Diez himnos frustrados de la Nueva Ola

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Podrían haber sido clásicos de su tiempo, pero no llegaron a romper. Muchas son joyas desconocidas, quizá a la espera de llegar en el momento justo, a la persona adecuada. César Prieto bucea entre estos grupos en el “Cuadernos 16 de Efe Eme”, que puedes adquirir aquí, y nos invita a descubrir sus perlas en esta selección.

 

Selección y texto: CÉSAR PRIETO.

 

La Nueva Ola. Un lustro, como mucho, de canciones que siguiendo estructuras antiguas parecían jóvenes, actuales, urgentes. Un aficionado al pop español tendrá en su colección a Nacha Pop o Los Secretos, pero no dispondrá seguramente de estos cinco grupos a los que lo único que les faltó fue buena suerte. Con canciones tan emocionantes como las de sus compañeros de generación, por unas u otras razones no tuvieron el reconocimiento popular, aunque sí el de la crítica. Casi cuarenta años después, recuperamos una decena de esas canciones que seguramente nunca han escuchado pero que contienen aromas de los primeros años, aromas que al abrir el tarro no se han evaporado. Son igual de embriagadores.

 

1. Episodio: ‘Isabel’.

Desde un pub de Madrid a coincidir, que no codearse, con la incipiente Nueva Ola madrileña. Esa fue la trayectoria de Enrique Sequero. Ricardo Chirinos —de Los Pistones—, la compañía MR o los locales de ensayo de Tablada 25, fueron puntos de conexión que produjeron un único elepé lleno de canciones melancólicas y nocturnas. Más variado de lo que parece, a pesar de contener solo seis cortes, le tomaba la medida al reggae, al pop a lo Secretos o a versiones como este ‘Isabel’. No es más que el ‘Bedsit girl’ de Chris Spedding encarnado en una chica del Madrid de la época. Un camino que el pop de entonces nunca siguió.

2. Episodio: ‘El largo viaje’.

Sí el disco de Episodio ya está olvidado, su última canción, lo está más todavía. Apareció en “4473910”, el título de un recopilatorio y el teléfono de MR que servía para ofrecer un contacto a los grupos que quisieran enviar sus maquetas. Sirva, pues, para rendir homenaje a esos discos de los primeros 80 que presentaban en sociedad a los nuevos sellos, a concursos locales, a programas de televisión incluso y que atesoran joyas en forma de canción que nunca más vieron la luz. Como en este caso, un nuevaolero viaje por el metro de Madrid, protagonista de tantas otras canciones del momento.

3. Slogan: ‘Dos paradas después’.

José Miguel Nieto, después locutor y siempre activista, inicia en 1980 un proyecto al servicio de unas canciones. Lo quiso llamar Slogan y en el avanzado y exquisito sello Nuevos Medios tuvo un acomodo que pasó desapercibido. Las composiciones, básicas en su instrumentación, apuntaban múltiples posibilidades, como esta historia de encuentros en un autobús en el que dos desconocidos convierten dos paradas de autobús en un idilio callado e imposible de resolver ante la ciudad que pasa. Una letra digna de Cecilia o de esas visiones costumbristas de Mamá, a la que el intento orquestal del fondo pinta de una ternura sin límites y sin objeto.

4. Slogan: ‘Torres de viento’.

Las bases se vuelven lánguidas aquí y acompañan a una letra que enfoca la soledad de manera coloquial y hermosa. Son piezas que nadie ha escuchado, que nadie valora, pero a los escasos degustadores les interesará saber que salió a la primera toma, que Nieto cogió una acústica y de golpe existía la canción, a la que después se añadieron unos teclados que la llenan, pero no la mejoran. Consecuencias, la música parece cálida, cercana, la letra dibuja una de las más básicas, sencillas y emocionantes visiones en aquellos años del deseo y la destrucción.

5. Modelos: ‘Tenemos que hablar otra vez’.

Conocidos de la Facultad de Derecho de la Complutense, Ramón Garrido y Casilda Fernández deciden, sencillamente, formar un grupo musical. Salieron a comerse el mundo, su talento era innegable, lo intentaron con una primera maqueta, pero al año siguiente ya no existían. Basta escuchar la canción que proponemos, para darse cuenta de su fascinante mundo personal: la estremecedora estampa de la ruptura de una pareja. Cada canción de los Modelos recorre paisajes urbanos y desliza en el asfalto las lentas heridas de los sentimientos. Bares, calles, coches en un escenario nocturno sobre los que se deslizan sensaciones de desolación, cuadros quebrados en los que el corazón se descubre tierno y vulnerable para soportar los primeros reveses del amor no correspondido y de traiciones crueles y desgarradas.

6. Modelos: ‘Noche de lluvia en Madrid’.

Una segunda maqueta, financiada por la sala Marquee, nos ofrece uno de los clásicos del pop madrileño y un dechado de talento y emoción. Como en las visiones de Edward Hopper hay un marco de aparente placidez que esconde pasiones defraudadas y sentimientos en ebullición, ruinas de una vida apenas iniciada. La precisión y la certeza con que las letras de Ramón presentan la escena —»a eso de las ocho», «en el banco aquel»— no son más que dosis de realismo que hacen crecer la tormenta interior. El frío, la sensación de ensueño y las luces no son más que miradas al exterior para no ahogarse en los témpanos secos del alma apenas descubierta. Si hay una canción que defina una época, nos encontramos frente a ella.

7. Trastos: ‘El loco de la línea 5’ (maqueta).

Dos parejas de hermanos, en el lejano 1974, que veranean en un pueblo del sur de Ávila. Aún con los manillares de las BH en la mano, deciden formar un grupo. Seis años después son la gran apuesta de la CBS. Entre medio, bisoños, se enredan en actuaciones con los primeros grupos madrileños —Nacha Pop— y compran equipo en la tienda de su barrio, que se convertirá en los estudios Doublewtronics. Allí graban una maqueta, que sin conocer a nadie llevan a la radio. Los locutores quedan prendados de ‘El loco de la línea 5’, que viene de los constantes viajes en metro de los veinteañeros para tocar en sitios inusuales, la programan con insistencia y todo Madrid espera que exploten. El sonido es deficiente —vayan a la versión del disco para escucharla en condiciones—, pero a cambio hay energía explosiva, un riff envolvente que recuerda a The Romantics y una urgencia crudamente nuevaolera.

8. Trastos: ‘El poli te ve’.

Recuerden: Trastos eran cuatro chavales de barrio que llegaron a tocar en el homenaje a Canito y que entraron en CBS. Allí, les colocan un productor que no los entendía y que intenta dulcificar su sonido. Su inexperiencia y su juventud fueron las sogas que les ataron las manos. Simplemente, se dejaron llevar. Además, esta cuerda llevaba un lastre: el de grupo prefabricado, algo que en la época suponía la muerte civil. Tores Lobato, uno de los componentes, se nos queja amargamente de que sus canciones eran de barrio y que al meterle esos violines que escucharán te queda un pastelón. Fue el primer single, ‘El poli te ve’, bien anclada en el Madrid de la época, pero al que la industria musical se encargó o de vestir con lacitos rosa.

9. Tótem: ‘Todo me da igual’.

El de Tótem es el caso de mala suerte por antonomasia y el de superación sin descanso. Empezaron siendo otro grupo de chavales que sin tener ni idea se compran instrumentos, empiezan a sacar canciones y buscan un estudio para grabarlas. En su caso, la estrategia viene por presentarse a concursos musicales en los que logran tener un éxito mayúsculo. Al conocer a Gonzalo Garrido —locutor estrella de la época— les pide una maqueta y queda encantado con esta canción, que se convierte en su primer éxito radiofónico. Les va presentando a los grupos de Nueva Ola —pasan una tarde tocando con Los Secretos— y el futuro se presenta halagüeño: tienen personalidad, componen canciones nuevaoleras pero de una dulzura simpar y con un regusto americano que las hacía originales en la época.

10. Tótem: ‘Háblame’.

Pero el destino les tiene reservada una mala jugada. Un elepé en el momento en que debían; pero del que acaban disconformes con la producción. Todo queda frío, sin alma, y el disco nunca salió. Cuando consiguen plastificar las canciones, tras muchas vicisitudes, han pasado dos años, los locutores que los apoyaban los han olvidado, el público ya está por otros sonidos y consiguen un elepé lleno de emocionantes canciones, pero fuera de época. Este primer single lo demuestra, lleno de armonía y sensibilidad adolescente —lo que eran, al fin y al cabo—. La falta de reconocimiento hace que abandonen el negocio musical, pero a finales de los 80 regresan con un elepé de espíritu AOR y a partir de aquí se embarcan en nuevos discos con la misma filosofía de los primeros 80 y en conciertos a los que sigue una parroquia minoritaria pero fiel. Si hay algún grupo de Nueva Ola que continúe haciendo música del año 80, esos son Tótem.

 

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