Debut, de Christina Rosenvinge

Autor:

LIBROS

«Sale airosa en todo, porque si hay un tono común es el de la sinceridad, el de la valentía»

 

Christina Rosenvinge
Debut
PENGUIN RANDOM HOUSE, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

No podía haber mejor título para el libro de Christina Rosenvinge. Aunque lleva con su proyecto musical más de veinticinco años, y por tanto poniendo negro sobre blanco su mundo personal, por primera vez analiza los impulsos y las circunstancias que han propiciado las cien canciones largas de su repertorio. Más que eso, porque en la introducción se detiene en “¡Chas! y aparezco a tu lado”, una canción de recepción veraniega pero de calado invernal; con un frío cortante, la escribió en la cama mientras leía Doña Flor y sus dos maridos, de Jorge Amado, que la inspiró.

La justificación la expone en el mismo prólogo. Convencida de que la memoria es un lastre que no se debe cargar como equipaje en nuestras vidas, también afirma que está bien recordar mientras nos detenemos en alguna estación. Ella lo hace a menudo con los motivos de sus canciones y aquí lo comparte con nosotros. Así lo que en principio iba a ser una mera recopilación de sus letras, se convierte en una indagación sobre los sentimientos y cómo dan fruto en forma de comunicación musical.

Hay de todo. Pequeñas historias, como la que dio lugar a “Tú por mí”; deseos, como el Spider de “Voy en un coche”; recuerdos a su hermana Teresa; sus viajes y su contacto con Steve Jordan; las vicisitudes con sus amores, sus hijos y su familia, especialmente la plácida angustia que le asalta en el recuerdo de su padre. Las palabras que recuerdan la visita a su tumba son las más bellas que he leído en años. Pero es que además domina todos los tonos, a veces se despacha con voz de Pepito Grillo en una entrevista, a veces es un diario, en ocasiones roza el artículo de costumbres, la novela epistolar, digresiones sobre la maternidad… Y sale airosa en todo, porque si hay un tono común es el de la sinceridad, el de la valentía.

Así lo que iba a ser una mera recopilación de sus letras se convierte a instancias de su editor —el recientemente fallecido Claudio López Lamadrid— y de su amiga, la novelista Belén Gopegui, en una de las más hermosas confesiones en castellano de cómo, incluso en las circunstancias de más decaimiento vital, la música nos salva; a los que la hacen y a los que la escuchamos. Cada vez estoy más convencido de que no borra los problemas, pero es la mejor medicina. O el mejor placebo.

El culmen, y lo que tenía más curiosidad por leer, es un breviario que añade al final, titulado “La palabra exacta”, en el que analiza cómo se puede moldear el castellano para construir letras que sean el envés de la música. Unidas e inseparables, como las dos caras de un papel para formar la canción. Entre lo filológico y lo experimentado —y sobre todo, desde el buen criterio—, cree en principio que un escritor no es un poeta, o por lo menos no lo es cuando compone, sino alguien que ha de escribir unas palabras que han de encajar en una canción, así que tiene más de artesano que de ungido. Analiza la rima —que, al fin y al cabo, es ritmo—, la sonoridad —las consonantes líquidas son la panacea perfecta— los acentos… Un manual que debería ser de cabecera para quien pretenda escribir canciones, un libro que debería ser de cabecera para quien pretendiera entender la música.

Anterior crítica de libros: Voz de vieja, de Elisa Victoria.

 

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