Diez portadas (también) míticas de los 70

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Sin quedarse en las clásicas firmadas por Blondie, Led Zeppelin o The Clash, Sara Morales bucea en la década de los 70 y selecciona diez portadas de discos menos recordadas pero igual de curiosas.

 

Selección y textos: SARA MORALES.

 

 

Tras recopilar en artículos anteriores las portadas más emblemáticas de los años 50 y los 60, toca avanzar hasta los 70. Uno de los períodos más prolíficos en la música debido al surgimiento de nuevos movimientos sonoros y sus respectivas bandas, al lanzamiento de discos referenciales y cubiertas inolvidables que marcaron un antes y un después en la carrera del diseño gráfico. Llegados a este punto, no pasamos por alto, ni mucho menos, la obra de los Ramones, ni del histórico «Parallel lines» de Blondie, del «Psycal graffiti» de Led Zeppelin o del «London calling» de The Clash; tampoco las icónicas portadas de Pink Floyd, Génesis o las de David Bowie. De hecho, encontraréis artículos de la mayoría de estos álbumes y sus diseños entre estas páginas. Pero hoy hemos querido centrar la atención en otras diez joyas visuales quizás menos recordadas, pero también fundamentales y representativas de aquella década.

 

 

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1. «Deceptive bends» de 10cc (Mercury, 1977).
Cuando los de Manchester lanzaron este álbum –el quinto de una carrera que alcanzaría hasta once publicaciones– la formación original con la que saborearon las mieles del éxito en 1975, a manos de aquel hit ‘I’m not in love’, ya se había disgregado. El guitarrista Kevin Godley y el batería Lol Creme habían abandonado el barco para montar un proyecto a dos centrado en la producción y dirección de videoclips de otros grupos. La otra mitad, Eric Stewart y Graham Gouldam, resistieron e insistieron en sacar adelante el grupo como fuera, y para ello reclutaron al percusionista Paul Burguess. Por eso, en la imagen de esta cubierta ahora son tres los protagonistas, tres buzos que emergen de las profundidades a las que no solo han conseguido burlar saliendo a flote sino que, además por el camino, han salvado una vida: la de 10cc, la de su banda, en este caso representada por una mujer. La simbología del arte del disco nació del conocido estudio de diseño gráfico Hipgnosis al conocer a fondo la historia del grupo, y para darle vida contrataron al artista Colin Eljie que dibujó la ilustración, como también haría con portadas para Génesis o Pink Floyd. 

El recurso acuático, presente en toda la imagen del trabajo, alude directamente al sonido de 10cc y las nueve canciones oficiales que componen este disco. La idea es Sumergirse en este soft rock sano y fresco, a pesar de la marejada; un coqueto y minucioso esfuerzo arty, con sutiles inmersiones en el glam y una suavidad vocal tan placentera como un baño cálido.

 

 

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2. «No pussyfooting» de Fripp and Eno (EG Records, 1973).
Una sala de espejos que recuerda a una peluquería. Cristal. Reflexión múltiple de estos artistas que no lo son del cabello sino de la música experimental: Brian Eno y Robert Fripp. Más cristal. Una estatua transparente que simula ser hielo les acompaña, pero también es cristal. Frío, orgánico, simétrico, el material que mejor habita en cualquier entorno porque vive de reproducirlo una y mil veces, la materia prima perfecta para representar el espectro ambiental de estos dos soberanos de la vanguardia sonora unidos. La imagen más pulcra para direccionar todas sus aristas en un trabajo único –»No pussyfooting»–, el primero de una trilogía en la que se dedicaron a trastear con las grabaciones de cinta en bucle y los ritmos de guitarra, dando vida a la técnica conocida como «Frippertronics». 

De estos primeros experimentos salieron dos piezas multicapa, densas y eclécticas, las que componen este álbum: ‘The heavenly music corporation’ de casi veintiún minutos de duración y ‘Swastika girls’ de algo más de dieciocho. A pesar de los esfuerzos y el halo novedoso que traía consigo el dúo, la discográfica Island no estuvo de acuerdo con el extraño cariz que había tomado el disco pero terminó cumpliendo su compromiso de lanzarlo al mercado, aunque al final las malas críticas acabaron dándole la razón. Sin embargo Willie Christie, fotógrafo de moda y director de cine británico con una cartera de clientes como Vogue, David Bowie o Cary Grant, sí consiguió dejar para la posteridad esta instantánea de la carátula que, acompañada de un fino diseño gráfico, supo reflejar aquel sonido aunque no la mejor cara de Fripp and Eno.

 

 

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3. «Aqualung» de Jethro Tull (Chrysalis Records, 1971).
Cuando decidieron que este anciano vagabundo fuera la carta de presentación de su cuarto álbum, todavía no sabían que la vejez y todas sus acepciones acabarían formando parte fundamental de la propia identidad de la banda. Y es que, durante mucho tiempo y hasta hace no demasiado, Jethro Tull han sido considerados uno de los grupos más longevos del panorama internacional, con una carrera que ha durado de forma ininterrumpida desde 1967 hasta 2014.

Su rock progresivo de naturaleza anglosajona siempre fue un reposado y laborioso collage de melodías que se acercaban al folk, a veces al hard rock y siempre al arraigo conceptual. Auténticos contadores de historias a través del latido sinfónico que, para este «Aqualung», decidieron centrarse en el debate que distingue a Dios de la religión. Para ello plagaron sus canciones de angustias, personajes atormentados, exclusión social, creencias, dogmas de fe y decepciones sobre los mismos, que encontraron su viva imagen en la serie de fotografías que la mujer del líder Ian Anderson (Jennie Anderson) tomó sobre la miseria y la pobreza a orillas del Támesis. Una de aquellas instantáneas fue la de este hombre de pelo largo, barba y ropa raída que acabaría protagonizando la idea central del álbum, su imagen e incluso una de las canciones. La fotografía en cuestión fue mandada transformar en acuarela al artista Burton Silverman para que ilustrara la portada, pero en aquel proceso de conversión es cuando, al parecer, el pintor incluyó el retrato del propio Ian Anderson como rostro del vagabundo. Aquello supuso la enemistad de Silverman y Anderson para siempre, pero ni siquiera el enfado logró impedir que esta imagen se convirtiera en una de las insignias personales de la banda hasta el final de su trayectoria.

 

 

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4. «For your pleasure» de Roxy Music (Island Records, 1973).
Glamour, una producción más elaborada y los últimos coletazos de los sintetizadores de Brian Eno para Roxy Music. Estos fueron los ingredientes principales para el segundo disco de la banda de art rock más influyente de Londres. Brian Ferry y los suyos ya habían comenzado entonces a modelar los cimientos de su sonido y de su imagen, ambas artes unidas íntimamente en ellos como veríamos año tras año con la puesta en escena de sus directos y cada una de sus portadas de discos. Para este trabajo, que habla de placeres y vanidades, la cantante y modelo Amanda Lear –en aquel momento pareja de Ferry– sería la imagen idónea. Capturada junto a un jaguar por el fotógrafo Karl Stoecker, simboliza enfundada en cuero y plástico negro el juego de antítesis que Roxy Music se traía entre manos: elegancia y picardía, sofisticación y provocación, agresividad y delicadeza, pero ante todo control. El control y la doma de la fiera que para muchos representa al propio Brian Ferry, aunque este aparezca explícitamente en la contraportada como el elegante chofer de la limusina que trae a la impresionante Amanda hasta este lugar de la fotografía. Instantánea convertida en ilustración, por cierto, por parte del equipo de CCS bajo la dirección artística en todo momento de Nicholas Deville y el propio Ferry, por supuesto.

Pasaron los años, la teatralidad de la banda creció, sus bases de ironía pop se hicieron cada vez más profundas, su rebeldía contra los cánones del rock hicieron mella en multitud de bandas que irían llegando después y Amanda Lear continúo con una prometedora carrera como eterna musa de Dalí.

 

 

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5. «Damned, damned, damned» de The Damned (Stiff Records, 1977).
He aquí el primer elepé de punk rock en la historia de Reino Unido. Sí, los fundadores discográficos del movimiento en su versión british fueron The Damned y no The Clash ni los Sex Pistols, pues estos llegaron con sus respectivos debuts el mismo año pero unos meses más tarde. También fueron los primeros en lanzarse a una gira estadounidense desde la orilla inglesa, y en pisar el suelo del legendario CBGB para contribuir a la leyenda punk. Se estrenaba con ellos en su país un nuevo género, un nuevo sonido, una nueva actitud y una nueva forma de interiorizar la música, así que el modo más adecuado de hacerlo era dando la cara desde la imagen de este álbum pionero, aunque fuera embadurnados de nata. Una foto que denota diversión, vacile, desenfado… y que, según ellos mismos han relatado a lo largo del tiempo, fue el resultado de una sesión organizada por el fotógrafo Peter Kodick que transcurrió de forma espontánea con guerra de tartas incluida: «Él y su equipo pensaron que era una buena idea sorprendernos con unos pasteles cuando quedamos para hacer las fotos promocionales… nadie esperaba que terminara así el día» cuenta Brian James, el guitarrista de The Damned.

Pero la gran anécdota estética del álbum no fue esta, sino el lanzamiento de las dos mil primeras copias del disco, en su edición inglesa, con la foto de otra banda –Eddie & The Hot Rods– en la contraportada. A día de hoy no se sabe con certeza si aquello fue un error o un mensaje intencionado, pues los miembros de The Damned continúan jugando con el asunto.

 

 

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6. «Peter Gabriel» de Peter Gabriel (Charisma, 1977).
Parece que todavía llueve sobre el eterno Lancia Flavia azul en el que se refugia Peter Gabriel. Aunque en realidad aquel coche ni siquiera era suyo, sino de Storm Thorgerson, cofundador del ya mencionado estudio artístico Hipgnosis, encargado del diseño de la portada de este disco. Las gotas de agua que empapan la luna y el capó con perfecto detallismo tampoco pertenecen a una tormenta real, sino a la manguera que roció el vehículo para el rodaje llevado a cabo en la localidad de Wandsworth, al suroeste de Londres. Sin embargo, pese a la habitual manipulación visual y la muerte del romanticismo en este caso, el disco inevitablemente ha pasado a la historia conocido como «Car». Es el simbólico debut de un alma de carretera como es el británico Peter Gabriel, músico inquieto, dinámico, siempre en marcha. Comenzó como vocalista y flautista de Génesis hasta su abandono en 1975, después dio el salto en solitario siendo este álbum homónimo su primer lanzamiento y más tarde cerró filas en torno a la producción y promoción de la música en digital creando el influente festival WOMAD (World of Music. Arts & Dance). 

Un road álbum presentado en sociedad, a volante de una propuesta que ya apostaba por la vanguardia sónica y escénica, por lo que a Gabriel no le importó en absoluto que el artista Richard Manning trabajara con métodos novedosos sobre la intensidad cromática de la imagen de portada. Con un bisturí y una visión al más puro estilo collage, desfragmentó el blanco y negro de la fotografía que simula ser el reflejo de luz para dotarlo de dimensión. Además, añadió a otro de los retratos frontales del músico, incluido en el interior de algunas ediciones del álbum, dos bolas metálicas en lugar de las pupilas de los ojos. Una imagen que conferiría al disco un toque tan transgresor como siniestro.

 

 

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7. «Who’s next» de The Who (Track, 1971).
Posiblemente el álbum que aguarda las gemas más lustrosas de los Who: ‘Behind blue eyes’, ‘Baba O’Riley’ o ‘Won’t get fooled again’. Nació a comienzos de los setenta con pretensiones de ópera rock con nombre propio –»Lifehouse»–, pero acabó pasando a la historia como uno de los discos más vendidos de la banda. Pete Townshend, su ideólogo, atravesó con esta quinta obra por momentos de entusiasmo y de decepción; él había concebido este proyecto como un trabajo conceptual de semántica futurista, compuesto por canciones que acentuaran y moldearan el hilo conductor a cada minuto, con dramatismo. Sin embargo, al productor Kil Lambert no le pareció razonable. Comenzaron los problemas, las diferencias y la banda terminó desechando la idea inicial para centrarse en la grabación de un nuevo disco convencional, este «Who’s next».

Aun así se incluyeron algunos de los temas que Townshend había creado para su ópera y la portada mantuvo ese misterioso aroma antropológico que el líder había escrito en un principio. Se ha interpretado esta cubierta como una mofa o un recurso sarcástico hacia el filme «2001: Odisea en el Espacio». Los cuatro miembros del grupo se acaban de mear, literalmente, en el monolito que en la película representa la evolución humana. Así, sin más. De este modo los captó el fotógrafo Ethan A. Russell, bajo los mandos de John Kosh, conocido sobre todo por ser el director creativo del «Abbey road» de los Beatles. La sesión fotográfica tuvo lugar en Easington Colliery y, aunque estas imágenes fueron para muchos un signo de arrogancia por parte de la banda, no cabe duda de que levantó menos polémica que la que hubiera provocado aquella ocurrencia inicial de mostrar a Keith Moon vestido con ropa interior femenina, peluca y látigo.

 

 

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8. «Runt. The Ballad of Todd Rundgren» de Todd Rundgren (Ampex, 1971).
Sentado al piano y con la soga al cuello, aunque en realidad no le iba nada mal al multiinstrumentista de Filadelfia por entonces. Este era su segundo álbum en solitario y con él demostraba su paso firme por el pop-rock cósmico y experimental. Además, quería centrarse también en su faceta como productor e ingeniero de sonido con la que ya había comenzado a dar pasos y que acabaría engrosando con su currículum junto a bandas como Badfinger o los New York Dolls. 

Él empezaba a bastarse solo para todo, de hecho en los créditos de este disco aparece además de como compositor, como responsable de las guitarras, el teclado, las mandolinas, el violín, el órgano, el saxofón, y las voces de todas y cada una de las baladas que lo componen. Pero había algo por lo que todavía dependía del equipo de músicos con los que había contado en su primer disco, «Runt» (1970), y de los que estaba deseando librarse del todo para trabajar por fin en la más absoluta y deseada soledad: el manejo del bajo y la batería. Por eso los bajistas Tony Sales y Jerry Scheff, y los percusionistas John Guerin y Hunt Sales, aparecen también irremediablemente en el álbum, les necesitaba para completar su sonido. Es por eso que el respetado ilustrador y diseñador neoyorkino Milton Glaser (admirado por el famoso cartel que diseñó para Bob Dylan en los sesenta y por ser creador del famoso logotipo I ♥ NY), desde sus revolucionarios Push Pin Studios y con Carl Fisher como fotógrafo, quiso reflejar al hombre orquesta de espaldas al mundo, sentado a lo suyo, pero atado y vulnerable por no controlar del todo la perfección, a falta del dominio de dos instrumentos. Algo de humor por un lado y algo de drama por otro, como las canciones de este álbum con las que Rundgren dejó grabado el introspectivo mundo que alberga en su interior, uno que a veces resulta asfixiante pero también saca sonrisas.

 

 

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9. «Hemispheres» de Rush (Mercury Records, 1978).
Los canadienses volvieron a transitar por los caminos de la fantasía y la ciencia ficción con este sexto disco, como ya hicieran en su día con aquel «Fly by night» de 1975. Y nada como caminar desnudo por las dunas de un cerebro, para mostrar lo insólito que puede llegar a ser el mundo, la música y uno mismo. Así de fácil lo captaron los directores de arte y gráficos Hugh Syme y Bob King, encargados del art work del álbum junto a los ilustradores y fotógrafos Yosh Inouye y Fin Costello. La imagen de un disco que en su cara A cuenta una historia sobre agujeros negros, sus permutaciones y vidas (Cygnus X-1), y en su cara B fusiona ciencia con mitología, no podía ser de otro modo. El ser humano danza libre y sin ataduras por su propia masa cerebral, pues son los pensamientos de uno el único lugar donde se disfruta de la libertad más plena. De frente, en el espacio, aparece un hombre trajeado que amenaza el momento idílico, le recuerda que vive en sociedad y comienzan a imponerse los límites. Razón y emoción enfrentados. Apolo (Dios de la sabiduría) contra Dioniso (Dios del placer). La base de la psicología moderna: el hemisferio izquierdo del cerebro, hogar de la lógica, lucha contra el hemisferio derecho donde reinan los sentimientos. 

Con esta trama muy propia del realismo mágico estirado hasta el extremo, y de la que es partidario Neil Peart (batería y letrista principal de Rush), se representa la cubierta de este «Hemispheres» y el tránsito musical de los temas e interludios que lo componen. Un rock progresivo detallado, parsimonioso y de gran complejidad interpretativa, que cuenta con su propia contradicción sonora: la armonía refinada con la tecnología más avanzada.

 

 

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10. «Live in Japan» de The Runaways (Mercury, 1977).
El perfecto coleccionable de las revistas teen para carpetas y paredes. ¡No podía ser de otra forma! Ellas todavía eran unas adolescentes que habían cambiado las clases en el instituto por las giras en Inglaterra, Japón y Cleveland. La foto, tomada por el fotógrafo japonés Akiyoshi Miyashita, con la colaboración de Weekly Heibon y Eiichiro Sakata-Apache, tiene el tamaño real de un poster pero fue recortada a medida (y plegada en algunas ediciones) para encuadrar el packaging del disco.

Aquí están las cinco superheroínas setenteras en su alineación más querida y conocida: Cherie Currie (voz), Joan Jett (guitarra rítmica y voz), Lita Ford (guitarra principal), Jackie Fox (bajo y voz) y Sandy West (batería y voz). Un álbum en directo este «Live in Japan», publicado inicialmente solo en Japón y más adelante en Canadá, Australia y Nueva Zelanda, con el que inmortalizar dos de sus noches más memorables: sus conciertos en el Tokyo Kaikan Koseinenkin y el Shibuya Kokaido en junio de 1977.

Aquel verano, The Runaways se lanzaron a una gira por el país nipón con una serie de bolos con los que agotaron entradas casi cada día. Su éxito fue tal que solo Led Zeppelin y los Kiss las superaban en el ranking de popularidad de los grupos extranjeros en Japón, incluso llegaron a tener su propio espacio televisivo en la cadena pública de allí. Triunfadoras, vitales, jóvenes, guerreras… Uno de los fenómenos fan del Pacífico en aquella década. Con estos conceptos completaron la estética de este álbum, bajo el diseño de Masao Ohogiya, con el que el Disco de Oro no tardó en llegar. Pura combustión glam punk venida del espacio, de otra naturaleza.

 

 

Anterior entrega: Diez portadas míticas de los 60.

 

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