Diez canciones para recordar a Antonio Vega

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Antonio Vega editó toda su discografía en solitario entre 1991 y 2005. Fijándose en esa etapa, Manolo Tarancón realiza diez temas imprescindibles de su repertorio.

 

Selección y texto: MANOLO TARANCÓN.

 

Repasar la carrera de Antonio Vega es realmente complicado. Él mismo fue rescatando, en sus discos en directo, canciones de su propio repertorio personal y adaptaciones de algunos temas estrella de Nacha Pop. Por ello, obviaremos tres canciones que a buen seguro deberían aparecer en esta lista, pero que por el rigor de ceñirme a su discografía en solitario (pese a estar editadas como tales) he decidido no incluir. Son ‘Chica de ayer’, ‘Lucha de gigantes’ o ‘Desordenada habitación’. La siguiente es la lista más real que se puede acercar a mi propia definición de resumen de su carrera.

 

1.‘Esperando nada’ (“No me iré mañana”, Polygram, 1991).
Pocos artistas procedentes de otras bandas de gran repercusión son capaces de firmar su disco de debut con tal rotundidad, por aquello de ir buscando el camino necesario en esa transición entre lo que suele ser una propuesta diferente a todo lo anterior. Quizás solo Andrés Calamaro con su “Alta suciedad” puede estar al nivel de Antonio Vega con su “No me iré mañana”, un título que llamaba sin duda a la esperanza de una longeva carrera en solitario una vez dejados atrás Nacha Pop. ‘Esperando nada’ es el segundo corte de este álbum y sin duda uno de sus temas más aclamados, donde destaca el contraste simétrico entre lo pausado de sus estrofas y la explosión rítmica y melódica de su estribillo. Una canción redonda.

2.‘Tesoros’ (“No me iré mañana”, Polygram, 1991).
Con ese coro tan característico, estamos ante una de las canciones cumbre de su carrera en solitario. ‘Tesoros’ nos descubre su cuidada lírica en un medio tempo pausado in crescendo. “Suena un despertador y él da la vida sin ser Dios. ¿Qué haría mi animal si comprendiera que es genial? No dejaría de pensar”. Un alegato a nuestros sentidos y a nuestro instinto como humanos.

3. ‘Elixir de juventud’ (“Oceano de sol”, Polygram, 1994).
“Océano de sol” es su segundo disco en solitario, quizás algo más dispar y menos redondo que “No me iré mañana”. ‘Elixir de juventud’ es una de las canciones con más fuerza de su repertorio, posiblemente de las más luminosas y contundentes. Comienza con su voz  destacando sobre atmósferas, y el tema evoluciona a la vez que lo hace la banda. Un estribillo que se resiste a llegar y que finalmente estalla con la subida de los timbales. Su temática dubitativa y reflexiva da paso a un alegato al amor jugando con el pasado y el presente.

4. ‘El sitio de mi recreo’ (“El sitio de mi recreo”, Polygram, 1992).
Lo tiene todo. El inconfundible riff arpegiado de guitarra de la intro que se repite antes de cada estrofa, la contundencia lírica y metafórica de sus versos y la melancolía que envuelve al tema la hacen una de las canciones más completas e imprescindibles de su repertorio. Destacar solo uno de sus versos resulta complicado, pero cuántas veces nos hemos sentido identificados ante estas siete palabras. Cómo se puede resumir así de bien algo que hemos pensado tantas veces y no hemos sabido transmitir: “Poco o nada cuesta ser uno más”. Aunque lo editó en 1992 dentro de un recopilatorio homónimo, escogemos aquí la versión de su disco acústico “Básico”.

5. ‘Tuve que correr’ (“Anatomía de una ola”, Polygram, 1998).
Una de las canciones más intensas de “Anatomía de una ola”, quizás su disco más conceptual y poético de toda su discografía en solitario. “Dulce pero cruel /llenó mi mundo de papel /jamás pensé que llegaría a helarme /que perdería el calor / y con el tiempo la razón”. Nos habla de su propia vida, de su propio camino, una ruta nada fácil llena de baches que comienza dubitativa. Su fragilidad en forma de canción.

6. ‘Estaciones’ (“De un lugar perdido”, EMI, 2001).
Una vez más firma una melodía vocal y una letra redondas en otro de los temas más importantes de su carrera. Un colchón de sintetizador es el punto de partida de una de esas canciones que podría entonarse sin música. A través de las distintas estaciones nos acerca lo que para él es el paso de los días y de la vida: “Vivo al menos sin temores/ sin el miedo de gozar. / Cada pueblo, cada puente, cada cruce me ha enseñado/ que con hoy es suficiente y mañana es demasiado”.

7. ‘De un lugar perdido’ (“De un lugar perdido”, EMI, 2001).
La canción que da título al álbum empieza enérgica y furiosa para dar paso a un ritmo pausado que favorece sin duda a la historia que se cuenta. Con un texto difícil de interpretar, a la altura de sus mejores letras, lo mejor es acudir a su web, donde la define así: «Es una canción situada en un futuro muy lejano en el que la Tierra ya se ha visto engullida por un sol envejecido, inflado. En principio, cuando el sol llegue a su tercera edad, se desprenderá de las capas exteriores, de la corona y se deshinchará, se hará enorme, toda roja, y en este estadio de vejez de la estrella, el sistema solar interno, Venus, Tierra, Mercurio y Marte, se verá engullido por esa inflación estelar. El tema habla de una Tierra abrasada por el Sol y el encuentro de los testigos, de que el hombre pasó por allí en algún momento de la Historia Universal, incluso del recuerdo genético que llevamos dentro. Es una canción muy evocadora y llena de la crueldad de la evolución».

8. ‘La última montaña’ (“Básico”, EMI, 2002).
En su año de publicación fue uno de uno de los discos más esperados. “Básico” es una revisión acústica de los temas grabados hasta el momento, y que también se registró en deuvedé, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Un Antonio Vega al que se le ve muy cómodo siempre acompañado de su guitarra acústica, por momentos más íntimo, por momentos más rítmico y bien rodeado de su banda. “La última montaña”, grabada en estudio en su disco de debut “No me iré mañana”, consigue en esta revisión en directo una mayor naturalidad en detrimento de su fuerza, algo que le viene muy bien al frágil mundo de sus canciones. Él mismo se marca el solo principal del tema, demostrando su destreza no solo con la guitarra rítmica sino también con la solista. Otro de los temas imprescindibles de su repertorio.

9. ‘Pasa el otoño’ (“3.000 noches con Marga”, EMI, 2005).
Quien ahonde ligeramente en su biografía no podrá obviar lo que para él significó Marga, la mujer que le acompañó durante una gran parte de su vida, que murió un año antes de publicar “3.000 noches con Marga”.

Dentro del libreto, el propio Antonio escribe lo siguiente: «Hacia finales del mes de junio del año 2004, y después de pasar por el peor momento de mi vida, sin duda, comenzó la aventura de este ‘3000 Noches Con Marga’. Con vehemencia enfermiza, me sumergí en una dedicación incesante a mi trabajo. Escribí, arreglé y di forma, una a una, a los temas que componen esta obra en un momento en el que, como hoy, mi corazón se hallaba desbordado por el dolor. Todo giraba en torno a la figura de Margarita del Río Reyes, la mujer que me lo dio todo por nada y a la que he consagrado mi vida entera. Lo que me quede de ella.»

Un homenaje a su figura y que comienza con la pegadiza ‘Pasa el otoño’, con una triste melodía que nos traslada a un paisaje otoñal con las hojas de los árboles recién caídas poblando el suelo y otras pinceladas que nos marcan bien el terreno que quiere construir. Pinceladas que nos acerca un paisaje claro mientras habla de tú a tú a su propia homenajeada. Una triste melodía en las estrofas contrasta con un nervioso y positivo estribillo: “Quiero escuchar crujir las hojas al andar…”. Un canto a la esperanza pese a una pérdida irreparable.

10. ‘Caminos infinitos’ (“3.000 noches con Marga”, EMI, 2005).
Con casi ocho minutos de duración, uno de los temas más largos de su repertorio, nos presenta una reflexión desde el pasado hacia el presente, describiendo diferentes caminos para distintos fines. A pesar del tiempo que se dedique a la búsqueda, no cesará. La duración da para disfrutar de los diferentes giros, la entrada de guitarras acústicas cuando la canción parecía quedar reforzada con sonoridades eléctricas limpias, solos de guitarra y muchos coros reforzando la idea de ese camino, esa búsqueda que será interminable. Bonito guiño a una de la canciones más emblemáticas de Nacha Pop, ‘Desordenada habitación’.

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