David Otero: Transformar los errores en luz

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“Cuando acabo El Canto del Loco todos los miedos que hay a enfrentarme a un proyecto nuevo son muy difíciles de afrontar para empezar de cero”

 

El viernes 27 David Otero editó su tercer disco, primero tras romper con el nombre artístico El Pescao. Un disco muy luminoso del que habla con Arancha Moreno. 

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Cuando acabó El Canto del Loco, David Otero decidió volar solo, pero con un escudo: se hizo llamar El Pescao. Entonces podía parecer un nombre divertido, informal; ahora reconoce que tenía mucho de parapeto, de esquivar los posibles golpes, de ponerse una barrera para recibir críticas y aplausos. Tras dos primeros trabajos, “Nada lógico” y “Ultramar”, decidió enterrar su nombre artístico y algo más: cavó un hoyo en el jardín de su casa y sepultó ¡una lubina! Pero no solo dijo adiós a su máscara, también a la soledad en la que gestó su disco anterior, quizá por la necesidad de tener que demostrar que podía hacer un disco él solo. Reconoce sus errores y miedos, y te los cuenta mirándote a los ojos, porque le han ayudado a crear este disco que lleva su nombre, en el que ha firmado canciones a medias con Jorge Ruiz, de Maldita Nerea, o Diego Cantero. El mismo día de su publicación Madrid se levanta lluvioso, pero él amanece feliz. Nos recibe en una de las salas de Sony, su nueva compañía, dispuesto a comenzar un nuevo viaje bien acompañado. Su colección de canciones deja constancia de los fallos pasados, pero en el disco predominan la energía y la luz. Mucha luz.

 

Entre “Ultramar” y “David Otero” hay un cambio de piel: dejas atrás el sobrenombre El Pescao y adoptas el tuyo propio, que da título al álbum. ¿Por qué este cambio de piel justo ahora?
Hay un punto que ya no me siento identificado con El Pescao. Es como si me quisiera cambiar de ropa, cuando unas zapatillas te aprietan o un jersey ya no te queda bien. El Pescao no me quedaba bien y me lo tenía que quitar rápido. Una noche tuve una conversación importante con David Guapo, y me dijo que a él le entraban los siete males cuando oía lo de El Pescao, que cómo me ponía una cosa tan fea entre el público y el yo. Cuando acaba El Canto del Loco todos los miedos a enfrentarme a un proyecto nuevo son muy difíciles de afrontar. Estábamos muy arriba y yo tenía que bajar para empezar de cero. Todos esos miedos hacen que jugando, sin querer, me pusiese El Pescao para protegerme, para que recibiese los golpes y los aplausos, y yo quedarme un poco detrás. Un poco como me sentía en El Canto del Loco, que sentía que había algo que me protegía: la personalidad de mi primo, el power de todo el mecanismo de la banda. Yo tenía que tocar la guitarra y componer, pero no hacía falta estar ahí delante. En ese momento en el que tienes que estar tú, te pones una barrera.

 

¿Y qué rompe esa barrera?
La necesidad de ser yo mismo, de quitarme esos miedos. Aquí estoy yo, si me tengo que llevar la hostia me la llevo yo, los aplausos me los quiero llevar yo también.

 

¿Ya estás preparado para todo eso?
Sí, hay un punto en el que me encuentro preparado para eso, pase lo que pase. Estoy dispuesto a afrontar el riesgo, a enfrentarme solo a las cosas.

 

De todo eso hablas en una de las canciones de tu disco, ‘Regreso’, que dice así: “Cansado de vivir en la huida / de no escucharme en cada canción / se que puedo cerrar solo esta herida / porque nadie va a curarla mejor”.
Sí, es una de las canciones en las que mejor he sabido plasmar lo que iba pasando. El hecho de perdonarte a ti mismo es importantísimo, la canción habla de perdonarte a ti mismo, de perdonarte haber sido El Pescao. Ese error no es malo, es parte de mi proceso, he aprendido mucho de ello, hay que darle las gracias. Por eso le hice un poco homenaje a El Pescao cuando me lo comí. Hice un boquete en el jardín de mi casa, compré una lubina y la enterré.

 

¿Tienes una lubina enterrada en el jardín de tu casa, de verdad?
Sí, ya debe ser parte de la tierra, se debe haber convertido en gusano. Pero sí, le hice su pequeño ritual, un poco de psicomagia, parecido a lo que propone Jodorowsky en sus libros, el hombre es un ser que necesita rituales. Los conciertos son rituales, son momentos en los que le rindes homenaje a canciones. Hay cantidad de cosas que hacemos que son rituales y no nos damos cuenta.

 

En junio del año pasado publicaste ‘Una vez más’, un single muy pegadizo que se adelantó mucho a este disco. ¿Por qué llegó tan pronto?
Habíamos hecho cuatro o cinco canciones, y había varias que no habíamos empezado a producir, pero entendimos que era una canción importante y había que sacarla cuanto antes. Había algo que podía funcionar en esa canción que nos empujó a sacarla, sin pensar mucho más. Y se coló en todas las radios, en verano ha funcionado de puta madre, la han tocado orquestas, ha sonado en los garitos… y ha cumplido su papel: El Pescao se acabó, esto es David Otero, va calentándole la oreja a la gente porque viene algo nuevo, tiene una energía que puedes encontrar en más temas del disco, pone a la gente a bailar…

 

 

¿Cuántos David distintos hay en las nuevas canciones?
‘Una vez más’ tiene una energía que encuentras en ‘Doce horas’, ‘Me enciendes’, ‘Me voy’… ‘Micromagia’ ha sido el puente entre ‘Una vez más’ y la salida del disco, pop rock electrónico. ‘Un mundo para ti’ respira cosas del mundo del reggae, y del pop latino, que me ha gustado siempre, tiene ese aire divertido, bonito, amable. ‘Me enciendes’ quizá es más áspera de sonido, pero con mucha actitud, creo que le va a gustar a la gente. ‘Aire’ para mi es el temazo del disco…

 

Y la has compuesto a medias con Diego Cantero.
Sí. ‘Regreso’ está compuesta a medias con Jorge Ruiz, de Maldita Nerea, y ‘Micromagia’ a medias con Raúl Galván, mi guitarrista. Me he dejado influir por otras visiones, me he dejado ayudar cuando me bloqueaba.

 

¿Eso no lo hacías antes?
No, en los otros dos discos no, era un poco: “Los discos son míos, los hago yo”, como si hubiera que demostrar a alguien que eres capaz de componer un disco. Claro que soy capaz de componer un disco… pero nunca me había parado a llamar a un amigo, como Jorge, y decirle: “Oye, ¿por qué no te vienes al estudio y componemos algo, a ver qué pasa?”. Si nos sale algo, guay, y si no, no había ninguna presión. Han salido cosas preciosas. ‘Loco de amor’ es una canción de dos mundos, dos contrastes, uno un poco más folk, es una de las que me gustan mucho. ‘Abre tu mente’ es un medio tiempo, como ‘Regreso’, pero más experimental de sonido y concepto. ‘Doce horas’ es un tema pop, puro y duro. Entró el último, cuando estaba el disco cerrado. Mandé un audio a mi equipo, solo para que lo escucharan, pero dijeron que ese tema tenía que ir sí o sí.

 

¿No fue un empeño del autor, cosa que pasa a veces cuando se ultima un álbum?
Me gustaba mucho, pero no sabía si tenía que ver con el disco, pero le gustó a todo el mundo. ‘Abre tu mente’ es un tema muy diferente al resto del disco.

 

Ese tema tiene una voz muy bonita.
Muchas gracias… ‘Abre tu mente’ y ‘Bestias’ los canté nada más morirse mi profe de voz, creo que hay muchas cosas que estuve estudiando con ella que están ahí. Tal vez por eso se nota, ojalá se note. ‘Me voy’ puede recordar más a El Canto, más rockero, más en las guitarras. ‘Bestias’ lo había escrito para una chica, María de Nati, que es actriz de varias series de televisión y quería empezar a hacer su carrera musical. Lo hicimos con Joshua Díaz, entre los tres, pero como ella todavía no había arrancado le pregunté si me la podía quedar para mi disco, y me dijo que por supuesto.

 

O sea, que estaba escrito para una chica. Es curioso: tiene un título muy fuerte, pero es muy dulce.
Sí, pero me la propuse cantar yo. Hemos cambiado el género, por lo demás la letra está tal cual. Es una canción diferente, me gusta mucho el título. Y ‘David y Goliath’ se le metió en la cabeza a Tato Latorre, me dijo: “Ahí dices muchas cosas que tienes que decir sí o sí”.

 

¡Una canción confesional! ¿Eres vago con lo que no te divierte, entonces?
Sí, está lleno de verdades. Soy muy vago con lo que no me divierte, muy vago, no me mueve nadie.

 

Ese tema me recuerda a ‘El Pescao’, la canción que hiciste con El Canto del Loco. Tiene un aire reggae que se ha colado en algunos momentos de este disco.
Sí, totalmente. Sí, el reggae siempre me ha gustado. Hay veces que me sale de forma natural, me salen canciones así.

 

En ese cierre entiendo que hay cierto juego. ¿Es importante no dejar de jugar al componer canciones?
De hecho, hay canciones que son juegos puros y duros: ‘Un mundo para ti’, ‘David y Goliath’, ‘Abre tu mente’ aunque parezca que no, también… es un ritmo casi folk español, tiende más a un beat no de rumba, pero sí de tango, aunque no se entiende a primera vista. Puedes montar un tango sobre ese ritmo, pero sin embargo la estética es muy atmosférica. Me gusta mucho, pero no creo que sea de las que ganan a priori.

 

Pero tú buscas las segundas y terceras escuchas.
Por supuesto, tiene que tener de todo, tienes que descubrir una canción dentro de un mes, si te gusta el disco.

 

A ti te pasará también como autor. ¿Te ha ocurrido con alguna de las nuevas?
Sí, me pasa con ‘Doce horas’, es mi tema favorito, y era la última, la del final. Ahora es la que nos apetece ensayar, la que sale perfecta, la que nos emociona cuando la acabamos de tocar…

 

En los últimos años los discos tienden a ser más oscuros, pero creo que en tu caso hay mucha luz. ¿Por qué?
Tal vez porque lo he compuesto en el loft donde trabajo, tiene un ventanal gigante y entra la luz de la mañana como un cañón. No es el típico disco que se ha grabado en un estudio, en un zulo lúgubre. Había mucha luz en el lugar donde estábamos trabajando. Y me he dado cuenta que necesito eso: mirar el horizonte, ventanal, cielo… quizá algún día haga un disco al lado del mar, eso me gustaría, lo tengo pendiente. Me llegará el momento.

 

 

¿Crees que la luminosidad de tus canciones empieza a ser parte de tu sello?
Creo que sí. Cuando hemos preguntado en las redes sociales, sobre qué les transmitimos, todo el mundo decía: buena energía, buen rollo, positivo, subidón… no había un punto intimista. Lancé esa pregunta porque a veces lo que percibe la gente es distinto a lo que tú crees que transmites, pero salía todo eso. Creo que ese disco está lleno de esos colores.

 

El color se ve hasta en el arte del disco: las fotos son en blanco y negro, pero con colores añadidos en una segunda impresión. ¿Tiene un sentido?
Cuando vimos las fotos, el tratamiento, estaba con Tato en el estudio, y él me decía que mi disco no era blanco y negro. Agarré el móvil y le hice una doble exposición a la foto. Tengo una aplicación en el móvil para hacer doble exposiciones, y busqué un cuadro impresionista y lo puse debajo. Todos los trazos de colores son de cuadros impresionistas. El agua de un río en el que se reflejan unas luces, o un bosque.

 

Precisamente, la naturaleza está muy presente en tus canciones.
Sí. ‘Aire’ habla de la naturaleza cien por cien, y otra dimensión del amor más grande que la de los humanos. En este universo hay más cosas que sienten amor, no solo nosotros. En ‘Aire’ juego con esa dimensión diferente del amor, pongo a la atmósfera, al viento, a los huracanes que se enamoran del océano, y como alrededor circula todo: la lluvia, el viento… pongo a jugar a esos dos elementos que son capaces de amarse. El amor está ahí también.

 

Las canciones y la presentación visual persiguen un mismo sentido, entonces.
Sí, creo que tiene coherencia, muchas cosas por causalidad. Todo va cayendo de casualidad: las letras, los momentos… He compuesto el disco en un momento de mucha felicidad, de habérmelo pasado muy bien, de haberme reído mucho y hacer mucho el gamberro. Llegaba al estudio, estaba Tato Latorre para grabar conmigo, le pedía a un compañero de mi equipo que me trajese un Casio PT1. Tato me decía: “¿Pero qué vamos a hacer con esto? ¡Estás loco! Si tengo aquí un plugin…”. No quería plugin, quería ese cacharro porque fue el primero con el que empecé a hacer música en mi vida.

 

¿Y dónde se ha colado ese primer cacharro de tu vida?
Es uno de los ritmos que está debajo en ‘Una vez más’ y ‘Me enciendes’. Es el primer juguete electrónico que vi, el primer loop que escuché en mi vida de un cacharro que lo lanzaba. Me acuerdo que estaba en una piscina, en verano, lo trajo un vecino y me pareció la leche. Como karma, lo compré y lo metí en el disco, el primer impulso de lo que me iba a dedicar de mayor.

 

Lo has compuesto en un momento muy feliz. ¿Cuándo?
(Lo consulta con su mujer, Marina, porque no recuerda bien los tiempos. Ella le dice que empezó en enero de 2016) Un año de composición y grabación, la grabación ha sido de seis meses. Durante la grabación íbamos haciendo diversos trabajos: grabábamos las bases de una canción, nos enviábamos propuestas de sintes, de guitarras, nos juntábamos y seguíamos montando, luego le mandaba la voz de referencia para que la montara… Ha sido una especie de acordeón entre Barcelona y Madrid, Tato venía a mi estudio, luego iba yo… Ha sido muy Sabadell-San Sebastián de los Reyes.

 

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“Me puse El Pescao para protegerme, para que recibiese los golpes y los aplausos, y yo quedarme un poco detrás”

 

Esa grabación tan espaciada habrá dejado huella en el disco. ¿En qué se nota?
Ha habido temas que se han caído por el tiempo, al principio nos encantaban y a los cuatro meses no los veíamos, y componíamos otros.

 

En el fondo es una discriminación positiva…
Claro, por supuesto, el tiempo te ayuda a diferenciar bien.

 

¿Lo has hecho en tu casa?
El estudio está a dos kilómetros de donde vivo, te permite tener un espacio diferente al de casa, tiene que estar en otro lugar.

 

Ahora que vuelves a las discográficas, que estás en Sony, no sé cómo verán tu relación con tus seguidores. Desde los sellos suelen recomendar que haya etapas en las que estéis un poco más ausentes, más escondidos mediáticamente para generar interés, pero tú sueles mantener bastante el contacto con tu público. ¿Por qué?
No lo he pensado mucho, la verdad, es mi forma de actuar. Si llega el momento en el que tenga que esconderme me esconderé un poquito. Cuando estuve en Argentina tal vez estuve un poco más escondido. Con “Ultramar” me quedaron muchas cosas pendientes.

 

¿Cuáles?
Me encanta el disco, creo que es un súper trabajo, pero creo que no conectó tanto con todo el mundo. Vi muchos errores, positivísimos, el momento en el que más he aprendido en mi carrera profesional ha sido con ese disco. Este nace a raíz de todo lo que he hecho bien y he hecho mal. En ese momento estuve más escondido, pero cuando acabó “Ultramar” decidí ponerme ya para poner en práctica todo esto. Ahí se empieza a fraguar este disco.

 

¿Qué errores no querías volver a cometer?
La soledad, sobre todo, sentirte muy solo en un proyecto es duro, y yo siempre he trabajado al revés, con compañía, con gente, con banda… pero era un proceso que necesitaba hacer, necesitaba irme solo a Argentina a componer y grabar en soledad, porque nunca me había dado la licencia de hacerlo en 16 años de carrera. ¿Cómo no iba a sentirlo? Me lo merecía, para bien y para mal, la soledad también me la merecía. El resultado me encantó, pero vi muchas cosas. Yo quiero hacer discos felices, de verdad. De ahí saqué todo el material que se ve ahora.

 

La felicidad se celebra más cuando la puedes compartir con alguien, claro.
Mil veces. Una de las cosas que he hablado con Raúl Galván es que me encantaría vender miles de discos, y que le llegue a su casa un cheque de derechos de autor. Él me decía que a él le daba igual, pero a mi no. Creo que su talento se tiene que ver reconocido, y me encanta compartirlo con él, no solo en el aspecto filosófico, también en el negocio. Hay otros que también han empujado el proyecto, están contigo, que son parte de la energía de este disco.

 

¿Y quiénes son en este álbum?
Los chicos de siempre, mis cuatro amigos: Raúl (Galván, guitarra), Gelu (Galván, bajo), Carlos (Vera, teclados) y Muñoz (José Antonio, batería). También Tato Latorre a los mandos, el ojo de Sauron que lo ve todo, y Sony Music. Necesitaba hacer un disco fuera de una discográfica para valorar todo lo que hacen, que es muchísimo.

 

Ya has estado en el lado de la autoedición y en las compañías. ¿Con qué te quedas?
He visto los dos y creo que dependiendo de para quién te vale más una cosa o la otra. Creo que a mi me hace falta tener a gente que trabaje como un equipo.

 

Te queda muy poco para la gira, arrancas el 3 de marzo en Albacete, y en Madrid estarás el día 1 de abril en el Teatro Barceló. ¿Te ha dado tiempo a preparar los directos?
Hemos preparado dos formatos, uno acústico en trío y otro eléctrico. El formato trío ha quedado espectacular, reconozco que he tenido pesadillas con eso, no quería hacer cualquier cosa, tocar con guitarra y ya. Me parece que el error de hacer un formato acústico puede ser ese, y no. Nos hemos tirado ocho días solo diseñando el formato, buscando qué hacer en cada canción, experimentando una cosa, otra… hay que darle la vuelta a todo.

 

Claro, porque hay mucha electricidad en tus discos, y muchos ritmos.
Eso es lo difícil. Mis discos suenan eléctricos, son pop rock, necesitan programaciones, loops, batería real… y darle la vuelta a todo eso y convertir mi carrera en un formato acústico era muy difícil. Tenía pesadillas, no sabía cómo lo iba a hacer. Sin embargo, me doy cuenta de que las canciones nacen a guitarra y voz, se les puede dar la vuelta, pero hay que hacerlo con gusto, buscar los elementos adecuados. No quería que fuera un acústico soso, ñoño, quería hacerlo divertido. Hemos introducido muchos detallitos divertidos: un cavaquinho, un piano pequeñito como el que llevaba Carlitos, el de Snoopy, como si fuera una cajita de música; Raúl Galván va con piano y guitarras, y Muñoz va con un hang drum, un tambor solar, me había comprado uno hace tiempo y nos hemos dado cuenta de que pega en muchísimas canciones, se generan algunos climas que sorprenden. Nos ha costado mucho pero creo que tenemos un acústico precioso.

 

¿Para qué ciudades está pensado ese formato acústico?
Menos Barcelona, Zaragoza y Madrid, el resto. Es por números, estructura y todo, tienes que adecuarte a los sitios a los que vas, sitios de 300 o 400 personas. Me gusta pagar bien a mi gente, y si no les voy a pagar lo que considero correcto, prefiero reducir el formato a reducir el sueldo. No puedo ir con cinco músicos, un ingeniero de sonido, un ingeniero de monitores, un técnico de luces y merchandising, porque eso cuesta y hay sitios en los que la recaudación es la mitad.

 

Es muy honesto hacerlo así, porque también podrías tocar solo en las ciudades donde tienes más público.
Pero haríamos cinco ciudades, yo quiero hacer catorce o quince. Creo que es una realidad que vivimos todos los que hacemos música, hay que afrontarla tal cual.

 

Y en las tres ciudades eléctricas, Madrid, Barcelona y Zaragoza, ¿qué prima?
Que se refleje al máximo posible la energía que hay en los temas. Que sean frontales, que sean directos, que sean divertidos y que conecten rápido. Creo que por fin tenemos un concierto que conecta desde el minuto uno con la gente, eso siempre me ha costado: siempre empezaban poco a poco, se iban calentando y acababan explotando. Siempre he tenido envidia de esos conciertos que sales y la gente ya está como loca. A mi no me salía, cuando salía la gente estaba más expectante, quiero desactivar eso y poner a la gente arriba desde el minuto uno. Me ha gustado ese proceso de ir calentando, al final es cocinar, pero esta vez quiero darles la comida servida.

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