Diarios de un instante, de Víctor Fraile

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DISCOS

«En solitario, el guitarrista elimina todo lo que sea electricidad, lo que vaya más allá de crear un ambiente íntimo»

 

Víctor Fraile
Diarios de un instante
LENGUA ARMADA, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Digamos que siempre ha entrado dentro de la normalidad, pero en la última década se ha acrecentado el caso de músicos de bandas asentadas que han grabado discos en solitario, no tanto de sus líderes, como de componentes que llevan años en ellas y generan, por su cuenta, nuevos paisajes musicales. Es el caso de Víctor Fraile, guitarrista de Whisky Caravan, con existencia desde 2010 y con tres elepés desde 2015. Si en su grupo practica un rock correoso y duro, en solitario, el guitarrista elimina todo lo que sea electricidad, lo que vaya más allá de crear un ambiente íntimo. “Tu secreto”, por ejemplo, es una balada íntima hecha de momentos de indefensión y de pérdida.

Ya se observa en la apertura del disco, “El protagonista”, cuyos primeros compases son una composición de cámara, que después se alía a la escuela de cantautores íntimos que se sostiene con columnas pop y, en esta ocasión, con un lejano perfume de vals. El que sí es un valsecito pleno es “Aurora”, con un piano que lo acompaña y desembarco de panderetas y música de verbena. Las músicas tradicionales, nunca en primer plano, aparecen de fondo en “Hay niños que saben matar”, aunque domina la estructura pop-rock sobre esas instrumentaciones más cercanas a lo popular.

En todo caso, el piano está muy presente en gran parte de las canciones, como la excepcional “El tiempo fuera de lugar”, con la acariciante voz de Natalia Tizslow y unas cuerdas y unos coros finales estremecedores. También los teclados toman el protagonismo en “Telón de acero”, la presencia de un fracaso sentimental sin dolor, con melancolía por la belleza de lo que pudo ser. Y asimismo aparece en su single, “Todo lo que aprendí”, en que los instrumentos llevan la canción en bucle y ello incide en que esa mezcla de emoción y suavidad se haga más intensa.

Con todo, hay algunos momentos en que el disco sale de estos parámetros y transita por otros senderos. “Hombre”, por ejemplo, está cocida casi a ritmo de rock, y emociona que sobre esas guitarras surja el soneto de Blas de Otero, que en estos días aún resulta, más que nunca, vigente. “Esta ciudad” –emocionante pintura de su barrio y su identidad– comienza con una armónica muy dylaniana y, como todo el disco, bebe también de los ochenta, en ocasiones de Los Secretos, y en la que mencionamos de Duncan Dhu, pero más en su desarrollo estructural y su juego de guitarras que en la voz. “Son de luna” también se aparta del marco general, aunque es mucho más íntima en su inicio, de pronto crece en percusiones y toma rumbo latino con palmas y guitarras flamencas.

En definitiva, se trata de un disco lleno de pureza y melodías plagadas de suavidad acústica, para dibujar esos sentimientos que tocan el corazón de Víctor Fraile y que no caben en sus otros grupos atestados de guitarras.

Anterior crítica de discos: A very lonely solstice, de Fleet Foxes.

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