Delicias a 45 RPM: Carlos Puebla y sus Tradicionales

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Delicias a 45 RPM:Carlos Puebla y sus TradicionalesCarlos Puebla y sus Tradicionales
Este es mi pueblo. 2 etapas de Cuba
STENTOR


Texto: JUAN PUCHADES.


No figura el año de edición en este EP publicado desde Argentina por el sello Stentor para brindar «al público sudamericano éste, su primer anticipo, que sin lugar a dudas marcará nuevos rumbos en el cancionero de los pueblos que luchan por concretar sus más claros ideales». Tal parrafada se incluye en negrita en la contraportada y, por su tono, se deduce que la edición debió tener lugar en la segunda mitad de los años 60.

Lo mejor de todo, es el «concepto» con el que se presentan estas cuatro canciones, con dos caras bien definidas, de ahí el subtítulo de «2 etapas de Cuba»: en la primera, el gran Carlos Puebla (sonero cubano que abrazó sin fisuras la revolución castrista) recrea con una pesadumbre muy lograda la Cuba de Batista: «Hay tristeza en la gente del pueblo, tristeza mortal», entona en «Este es mi pueblo», una canción que se presenta como bolero pero que sólo hace amagos de serlo pues su lentísimo ritmo impide cualquier atisbo mínimamente bailable, por agarrado que fuera. Olvídense de apretar en la pista a la parienta; escuchando esta canción o te pegas un lingotazo de ron (o de lo que tengas más a mano) para evitar males depresivos mayores, o te pegas un tiro en la sien.

Pero el segundo tema de la misma primera cara, la oscura, ya desde su título lo dice todo: «Ay, mi pobre Cuba». Una guajira en la que Carlos Puebla y sus Tradicionales se descuelgan con versos del tipo «Traigo una pena en mi son, una pena que me aterra de ver a mi pobre tierra tratada sin compasión». Lo más impresionante, en todo caso, la profunda y desoladora voz de Puebla, que te llega hasta lo más hondo. El hombre parecía haber entrado al estudio recién salido de un sentido funeral.

Pero no pasa nada, la Revolución ha llegado y la cara B, la jubilosa, la refleja en una de las guarachas más conocidas de su autor, «Y en eso llegó Fidel». Aquí el ritmo es alegre (aunque todo hay que decirlo, la rocosa voz de Puebla no era como para animar bautizos y bodas). Pura canción política caribeña: mueve los pies y las caderas, pero llévate unas consignas revolucionarias por el mismo precio. Una oda a Fidel Castro en toda regla. Esta cara se cierra con otra guaracha, ahora por la reforma agraria (que «de todas maneras va», canta el coro de los Tradicionales), titulada, sin necesidad de recurrir a metáforas, «Todo por la reforma agraria».

Sin desperdicio las notas de presentación traseras: «Este disco tiene dos caras: una triste y otra alegre. Las dos mismas que tuvo un pueblo, el pueblo de Cuba, para afrontar dos opuestos periodos de su historia: uno aún reciente, ya ido —7 años de sangrienta dictadura—, otro actual —el embrión de mil siglos de libertad y justicia. De una u otra cara de este disco el afilado índice de la púa fonográfica puede escarbar años, días o minutos de esta historia —vivida de noche y escrita en canciones— que ardía en Cuba cuando tenía su cara triste. O cuando empezó a tener su cara alegre. Este disco, más que otra cosa, es la instantánea que captó aquella transición fulminante en que la sonrisa se prendió al rostro de Cuba con el primer latido de un nuevo año. Del año 1959, en que la tristeza huyó de Cuba para siempre». Y esto es sólo un párrafo, se incluyen otros tres más. Eran otros tiempos, otro momento de la historia y otros ideales.

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