes tipos de luz», tercer cedé de Carlos Sadness, quien ni puede ni debe espaciar tanto sus discos como el tiempo orbital del cometa convertido en canción, afortunadamente, aunque sí comparte un rasgo con el cuerpo celeste, su brillantez. Tres años después de «La idea salvaje», agranda sus patrones rítmicos, vuelve a encontrar melodías desprendidas y textos adictivos.

A lo largo de los catorce títulos de su nuevo álbum, Sadness alcanza una envidiable frescura y evita la pérdida de pasión respetando al máximo las maquetas y las tomas originales, donde reside la mayor fuerza y valía de las buenas canciones. Además, como él mismo nos cuenta, está «la incorporación estrella de Phil Ek, que es el mixer o productor de Band of Horses, Fleet Foxes, o Father John Misty, de algo tiene que servir estar en una compañía».

‘Física moderna’ inaugura el disco de forma veloz, demostrando que sigue existiendo un pop con mayúsculas, capaz de unir géneros, público y décadas en tres minutos y medio, desde Radio Futura hasta el indie más interesante, pasando por el rock. Esto ya lo fijó de una forma más directa en uno de esos valiosos singles que publica entre disco y disco, con una fascinante versión de ‘Groenlandia’ (2015), el clásico de los Zombies de Bernardo Bonezzi.

‘Te quiero un poco’, ‘Volcanes dormidos’, ‘Chihuahua’ o ‘Amor papaya’ junto al mexicano Caloncho (descubran y degusten con placer su cedé «Fruta» del 2015), conforman el lado más hedonista, divertido y enamorado sin complicaciones del disco. Aunque hasta en lo más sencillo, Carlos Sadness sabe matizar bien. Luego está el camino inverso: ‘Longitud de onda’ o ‘Kandinski’ parten de supuestos más complejos, resueltos con audacia y convertidos en instantes pop, incluyendo valiosos hipervínculos hacia Picasso, Pollock y lo abstracto, ¡y logrando que suene espontáneo!

El diseño de cada uno de sus trabajos, realizado por él mismo, se ha ganado todo el derecho a presumir, recupera esa sensación de pieza única e inseparable de las canciones que ilustra. En «Diferentes tipos de luz» destaca un libreto fraccionado en cuatro postales. Una de ellas, la primera, lleva como portada a ‘Sebastian Bach’, una deslumbrante joya hecha canción. Según su autor, «es mi protegida del disco, no sé si mi favorita o no, pero quiero que sea single». Me sumo.

‘Pompeia’ es otra de las caras protagonistas. Además, le toca cerrar y hacer de contrapunto al tempo más rápido del álbum, una seña de identidad que ya escuchamos en «Ciencias celestes» con Iván Ferreiro, y en «La idea salvaje». Guitarra, voz, un susurro de trompeta y una armonía envolvente acaban y completan uno de los mejores títulos del año, donde colores y sonidos alternan protagonismo, se complementan, juegan con sus distintas velocidades, refracciones y vibraciones en favor de todo aquel en busca de originalidad y sorpresa.

Anterior crítica de discos: “Sangre en los surcos”, de Fernando Alfaro.

 

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